Poemas de amor, de soledad, de esperanza
de
Francisco Álvarez Hidalgo
Selección de los lectores
Edición N°9 - junio 2015
Matthias Stom - Joven leyendo (1615-1649)
Matthias Stom - Joven leyendo (1615-1649)

Índice

Sonetos:
Acantilado Cabo Hiedra Recuerda que soy yo Vengo
Poemas:
La guerra

Breverías

1903
Te ocultas entre velos transparentes, que te hacen más desnuda; los rasgos de tu piel, más inocentes, tan expresiva toda tú aunque muda. Ver sin ver, escucharte sin palabras, rozar tus formas sin lograr tocarte, qué imagen viva de un abrazo labras que sin darme me das, te doy sin darte.
Los Angeles, julio de 2008

1956
Cuando yo muera, llevaré en la mano, blindada en puño, mi mejor secreto; y habrá un temblor minúsculo, discreto, que sólo Dios percibirá. Escribano de los cielos, San Pedro, diligente, abrirá el grueso libro de la vida, y titubeará, pero en seguida Dios le dirá: "Déjalo entrar; latente aún lleva el viejo amor que nadie supo, y quien ama en tal modo es de mi grupo."
Los Angeles, octubre de 2008

Sonetos

966 - Acantilado
Tú me quieres quebrar, y yo deshago tu impotente bramido, tu acrobacia, la violencia rendida ineficacia, con sólo mantenerme, sin amago. Descansa, ciego mar, trócate en lago, cede la fuerza y úngete de gracia, aceptar el fracaso exige audacia; yo, inflexible, ni cedo ni naufrago. El tiempo me hizo fuerte, y hoy tus olas, en todo su furor, son amapolas que ni hieren, ni enturbian, ni amedrentan. Son tropas que, aunque sepan de combate, derrotadas serán en cada embate, cada vez que en mis ángulos revientan.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
969 - Cabo
A los senos del mar en movimiento apunta descarado mi saliente; es el agua muchacha que consiente, arrebatada por mi atrevimiento. En ella anida seducción e intento, yo sólo estoy, inmóvil, emergente, ella avanza impulsiva, lo presiente, y se desnuda sobre mí al momento. Ninfa insaciable en tromba se derrama, reagrupa fuerzas, y agresiva clama, una vez y otra vez por su deseo. Baña mi rigidez, y se retira, y volviendo a la acción, ruge, suspira, en gentil, en violento galanteo.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
978 - Hiedra
Trepa la madreselva a tu balcón en ansiedad de abrazo, mensajera rehuyendo el caracol de la escalera por más directa, exótica ascensión. La barandilla es clara invitación, los barrotes, reclamo, no barrera, y a su piel inflexible de madera el ramaje se adhiere en confusión. Mi espíritu en la savia se desliza, soy el impulso escalador que riza sus finos dedos que al cristal apuntan. Mis ojos por las púas aparecen, en las hojas mis labios se estremecen y en tímido rumor por ti preguntan.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2003
1030 - Recuerda que soy yo
Has venido a través de las auroras, y a través de los valles has venido, ni río, bosque, o mar te ha detenido, tú, que al pasar, cada rosal desfloras. Deténgase la rueda de las horas en tu reloj y el mío; en mí sumido, hazme olvidar mi nombre y apellido, y sólo recordar que me enamoras. Para ir a ti desarrollé mis alas, pero viniste a mí, y en mí te instalas, irreprimible soy a tu reclamo. Por ti abjuré de todo, en ti me obstino; si no soy más que un alto en tu camino, recuerda que soy yo la que te amo.
Los Angeles, 31 de enero de 2004
1058 - Vengo
Vengo hacia ti como la luna llena, de tantas fases y rodar cansado; vengo, torrente exhausto, apaciguado, que por ti sólo su ímpetu refrena.; vengo, león que agita su melena y se acuesta pacífico a tu lado; vengo, marea blanquiazul, lanzado sobre el regazo suave de tu arena. Vengo de cien caminos y vertientes, alma y cuerpo agotados y dolientes de los injustos golpes de la vida. Vengo sin pretensión, sin ambiciones, con una alforja llena de canciones, y ninguna es canción de despedida.
Los Angeles, 20 de marzo de 2004

Poemas

La guerra
El hombre se aburría, y un día, imbécil, inventó la guerra su hueco narcisismo, indiferente a que mujer y niño la sufrieran. El hombre era el león, autoritario, y la mujer y el niño la gacela. No fue la repulsión de injusto ataque, ni fue el hambre el motor de su estrategia; fue la arrogancia absurda, y la rapacidad por nuevas tierras. En un principio no sintió el apremio de alegar argumento en su defensa; era el jefe tribal, amo, cacique, su ley el puño más que la cabeza. Pero siguió a la espada la escritura, se pronunciaron mentes descontentas, y se inventaron dioses partidistas para justificar cada violencia. Zeus, Odín, Alá, Yahvé, blandiendo el rayo de la muerte, o la promesa de huríes o walkirias de senos duros, vírgenes que esperan a los guerreros muertos sobre el campo para otra vida sensorial eterna. 'En el nombre de Dios', falaz consigna, paraíso a quien venza, infierno a quien no sabe desarrollar, luego imponer, la fuerza. Se degüella al carnero, se levanta el altar de doce piedras, y el humo en espiral dirige al cielo el olor de la carne. Se congrega la muchedumbre bélica y decide que la nariz de Dios huele y aprueba. Josué, por Dios, incendia y extermina, y por sus dioses lo hace Julio César; 'cree o muere', el califa coacciona, 'Dios lo quiere', el cruzado vocifera. Con sus divinidades por escudo, exculpa el hombre sangres y cadenas. El hombre no es otro hombre para el hombre, es lobo que recorre las estepas con hambre a veces, y en cruel deporte con mucha más frecuencia. Primero fue la lanza primitiva con su punta de piedra para abatir al búfalo, tornándola contra su propio hermano en la pradera. En su progreso fue perfeccionando tácticas de matar con arco y flecha. Llega el alfanje con su fanatismo de aniquilar infieles, en las venas sólo un deseo airado, y en la mente la intolerancia de una sola idea. Omar detiene su caballo, encara la augusta biblioteca de Alejandría, y bárbaro proclama vergonzosa sentencia: 'Si esos libros están en armonía con el Corán, duplican y reiteran; si están en contra, son perjudiciales; en ambos casos destruídos sean'. Y se alzaron las llamas, y la cultura se perdió en pavesas. Llegó la pólvora, y el cuerpo a cuerpo, el llamado valor, y la destreza, cedieron a la extraña cobardía del disparo lejano. Ya las puertas, en vez de sucumbir a golpe de hacha, a golpe de cañón quedan deshechas. Y se va haciendo el hombre más cobarde, perfeccionando máquinas de guerra, y el tanque, el avión, siempre lejanos, sin ver a su oponente en la contienda, destruyen indiscriminadamente bajo presión de interruptores, teclas. Soldados, instrumentos de la muerte, que únicamente a masacrar se adiestran, el mismo espíritu, menor disculpa, que el vecino ancestral de las cavernas. Y el rey o el presidente, ya no acude a la primera línea, sólo ordena la asolacion, oculto entre las faldas de su palacio; inventa pretextos, subterfugios, los reviste de altruísmo y nobleza, pero envía los hijos de los otros, nunca los suyos propios; las monedas de Judas estos días compran la impunidad que ellos tuvieran en conflictos de antaño; siempre el poder mueve las mismas cuerdas, siempre los mismos sucios intereses, y el mismo escalafón de marionetas. La sangre propia corre en cauces de oro, en cauces de hormigón la sangre ajena. A hierro, a tala, a fuego, a radioactividad… ¡Qué primavera de muerte floreciendo entre las ruinas! Ay, Hiroshima, 'Little Boy' no juega, sólo destroza vidas inocentes; Oh, Nagasaki, 'Fat Man' desintegra la ciudad de Madama Butterfly; otro cobarde Pinkerton te deja en soledad, sin hijos, destrozada, como antaño dejó a la joven geisha. El poderío tiene pies de acero, su razón es la fuerza; bárbaros neardentales blasonan de hidalguía, sus cabezas emiten humo negro, son hombres chimeneas de pensamiento oscuro, de hipócritas agendas, que pretenden llevarnos de la mano, o arrastrados quizá, a la edad de piedra. Antes de que lo logren, antes de que nos maten, que se mueran.
Los Angeles, 25 de noviembre de 2006
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