Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Quiero dormir

Índice

Poemas:
Nos contaba la vida Vestida de silencio Quiero dormir Ese soy yo Entre el león y la gacela Tienes frías las manos Me acompaña mi cuerpo Tu esplendor, qué remoto
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Breverías

2786
Vas sola por la calle. Si tropiezas, ¿quién logrará impedirte la caída? Y también yo voy solo a mis asuntos, idénticos afanes y flaquezas, esquivando los golpes de la vida. Dame la mano y caminemos juntos.

2787
¿Cómo es la soledad, que me acompaña siempre en tu ausencia, sin dejarme estar solo, y no la veo? Amante posesiva, me regaña por esta persistencia de mantenerte en mente y en deseo. Si pudiera eclipsarte, ella también se mantendría aparte.

2788
Me tomó de la mano. Dijo: Vente. Y me dejé llevar, no sé hacia donde, ni con qué fin. Sin carga de promesas. Se detuvo a besarme, de repente. Le pregunté qué tal, y me responde: Nadie logró besarme como besas. Y yo se lo creí…, por un momento. Hicimos el amor, y lo creía sólo un poquito más. Me parecía ser hoja seca en ráfaga de viento.

2789
Este jardín te agradaría. Tiene la paz serena del edén desierto, con su fruto prohibido, que se obtiene manteniendo tu afán al descubierto. Ni disfraz se tolera, ni exigencia. Llegar, pedir, gustar, y solazarse. Ah, las frutas maduras, en urgencia de luz y llamas antes de apagarse.

2790
Recíbeme, mujer, que traigo tanto para ti que la alforja me rebosa. Raíz tengo de lirio y me trasplanto sobre parcela cálida, musgosa. Abre tu surco pródigo, fecundo, fin de ruta para este vagabundo.

Poemas

Nos contaba la vida
Nos contaba la vida extraños mitos, y nuestra fe infantil los aceptaba como auténticos dogmas que moldearan a cincel el alma. Nuestro mundo vestía de colores, le despuntaban alas, y un no sé qué de luz y atrevimiento nos crispaba sedoso las entrañas. Todos éramos príncipes, princesas, de azul, inverosímil cuento de hadas, dentro del sueño mágico, dorado, que la fe nos dictaba. Pero la misma vida, perversa, descarada, nos fue más tarde susurrando rasgos definidores de su propia farsa. Y fuimos despertando, lentamente, viendo cómo se nos desmoronaban los castillos alzados en el aire, ahogándose las viejas luminarias, y escurrirse la gloria de los sueños entre los dedos, como si hechos de agua. Nos fuimos educando a golpes, infortunios, suspicacias, descubriendo los múltiples caminos cuyo objetivo rara vez se alcanza. La senda de un destino, una belleza, nos resultó quimérico fantasma, y la pluralidad de alternativas no fue sino otra fábula. Nacimos otra vez, y sin morirnos, volvemos a nacer tantas y tantas, seguros de que la última es la auténtica, mas descubriendo nuevas emboscadas, nuevas contrariedes, y nuevas hemorragias. Ya no peregrinamos por el mundo, sino que lo cargamos a la espalda. Y siempre, siempre, como quien no aprende, llevando el alma en llamas. Para contrapesar nuestros fracasos, nos hemos inventado la esperanza, perennemente alerta, a pesar de las lágrimas. Algún día, muy cerca de la muerte, que nunca nos defrauda, sabremos cuán falaz nos fue la vida, que hasta el último instante nos engaña.
Los Angeles, 5 de septiembre de 2012
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Vestida de silencio
Décadas sin amar; o enamorada, y a tu pesar, vestida de silencio. Tú misma te amordazas, y claudican, fracasados, los besos. Sólo te sirven para hablar los labios, y la lengua ha olvidado ya el misterio de su húmeda destreza, de su cálido aliento. Te has negado a ti misma; sólo tus manos saben del apremio que entre muslos desnudos, todo a oscuras, tejen en la antesala del deseo. Y estás tan sola, inmensamente sola, porque ese compañero, a quien nunca besaste, no es más que una silueta en el cerebro. Lo tuviste al alcance del sentido, y callaste, y se fue, pero el incendio quedó sólo contigo, incontrolable, negándote la paz. Tu ofrecimiento se fragua cada noche, cada vez que te miras al espejo con la angustia de verte envejecida, aunque te ves tan juvenil por dentro. Fue, tiempo atrás, la voz de tus temblores, pero no es ya ni el eco. Haces tú sola su quehacer, ahondando con toda la destreza de tus dedos, paraíso en la carne, purgatorio en la orfandad sombría del cerebro, y en el núcleo del alma, donde él vive, insoportable infierno. Tantos años perdidos en nostalgia de tan tenaz, inverosímil sueño, no sé si convencida del fracaso, o en esperanza de volver a verlo. Va haciéndose de noche ya en tu vida, sal al mundo, mujer, flota en el viento agitando las alas de tus brazos, libre del lastre que impedía el vuelo. Es hora de vivir si se respira, y no has llegado al fin de tu trayecto.
Los Angeles, 5 de septiembre de 2012
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Quiero dormir
Quiero dormir. Que nadie me despierte. He ensayado mi cuota de quimeras, y me quedé con aire entre los dedos y un laberinto absurdo en la cabeza. Utópicos proyectos no logrados, amores corroídos por la ausencia, sacrificios ahogados en olvido, cultivos de sudor, mas sin cosechas, y un camino muy largo hacia un Calvario, con la cruz a cuestas. He condenado todos mis diseños de vida, o alianzas, a la hoguera. Si alguien se detuviera ante mi casa, mercader de promesas, sepa que ya no compro; continúe a otro lugar, que no abriré la puerta. Los sueños, a la larga, fueron de humo, perdiéndose en la niebla. Quiero dormir, mas no soñar, aislándome de todo, de mí mismo, que aún me queman la piel tantos fracasos, y sus voces me hieren como piedras. Voy a cerrar los ojos, bloquear los oídos, que no duela ni pasado, presente ni futuro, en mí, y alrededor, sólo tiniebla. ¿Será la muerte así, total despego de cuanto fuimos, absoluta amnesia, y por eso le dicen irreversible, eterna? ¿O es tal vez sólo el túnel desembocando en una patria nueva, puente sobre un abismo tenebroso, o barco que nos lleva a otra ribera? ¿A qué pensar en ello? Cuestiones filosóficas son éstas que a través de los siglos no encontraron unánime respuesta. Voy a dormir. Quietud, olvido, sombra, no sé por cuánto tiempo, en qué manera, mas quiero desligarme de la vida, de las ambigüedades a que juega, y al fin, un día, resurgir de nuevo, limpia el alma, la atmósfera serena, con la absoluta pulcritud del niño que a palpitar empieza. Quiero dormir. Que nadie me despierte. Nadie turbe la paz sobre mi tierra.
Los Angeles, 6 de septiembre de 2012
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Ese soy yo
¿Preguntarás por mí? ¿Sabrás mi nombre? ¿Descubrirás las múltiples caricias que encerré en cada verso? En la tersa, desnuda sinfonía que me dictara el alma enamorada, ¿percibirás el júbilo, la herida, la angustia y el olvido que tu propio pasado determinan? Porque es más el acervo que nos une, que los rasgos que nos singularizan. Y cuanto yo he vivido, o he soñado, no es pertenencia mía en exclusiva; cada cual lo ha gozado, lo ha sufrido, y es parte de su vida. Idéntico paisaje penetrando por todas las retinas. No es relevante el nombre, mensajero; lo es el legado, la obra transmitida. Ese soy yo, la mente engendradora, el espíritu inquieto, en agonía, Huerto de los Olivos, y corona de espinas, o Tabor de la luz y de la gloria; la mano que acaricia, el susurro que calma, la seductora, cálida sonrisa. Lo que soy, cuando aún pienso; lo que fui, si ya ausente en la otra orilla. Es la parte que te habla, la que te desconcierta, que te intriga, pensando que conozco tus secretos, humillación, derrotas, rebeldías. Ahí vivo, en cada estrofa, te hablo desde mi propia anatomía, desde el mundo sutil de mis ideas, desde este corazón, fuego y ceniza.
Los Angeles, 6 de septiembre de 2012
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Entre el león y la gacela
Pudo ser el pegaso de alas blancas emergiendo del mar en remolino; unicornio, tal vez, en bosque mágico, cuerno de oro, pezuñas de suspiros; pero elegí el león por compañero, y en alguna ocasión me he arrepentido. Sigo con él; o dicho de otro modo, se mantiene él conmigo. Vive dentro de mí, vigor, nobleza, provocación, dominio, y sabe reafirmar su jerarquía hablándome en rugidos. Va de caza, mas no por devaneo, mas por necesidad, cuando es preciso. Y observa, avanza sigilosamente, y cae sobre la presa, decisivo. Quien dice conocer mi fondo humano lo llama mi carácter, o mi instinto. No sé si somos dos o hay uno solo, pero a veces intento el equilibrio de dos fuerzas opuestas, sin llegar a saber el veredicto. Tal vez junto al león, sin conocerse, reposa una gacela, y al unísono, se deslizan por vías paralelas, cada cual a su estilo. Ella será de seda, o terciopelo, sutil, etérea, plenilunio idílico, exquisitez de acción y de palabra, mientras él es martillo. Casi no sé quién soy, si hoy soy de cera, de nata y miel, de claridad y lirio; o si mañana mi otro yo, rebelde, tomará el mando a garra y desafío. De algún modo, me agrada esta doble función, o dualismo, de que apenas me siento responsable, pues no fue mi diseño o mi designio. Me siento más completo con dos polos opuestos. Mi incentivo será hallarme en el fiel de la balanza, siempre a medio camino entre el gentil zarpazo de la fiera y el blando ronroneo del suspiro. Si rondas en mi entorno, pulsa el botón cercano a tu latido.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2012
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Tienes frías las manos
Tienes frías las manos, como si rechazaran los aromas fluyendo en el jardín de los deseos; o si hubieras perdido entre las hojas inútiles de otoño la más pura, más bella de las rosas. como si fueras mármol, o no supieras de álamos, de alondras. ¿De qué mundo provienes huérfano de rapsodas, sin imaginación ni primaveras, sin amantes al pie de las farolas? Tienes ojos de ausencia, de elegía, y la humedad ha huído de tu boca. Ven, mujer. El pasado ya ha pasado, y hay calor en mi piel, y se me agolpan latidos y temblores que a lo ancho y a lo largo me galopan. Soy hogar encendido, toma asiento a mi lado, no estás sola.
Los Angeles, 9 de septiembre de 2012
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Me acompaña mi cuerpo
Me acompaña mi cuerpo, insólito sujeto que responde, con o sin mi aquiescencia, al escuchar mi nombre. Soy dueño de la idea, el sentimiento, mas de él nacen la voz, las sensaciones. Me enfurece su exégesis errónea de mis conceptos; su expresión mediocre no alcanza a reflejar lo que le anuncio. Me siento entre barrotes, transmitiendo, mediante mensajero, inexactos informes. En ambos hay placeres, y hay en ambos dolores, si bien de idéntica naturaleza, se comparan y no se reconocen. Mi aflicción es de fondo, de soledad, de amores, su calvario se apoya en superficies, en piel, órganos, músculos, tendones. Y así son mi sentir y sus sentidos, mi afecto y sus clamores. Una sola raíz, múltiples ramas, o dos pequeños mundos a remolque uno del otro, a veces avenidos, y a veces al galope, mas no siguiendo el mismo derrotero, ni asentando las mismas condiciones. ¿Quién, de cuantos se acercan, dirán que me conocen? ¿Qué es lo que ven, la máscara asequible, forma, palabras, tactos y temblores, o penetran al fondo, por caminos circunvalando esta prisión que esconde el auténtico yo, que piensa y siente? ¿Preferirán a Sancho o Don Quijote? Sobre el rostro escribió autobiografías la vida que vivimos; los lectores deberán sortear cada detalle, mirando más allá, con el enfoque del investigador, o del arqueólogo, que sobre un hueso reconstruye a un hombre. Mi cuerpo no es pirámide, o castillo, es la puerta hacia dentro, que te acoge. No quedes en la calle, contemplando ventanas y balcones. En la hospitalidad de mi recinto podrás pasar la noche.
Los Angeles, 9 de septiembre de 2012
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Tu esplendor, qué remoto
Nunca fuiste conmigo a Salamanca. El Tormes, rumoroso, me ha visto en su ribera, sorprendido, tal vez, por estar solo. Bajo el puente romano, lamiendo arcos de siglos, este otoño, sus aguas andariegas parecen recordar mis soliloquios, que eran eso mis diálogos contigo, tan lejana de allí, promesa en polvo. Bajo la luz dorada de esta tarde, de nuevo me he sentado bajo el olmo, testigo de proyectos malogrados. Lo sabe bien. Se lo contaba todo. El viento entre las ramas llevaba un cierto escepticismo al lomo. Vio tantos estudiantes lamentar abandonos, jurar ofrecimientos, deshacerse en sollozos, que otorga a la firmeza del amante la consistencia de su propio soplo. Caían sobre mi las hojas secas, vida marchita lo que fue retozo. Y la corriente, eterna fugitiva, lloraba inconsistencias, mas no enojos. Era el rumor tan triste como un día lluvioso, como un beso perdido, como una despedida sin retorno. Comprendía muy bien cada mensaje, del viento, el río, el árbol, y mis ojos temblaban de dolor, humedecidos, por mí, por ti, por tantos sigilosos fantasmas del pasado, amantes sin opción, como nosotros. Frente a mí torres, cúpulas, fachadas, la turba estudiantil, los religiosos de viejas órdenes, siguiendo el rumbo de Fray Luis, de Vitoria, Báñez, Soto… Salamanca es la piedra, el libro, el aula, mas también el amor joven y loco, como el mío, por cierto, el tuyo, acaso. Veo cruzar las nubes, bajo el lomo de ese mar invertido, galeones en lento avance hacia el ocaso rojo. Tal vez una se cruce en tu camino, mas no verás la huella de mis ojos. Permanezco en quietud, en remembranza, sentado bajo el olmo, que se va desnudando lentamente de su esplendor. El tuyo, qué remoto.
Los Angeles, 9 de septiembre de 2012
Diseño: Carmen Álvarez
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