Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Insomnios

Índice

Poemas:
Reencuentro Mi otra almohada Sueño inédito Presencia viva Se apagan tus palabras Cálida lluvia Del pasado Mujer de iniciativas
seperador

Breverías

2861
Mujer entrada en años, ¿qué experiencia podrás comunicarme, qué arrebato que no alcanzan las jóvenes, o ignoran? En tus manos detecto la elocuencia de lo ulterior, más bien que lo inmediato, y sus provocaciones me devoran.

2862
No he de escribir mi autobiografía, que es casi un epitafio. Mi tarea continúa, y es nueva cada día, sin ocaso, ni fin a mi odisea. Escribirla daría a la memoria prioridad y opción sobre el talento; tengo un futuro para hacer historia, escríbala quien viene sin aliento.

2863
Era joven el mundo, y yo a la caza de lo circunstancial y lo diverso: El camino, el albergue, la premura. Si mi paso hoy más lento se desplaza, el entorno es más cálido, más terso, mayor intensidad, blanda locura.

2864
Pasé sobre los años con la risa que nos hace invencibles, orientada no a los demás, sus actos o sus mentes, sino a mi propio ser; pasé de prisa, y hoy, al mirar atrás, no encuentro nada de seriedad, en mí o en otras gentes.

2865
Sólo el vago, el inútil envejece, asentado en su mísera pereza. En absorbente actividad se crece. No hay mayor infortunio ni pobreza que esa vida neutral que languidece arropada en su manto de simpleza. La acción da claridad, y el movimiento suele llegar más lejos que el talento.

Poemas

Reencuentro
Reconocí tu sombra aproximándose, dubitativa y tímida, a mi mesa. Era la tarde una canción remota, y el terrado hervidero de parejas. Sorteaste las sillas apretadas, hasta llegar a mí. Sobre la arena de la playa cercana, derretía sonrisas espumosas la marea. Sonreías también, y era yo playa sumergida, feliz, en tu presencia. Me asomé a tus palabras, indagando lo que no manifiestan, lo que me he repetido tantas veces, que ya tal vez no piensas. Eres fantasmagórica ventana, a cierta altura, escudriñando afuera, vedando al caminante la visión de tus íntimas maneras. Esta tarde, al igual que tantas otras, me viste tal cual soy, con mis ofertas, si mudas ya, no menos perceptibles a quien inteligentemente observa. En círculos ruidosos, las gaviotas se gritaban mensajes de impaciencia, y a nuestro alrededor, cháchara inane o agobiante silencio izaban velas. Tantas gentes reunidas, tan poco que decirse; qué tristeza. Yo te hubiera descrito paisajes interiores que alborean cada mañana al despertar; acordes en búsqueda de oídos a la espera, soliloquios dormidos que al percibir tu rostro se despiertan. Pero ya perteneces a ese mundo que precinta la puerta tras la que se recogen los recuerdos, en estado de tibia somnolencia. Nos hemos integrado al remolino de gentes que hablan, pero no conversan, por no hallarse en un plano equilibrado de afectos y vivencias. Fue un placer encontrarte nuevamente, tú, tan lejana, como yo tan cerca.
Los Angeles, 5 de enero de 2013
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Mi otra almohada
Mi otra almohada está libre, te la ofrezco. Sin sueños que albergar, sin energía, y a perenne abandono relegada, ha olvidado el ardid de la caricia, los sedosos misterios de la noche, y la premura en el portal del día. Quisiera rescatarla de su exilio, con mi aliento infundirle nueva vida, resucitarla, mas con otro nombre, y entrelazar su historia con la mía. No sé cómo eres tú; sólo conozco ciertos rasgos, tendencias, perspectivas, con que no acierto a cincelar el bloque del que brote tu imagen. Me iluminan ideas arbitrarias de belleza, cánones clásicos, y subjetivas formas estéticas, que tal vez huyen de tu propia entidad. Mi mente aspira a modelar quien eres, con ligeros retoques de mi propia fantasía. No intento darte perfección de forma, sólo algo que te ajuste a cuanto brilla, resuena, danza al fondo de mi espíritu, que yo también adaptaré a ti misma. Esta almohada desierta te espera con el hambre contenida de años de soledad. Sabrá adaptarse al tenue peso que tu rostro imprima, a tus cabellos, rubios o castaños, y se enternecerá con tu sonrisa. Apagaremos todos los relojes, y encenderemos júbilos sin prisas que entre ambos se deslicen, convirtiendo las horas en ceniza. Sólo falta que vengas, mujer, a mis orillas.
Los Angeles, 6 de enero de 2013
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Sueño inédito
Habiéndolo abatido tu cansancio, quedó inédito el sueño que me diste, arcángel desalado, vagabundo por senderos sin rosas ni violines. No logra alzar el vuelo hacia la altura a que fue destinado; y en los grises paisajes sin canciones, donde dormita el júbilo, reside. El tiempo, en su trajín, deshumaniza las íntimas raíces de quien dejó de amar, y al mismo tiempo debilita y restringe los sueños del que aún ama, y que, sangrante, se niega a despedirse. Te despertaste un día del sueño azul, y entraste en el eclipse. Yo mantuve encendida mi quimera, mas consciente de su órbita imposible. Somos dos seres vivos, condenados a una muerte común, cuyos matices difieren mutuamente, pero es muerte, si en uno indiferente, en otro triste. Viva esta muerte en mí, que me horroriza la otra muerte absoluta que tú vives. Tu sueño terminó, desvanecido. El mío, aunque ahora inédito, es legible.
Los Angeles, 6 de enero de 2013
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Presencia viva
Alas te ha dado el viento, o el afecto, mujer lejana, enardecida sombra, que en flexibilidad y sutileza deslizas la elegancia de tu forma bajo mi puerta, en el silencio oscuro de la noche, y penetras en mi alcoba. No eres extraña a mí; te reconozco de visiones y sueños que se agolpan alrededor del lecho, serpean por la alfombra, se adentran con sigilo entre las sábanas, y ejercitan en mí sus maniobras. Bien sabes que conozco tu estrategia, que nunca te rechazo cuando, absorta, bosquejas curvas, ángulos o círculos sobre mi piel convulsa, o me galopas, o susurras palabras en mi oído que bien entiendo, sin saber tu idioma. Eres presencia viva que inevitablemente se deshoja sobre mi superficie, tal que un acto de amor, tal que una rosa. Prefiero no dormir, quiero alargarlo hasta que la visita de la aurora llame con sus nudillos retozones en el cristal de la ventana, y toda la frívola, gentil naturaleza se agolpe a presenciar la ceremonia. En ese punto partirás de nuevo, reiniciándose en mí las grises horas de un mundo que en tu ausencia pierde la luz, la gracia y el aroma.
Los Angeles, 7 de enero de 2013
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Se apagan tus palabras
Se apagan tus palabras, y no logro reinflamarlas, mujer. Si fueran bosque, provocaría incendios para recuperar sus impulsivas voces. Si antorchas agotadas, montaría la guardia cada noche para que no llegaran a extinguirse, evitando su fin y mi desplome. Mantenerlas candentes, llevarlas a remolque de ideas y proyectos, afectos e intenciones, obra es de dos, que ejecutar no puede un alma en soledad. Nuestras labores son de equipo, jamás individuales; no hay hombre sin mujer, mujer sin hombre. De no infundirles nueva vida, expiran; la muerte es el silencio que se impone. Recítalas de nuevo, pero no de memoria; que te exploten en la boca, en el alma, sin planificaciones. Brillará así su llama en permanencia, y volverán a sonreír las flores.
Los Angeles, 7 de enero de 2013
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Cálida lluvia
Sólo es fría la lluvia en soledumbre, aislándonos de tactos y paisajes. Es triste y gris; encierra en cada gota nostalgia y pérdida que nos abaten. Pero es cálida y mansa en la ventana de la alcoba que ampara a los amantes. El misterio gozoso manifiesta de quien despliega su perfil, e invade campos de bienandanza a su vez ofrecidos, jadeantes. La lluvia, observadora, resume en sus mensajes cuanto ve sobre el lecho, plasmando su escritura en los cristales; arcanos jeroglíficos, aprendidos en templos y pirámides de viejas dinastías faraónicas, aunque ahora el tiempo al punto los deshace. No escribe para siglos posteriores, sino para el instante. Carece del sentido de la historia, y se deleita en las complicidades. Dos juegan entre sábanas, y una tercera parte, con dedos de agua, efímero amanuense, se agolpa a la ventana, y se complace. Cronista del amor para el momento, cálida lluvia, oficio de juglares.
Los Angeles, 8 de enero de 2013
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Del pasado
Cuando la vida, adversa, me acorrale en el círculo hermético y amargo en que se desmoronan los recuerdos, y sucumben los rostros al naufragio, uno subsistirá, diáfano y puro, como si cincelado en alabastro, con nombre propio y vida palpitante, fiel al momento del primer abrazo. Sobre el fondo de ruinas en penumbra bordeando mi viejo itinerario, con la diafanidad del primer día, resaltarán sus rasgos. Podré hacer la lectura de sus gestos, y me hablarán sus labios con la misma cadencia de tiempo atrás, vagando entre los álamos. Tantas fisonomías se me han evaporado con los años, tantas palabras han quedado mudas, tanta elegancia ha devenido andrajos, que mi entorno de historias, de canciones, de promesas, afectos y contactos, se han tornado imprecisas siluetas, llamas extintas, huellas en el barro. Sólo una imagen, y su historia intacta, sobreviven radiantes, y mi tacto se acerca, la acaricia, y la percibe en toda su amplitud de ser humano. Me acompaña, me acoge, me dialoga. Lo único que no ha muerto en mi pasado.
Los Angeles, 8 de enero de 2013
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Mujer de iniciativas
Me has vestido de sábanas la vida, y encerraste el invierno en mis baúles. Te percibo en calor, en dinamismo, estación de mis ansias y mis luces, más, mucho más que primavera de oro, lidiadora de inercias y tabúes. Mujer de iniciativas, que de los métodos trillados huyes, campo experimental de tus esquemas soy yo, contra rutinas y costumbres. Avalancha de juego, amor y sexo, arróllame y envuélveme; consume la erupción sensorial de la energía que de mi cuerpo hacia tu cuerpo fluye. Abierto quedo a tu irrupción, pantera, loba y mujer, que de mi piel se nutren. De sábanas vestidos, o desnudos sobre la verde alfombra, entre abedules, o al rítmico vaivén del oleaje cubriéndonos de azul, ven y recubre mi manojo de miembros, que revienten, y a un ciclo de placer nos catapulten.
Los Angeles, 8 de enero de 2013
Diseño: Carmen Álvarez
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