Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
En plenitud

Índice

Poemas:
Copa vacía Rueda No te dejes morir Cortina
seperador

Breverías

2416
La voz cordial del alma no es ajena a la voz sugerente del sentido; si una imparte la miel de la colmena, la otra enciende el fervor de la libido; doble eslabón de singular cadena que acopla a lo radiante lo prohibido. Combíname al hablar ambos lenguajes, que no se desvirtúen tus mensajes.

2417
Eres el libro que hojear pretendo, leer y descifrar, las tres funciones por las que a interpretar tu enigma aprendo, y a detectar tus sueños y emociones. Página a página te irás abriendo como a la primavera los balcones, cuyo diáfano abrazo, cautivante, la luz acepta en desnudez de amante.

2418
El amor es efímera armonía, llama que, pese a su esplendor, se apaga; flor que se agosta, amena travesía en dorado bajel que al fin naufraga. No hay derecho a la queja, ni podría frenar el llanto el flujo de la llaga. Si no hay derecho a amor que nunca muere, lo hay a saber que ya no se nos quiere.

2419
¿Cómo podrá satisfacer la fruta que agrada a quien la da, no a quien la ansía? ¿Qué se me da el amor que me tributa quien me ama a su manera, no a la mía?

2420
El silencio es la voz del que ha perdido su batalla de amor. En el amante revienta la canción en estallido de victoria y placer…, aunque no cante.

Poemas

Copa vacía
Aún retiene el aroma del vino tentador, rojo diablillo, hurgador de conciencias indecisas, instigador procaz de los sentidos. Sobre el borde, una huella nebulosa de carmín encendido. Copa colmada es brindis y promesa, callada invitación al regocijo, pero no de inmediato; algo así como el prólogo de un libro, que hacia el tema central nos predispone sin descubrir a fondo el contenido. Sorbo a sorbo el nivel va decreciendo, y se barrunta ya el primer capítulo; la sonrisa en los ojos, la palabra en la mano, y el latido más tenso, descolgándose hacia el pubis, y un temblor en las cuevas del instinto. La copa es el barómetro de una tormenta en ciernes, sin conflicto, sucediendo entre sábanas de seda, truenos, relámpagos, pudor perdido. Nadie a la mesa ya; sólo esta copa, tan vacía, tan llena de prodigios.
Los Angeles, 23 de enero de 2011
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Rueda
Separada del eje, acompañante perenne en tus jornadas cotidianas por campos sin carriles, por sendas embarradas, en cumplimiento de órdenes ajenas, indiscutibles, mudas, pero claras, tal vez con el quejido rutinario de quien soporta el peso de la carga. En lluvia, en sol, en viento, en lento avance, en persistente marcha. Cumpliste tu misión de sierva, y yaces, radios quebrados, vieja, abandonada sobre la húmeda hierba, a la que en gesto de acogedor propósito te abrazas. Y a viento, a sol, a lluvia, se pudren hoy tus miembros, se desgastan, sin planes de futuro, sólo con un presente gris, sin alma. Como tú, vieja rueda, averiados, he visto a tantos, a la luz templada de los parques floridos, mirando a la distancia, su tiempo muerto, como quien no tiene nada que hacer, espíritus en blancas nubes ausentes, sombras de los hombres que un día fueron, y que son hoy nada. Rodaron como tú, bajo la férrea disciplina servil de quien trabaja, encorvados al peso del cansancio, día a día, semana tras semana. Y al cabo, como a ti, se les rompieron los radios, o la llanta, y fueron, declarados inservibles, jubilados sin júbilo, fantasmas. Ni fuiste viajera en cien caminos, ni fueron ellos carne de romanza. Cumplisteis un deber, se acabó el ciclo, y os queda sólo una nostalgia amarga.
Los Angeles, 24 de enero de 2011
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No te dejes morir
No te dejes morir. Sobre la mesa da el puñetazo que reitera tu hambre vital, ya en sombra, al sol, o sobre el barro, en el cañaveral o al pie del sauce. Nadie lo hará por ti, sólo tú puedes quebrar tu esclavitud, hender los aires que en torno a ti se adensan, y si acaso has caído, a ti atañe levantarte. Tal vez alguien te ayude, mas no cuentes en solución ajena, es de cobardes. Somos a veces ríos, dejándonos llevar hacia los mares, y debemos ser géiseres, alzándonos en surtidor hirviente, inagotable. Sentarse en un rincón, pedir prodigios al santo milagrero, lamentarse de la adversa fortuna, tácticas son absurdas. Cada instante nos pertenece, es nuestro, y es efímero; o lo exprimimos, o lo lleva el aire. Ni el grito, ni la súplica, o la queja, nos lo devolverá, porque ya es tarde. Ah, pero ¿el nuevo instante? ¿Y el siguiente? Esos son sólo nuestros, no de nadie. Aférrate a la vida; uno por uno son pasos que hay que andar, son cavidades que rellenar debemos, barricadas que hay que saltar, detalles a que atender con diligencia suma, que nada es desdeñable. Saca el jugo a la vida día a día; sentado en tu rincón mueres en balde.
Los Angeles, 24 de enero de 2011
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Cortina
Fui yo el agonizante y tú la muerta. Y entre ambos la cortina del olvido, cerrada en lentitud, largo crepúsculo desembocando en noche sin latidos. Pocas cosas suceden de repente, aunque súbitamente las sufrimos. Siempre que hay dos, la muerte anda al acecho, llegando paso a paso, con sigilo. Si uno la ve acercarse, para el otro su avance es imprevisto. Aquél se va apagando poco a poco, en su espíritu ausente recluído, midiendo las palabras, leyendo otro capítulo, esperando se quiebren los cristales y entre una bocanada de aire limpio. Y éste aumenta los giros de su danza, eleva el tono de su canto idílico, filtrando cada imagen en sus ojos, cada palabra turbia en sus oídos. Y al fin estalla abrupta la ruptura, como una confesión, sin hacer ruido. Y uno desaparece, aligerado, y otro se queda, estatua de granito. En este punto arranca la agonía, larga, profunda, de cariz sombrío. Sangre y dolor, zozobra y aislamiento, cada senda tornada en laberinto. La luz fracasa, y una noche eterna parece haber surgido. Pero nada es eterno. Todo muere, la agonía también. Nunca el cuchillo que hirió una vez persistirá en la herida, la sangre cesará, cesará el grito, la imagen venerada irá perdiendo rasgos, color, vitalidad, sentido, y la cortina gris se irá cerrando, muriendo la otra vida que tuvimos.
Los Angeles, 25 de enero de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
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