Poemas
La Asamblea de los Muertos
Prólogo – Doctor Magicus
Diferente de la nuestra,
los muertos tienen su vida,
y merodean de noche
como sombras fugitivas
por las mismas callejuelas,
o castillos, o abadías,
que recorrieron antaño,
previa su estancia en la cripta.
Yo vi la Santa Compaña
en los montes de Galicia
quedándose su salmodia
en la arboleda dormida.
Y en las Asturias he visto
bardos y sacerdotisas
revivir los sacrificios
de los rituales druídas.
Yo soy una mente inquieta,
de profesión alquimista,
y en el almirez combino
realidad y fantasía.
He convocado a mi lado
los espíritus que un día
fueron testigos o autores
en la guerra fratricida
que emplazó frente a Zamora
a Don Sancho de Castilla.
Traición, lealtad, engaño,
venganza, agresión, intriga,
y una versión de los hechos
que a mi mente inquisitiva
parecía fluctuar
entre verdad y mentira.
La historia es sólo el dictamen
de quien la ha dejado escrita,
con su pasión, sus prejuicios,
su ignorancia o su malicia.
Y di a cada personaje
que se presentó a la cita
la oportunidad de hablar,
sincera y no restringida.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
I - Bellido
“…llámase Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido;
cuatro traiciones ha hecho,
y con ésta serán cinco.”
Miente quien canta esos versos,
miente quien los haya escrito,
y quien dé fe al romancero
se está mintiendo a sí mismo;
que nunca usé villanía,
siendo hidalgo bien nacido.
Aunque haya normas de guerra,
la guerra misma es delito,
y eludirla debe ser
el primordial objetivo.
El traidor fue el Rey Don Sancho,
como hermano y como hijo,
joven imberbe, ambicioso,
que mereció su castigo.
Yo lo maté, no lo niego,
y nunca me he arrepentido,
que aunque la historia ha fallado
contra mí su veredicto,
me absolvieron las esposas,
y las madres, y los hijos,
de los guerreros que hubieran
muerto sobre el campo frío.
Muera uno sólo por muchos,
homicidio o regicidio,
antes que muchos por uno,
inútilmente abatidos.
Ah, la historia, qué villana,
que razona el exterminio,
y a los patriotas apoda
traidores, si son vencidos.
Zamora, la bien cercada,
al inmolar mi prestigio,
salvé tus calles del fuego,
la vergüenza y el cuchillo.
Ah, las razones de estado,
el gobierno y su cinismo,
Doña Urraca, Arias Gonzalo,
más que consejero, esbirro.
Como traidor me trataron,
sometiéndome al suplicio
de cuatro potros salvajes
descuartizándome vivo.
Y al resonar en sus mentes
mis agonizantes gritos
reconocieron mi hazaña
sin atreverse a admitirlo.
Oh, política tartufa,
prostituta de caminos,
que reniegas del vasallo,
y aprovechas su servicio
Aunque me juzgue la historia
como traidor, no lo he sido.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
II - Rey Don Sancho
“…quien vos la tomara, hija,
la mi maldición le caiga.
Y todos dicen amén,
sino don Sancho, que calla.”
Dividió mi padre el reino
que tanta sangre costara,
y más que injusto conmigo,
fuera injusto con España.
Un frente común urgía
contra el moro, y un monarca;
que no luché contra hermanos
por ambición o arrogancia.
Tal vez joven impulsivo,
pero con ideas claras,
aunque derroté a los otros,
fracasé en la última etapa,
víctima de la imprudencia,
no de un descalabro de armas.
Ay del ingenuo que forja
con traidores alianza,
que no engaña al enemigo,
sino a sí mismo se engaña.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
III - El Cid
“El Cid apriesa cabalga,
sin espuelas lo ha seguido,
nunca lo pudo alcanzar,
que en la ciudad se ha metido”
Por lealtad al Rey muerto
me opuse a emprender la guerra,
y en lealtad al Rey vivo
acepté luchar en ella,
que no es de fieles vasallos
debatir a la realeza,
y al guerrero corresponde
sólo el brío y la estrategia.
Sobre Zamora vinimos,
Zamora, de altas almenas,
y su línea de murallas
decidió nuestra frontera.
Rey Don Sancho, cómo fuiste
tan audaz en la pelea,
tan impaciente en la calma,
tan incauto a las promesas.
Mezcló sus aguas el Duero
con tu sangre en la ribera,
y descendió murmurando
su dolor sobre la arena.
Aún hoy encolerizada
el alma se me revienta
viendo escapar a Bellido
por lentitud de Babieca,
y maldigo al caballero
que cabalga sin espuelas.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
IV - Diego Ordóñez
“Yo riepto a los de Zamora
por traidores conoscidos…
Por eso riepto a los viejos,
por eso riepto a los niños,
a los que están por nacer,
hasta los recién nacidos…”
Cómo se le fue la vida
al despertarse la aurora,
abatido por la muerte,
quien no supo de derrotas.
De las heridas brotaron
dos fuentes de sangre roja,
y entró el venablo en mi alma,
que ni olvida ni perdona.
Castilla traición lo llama,
aunque no lo haga Zamora,
y traidores son aquellos
que a los traidores acojan.
Mucho se ha dicho y cantado
en romances y en historias
sobre el lenguaje excesivo
de mi reto; y se ignora
que esas palabras floridas
son el arpón que se arroja
como acusación de un crimen
que la población condona.
Y si hoy tuviera que hacerlo,
lo haría en la misma forma.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
V - Arias Gonzalo
“¿Qué culpa tienen los muertos
de lo que hacen los vivos?
Y en lo que hacen los hombres,
¿qué culpa tienen los niños?”
Vuestro pregón, Diego Ordónez,
peca de grandilocuente,
y la inculpación que entraña,
no sólo es grotesca, ofende.
Serví fiel a Doña Urraca,
defendí sus intereses,
y fue mi comportamiento
como el honor lo requiere.
¿Podría afirmar lo mismo
el hijo que contraviene
la voluntad de su padre?
Ni pudo entonces ni hoy puede.
La razón del Rey Don Sancho
fue la razón del más fuerte,
y no es traidor quien consigue
por la fuerza defenderse.
Bellido no fue enviado,
y quien lo diga así, miente,
pero por su desenlace
su operación se agradece.
Contra ti fueron mis hijos,
aunque encontraran la muerte
los cuatro, y hubiera dado
veinte si tuviera veinte.
Que poco importa la vida
si el honor no se mantiene.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
VI – Doña Urraca
“A mí, porque soy mujer,
dejaisme desheredada:
Irme he yo por esas tierras
como una mujer errada,
y este mi cuerpo daría
a quien se me antojara,
a los moros por dinero,
y a los cristianos de gracia”.
Dividió mi padre el Reino,
no lo dividiera nunca,
que fue una herencia de muerte,
de traiciones y amarguras.
Apenas bajó su cuerpo
a la sombra de la tumba,
se alzó en pie de guerra Sancho
contra la voluntad suya.
Donde dejó su caballo
marcadas las herraduras,
la tierra volvió a Castilla
por el valor o la astucia.
Zamora fue mi parcela,
como fue su desventura.
¿Con qué derecho mi hermano
pudo exigir mi renuncia?
Quien en sus armas confía,
quien de su poder abusa,
pronto verá que su alcázar
de arrogancia se derrumba.
No goberné por decreto,
ni dicté leyes injustas,
que fue el pueblo zamorano
quien decidía en las dudas.
Y decidió hacerle frente
a quien presentó la lucha.
En la guerra, es bien sabido,
sin cortapisa ninguna
el guerrero en cada bando
su triunfo final procura,
que al matar al enemigo
no hay sentimiento de culpa.
Bellido así lo entendió,
y aquellos que lo denuncian
miren sus manos sangrientas,
y sus propias almas sucias,
que cada muerto en batalla
lleva una víctima oculta.
¿No somos todos Bellidos
bajo distinta armadura?
Los Angeles, 11 de julio de 2000
VII - Ben Samuel
(Historiador judío)
"Entonces, yo te avisaré para que salgas con tu ejército y ninguno de ellos podrá oponerse.
Te guiaré por toda Judea hasta
llegar al corazón de Jerusalén.
Tú los llevarás como ovejas sin pastor, y ni siquiera un perro ladrará contra ti."
(Libro de Judit, 11, 18-19)
Joven viuda, de belleza
tan sólo igual a su brío,
salió Judit de Betulia
cruzando al campo enemigo,
y habló de entradas secretas
con el general asirio.
De su belleza hizo un arma
tan letal como un cuchillo,
y su doblez no fue menos
que la doblez de Bellido,
pleitesía el zamorano,
y la hebrea el erotismo,
tanto la una como el otro
diestros en hablar fingido.
Cada cual usó sus medios,
que en el fondo eran los mismos,
sin escrúpulos, sin dudas,
tras idéntico destino.
Y hoy en Bellido hay traición,
y en Judit hay heroísmo.
Así se escribe la historia.
Qué distinto hubiera sido
si el asedio de Betulia
lo hubiera escrito un asirio,
y un trovador zamorano
los romances de Bellido.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
VIII - Garci Fernández
(Historiador castellano)
”Tiempo era, Doña Urraca,
de cumplir lo prometido”.
No hay duda de la traición,
que al declararse vasallo
del Rey Don Sancho, Bellido
lo aceptó por soberano.
Si la infanta Doña Urraca,
tanto como Arias Gonzalo,
rechazan la connivencia
de que se les ha acusado,
no hay crédito en sus palabras,
que el mentir es necesario
al oficio del gobierno
si existe razón de estado.
Hubo una conspiración,
y Bellido fue el sicario
que hallara prisión y muerte,
por éxito o por fracaso.
Los poderes de Zamora
se lavarían las manos,
como en otras circunstancias
también lo hiciera Pilatos.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
IX - Nuño Enríquez
(Historiador zamorano)
Está la senda del triunfo
empedrada de sorpresas,
y es posible que Zamora
tuviera un arma secreta
en los planes de Bellido
para terminar la guerra;
o quizá este caballero,
este héroe con mala prensa,
fue una explosión espontánea,
nacida de su conciencia.
¿Qué es un traidor? En su bando,
un patriota con careta,
alguien que arriesga la vida
por el triunfo de una idea,
ni más ni menos que aquel
que en la batalla pelea,
aunque utilizando medios
de más ingenio que fuerza.
¿Y en las filas enemigas?
¿Qué importa lo que ellos piensan?
También matan por la espalda,
y entre sus tácticas cuentan
agresiones arbitrarias,
argucias y estratagemas.
En los conflictos violentos
se han de ver las consecuencias
de cada acción, que en Bellido
fue el final de la contienda.
Los Angeles, 11 de julio de 2000
Epílogo
Paisajes de claroscuro,
perspectiva en blanco y negro,
luz sofocada en las sombras...
cómo amamos los extremos.
Exaltamos la taberna,
y profanamos el templo,
se venera la virtud,
y se goza el desenfreno,
rompemos en carcajadas,
y nos asfixia el lamento,
y el fervor místico se une
a corazones blasfemos.
La intolerancia nos veda
aceptar términos medios,
y mártires o traidores
tan sólo reconocemos.
Y esa gama luminosa
de azules, rojos intensos,
de grises, de verdes suaves,
de amarillos...no la vemos.
Hemos nacido amasados
de la nevisca y el fuego,
del silencio y la estridencia,
de la impavidez y el miedo.
Si dejamos imponerse
a uno de estos elementos,
el dictamen emitido
será falso o contrahecho.
Angulos y aristas cuentan,
salientes y recovecos,
matices, sombras y luces,
temperatura y reflejos;
nada es totalmente blanco,
nada enteramente negro,
ni en el carácter del hombre,
ni en la historia de sus hechos.
Los Angeles, 11 de julio de 2000