La yegua, casi inmóvil, tan serena, en actitud de protección y ayuda, al frágil potro a su costado escuda. Huele el ambiente a espliego y hierbabuena. En la tarde bucólica resuena, distante, una campana; se desnuda el álamo ante el viento, y lenta y muda el agua del canal cruza la escena. Mientras la yegua, estática, medita, sueña el potro, de pie, que dinamita sus músculos en rápida carrera. Pace el caballo en el confín del prado, ajeno a su pareja al otro lado y al pequeñito absorto en su quimera.

Igualdad es el mito de las gentes que en su propia ambición han fracasado, de aquellos que jamás lo han intentado, de quien, cobarde, envidia a los valientes. Si nacidos iguales, diferentes la vida nos tornó, que en el mercado de ganar y perder hemos comprado, y plantado además, nuestras simientes. La habilidad, la astucia o el talento nos criban y separan, y el cimiento de tal desigualdad no está al nacer. Cuanto somos son bienes adquiridos; si no tenemos más, no es con ladridos como conseguiremos más poder.

Siéntate, hermano, siéntate y reposa de los muchos quehaceres que no has hecho. Otros tantos te asedian; los sospecho flotando por tu mente vaporosa. No tiene agujas tu reloj, rebosa de tiempo inmóvil, siempre en tu provecho. Tantos amaneceres al acecho, y te acoges a noche tenebrosa. En ley gramatical atributiva, serías verbo, pero en voz pasiva, de forma irregular, y en lengua muerta. Descansa, hermano, de tu no hacer nada; reclina una vez más sobre la almohada la cabeza sin brújula y desierta.

Sigo el sendero, pero no me obstino en llegar, sea a Roma o a Santiago; contemplo, admiro, y sobre todo indago cuanto va descubriéndome el camino. ¿Hay una flor en el arcén? Me inclino, la acaricio, y extático me embriago de su aroma y primor, sin el estrago de interrumpir su vida o su destino. ¿Una piedra tallada en la campiña? Dialogo con su historia. Si una niña, le ofrezco mi sonrisa y continúo. La meta sabe a fin; yo me recreo en el paso que doy, sin titubeo, y en el impromptu del momento actúo.

Te han ofendido. Pero, ¿qué es la afrenta? Depende de quien viene. Hay quien ultraja, mas su injuria es más triza que mortaja, no importa tiempo o forma en que lo intenta. A éste con sólo olvido se lo ausenta. Mas quien nos lleva un punto de ventaja, y nos ve con desdén, quien nos rebaja, ése hiere, y humilla, y amedrenta. Perdonar en pareja coyuntura no es fácil, pues exalta la postura y alza la vanidad del arrogante. Desde el punto de vista del decoro, tal vez quien tenga un corazón de oro Piense, perdone, y siga hacia delante.

Procreación de ideas en la mente, partenogénesis contemplativa, no foránea a la química emotiva que enturbiará el proceso inteligente. Pensar es sucesión clarividente de imágenes e ideas, perspectiva de un mundo a nuestra hechura, que se activa por una voluntad independiente. Tu mundo no es el mío. Percibimos las mismas formas , pero las vestimos de distinto ropaje: Interpretamos. Nuestra conversación, aunque sincera, es diálogo de sordos; se pondera más que lo visto, lo que imaginamos.

Instrumento del goce compartido, también del solitario: Yo saludo tu valor, lanza en ristre y sin escudo, y tu resurgimiento, si abatido. Cortés ante la dama que ha venido, te alzas en pie, permaneciendo mudo; y aunque tu preferencia es el desnudo, esperas la señal de su libido. Avezado espeleólogo que exploras las cavernas humanas, y desfloras las que nadie ha indagado todavía. Vibras en entrañables humedades, mas sabes, ante ciertas veleidades, que otra ocasión habrá, que habrá otro día.

Ya pantera ejerciendo su destreza en la fragosidad, o silenciosa víbora oculta en la espesura umbrosa, que morderá tu pie entre la maleza. Dos tipos de peligro, el que endereza sus pasos hacia ti, y el que en medrosa situación de defensa, no te acosa, mas protege su feudo con firmeza. Nadie los adormece o erradica, pero la imprevisión los multiplica, y la temeridad los acentúa. Si eres prudente, los verás de lejos, como sombras tal vez, como bosquejos, y tu riesgo, en tal modo, se atenúa.