Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Desequilibrios

Índice

Sonetos:
Nuestra batalla Férvido brindis
Poemas:
Idea fija ¿En qué piensas, en quién? Caída la esperanza El alborozo es hoy Desnudo Gaza
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Breverías

2001
Tiene la luz mil dedos; con todos me acaricia; para ella me desnudo, y a su tacto me entrego. Ay, que tu mano duerme, que no se beneficia de este ávido momento que no precisa ruego.

2002
Prometió tantas cosas…, y luego tuvo miedo, quebrantadas las alas, y la palabra muda; se me durmió la sangre, y un freno en cada dedo me bloqueó el avance a su imagen desnuda. No estaba ella conmigo, pero siempre venía junto a mí, como el ángel que nos tutela el paso; ahora camino solo; si hay otra compañía, ya no es el vino añejo que me llenaba el vaso.

2003
Quiso hacerme camino, recorrerme en la tarde, cuando la luz expira, la noche se hace hambrienta; yo, que al ocaso aún tengo lámpara inquieta que arde, y ella, jugando a sombra que me abraza y se ausenta. Directo voy, soy flecha que ha renunciado al juego, tengo una diana firme, y hacia ella me dirijo sin circunvalaciones, y al final, cuando llego, tiendo la mano abierta, y espero, mas no exijo.

2004
Me pensarás un día como la imagen vaga serpenteando el sueño que conmigo tuviste, estrella que a la aurora lentamente se apaga, fascinación lejana de la que al fin huiste. Y seré en tu memoria paisaje diminuto perdido entre la bruma, que a recobrar no aciertas; fase de varios años reducida a un minuto, hojas de otoño al viento, tan perdidas, tan muertas.

2005
Moriré cuando lleguen las nieves a mi cumbre, primaveras y otoños quedaron tan atrás… ante el hogar sentada reavivarás la lumbre, pensando en tantas cosas…, pero no lo sabrás.

Sonetos

2014 - Nuestra batalla
Se perfiló exigente y agresiva, cada palabra era atropello y seda, un tipo de mujer que entra y se hospeda sin previa invitación, provocativa. Y uno se deja, barco a la deriva sin velas ni timón. Nos desenreda cada recóndita intención, y queda aglutinada a nuestra piel, lasciva. Nunca inactivos, nos amotinamos; somos, al fin, guerreros que pasamos de retozo a batalla, mas ajenos a la persecución de la victoria. Nuestra única ambición está en la gloria de la lid, sobre el tálamo, sin frenos.
Los Angeles, 15 de enero de 2009
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2015 - Férvido brindis
Me invitaba a su lecho. Lo decía con la seguridad de quien libera vedadas intenciones, y aligera su fardo de tabúes. Me bebía los ojos al hablar, su anatomía férvido brindis hacia mí, a la espera de mi respuesta, como si temiera esquivez o repudio. Anochecía. La estancia a media luz; el limonero fisgando en la ventana, y un bolero cantando en la consola, insinuante. No dije nada. Rodeé su talle, acercándola más, y en tal detalle descifró mi propósito de amante.
Los Angeles, 15 de enero de 2009

Poemas

Idea fija
Mi pensamiento, libre en otro tiempo, ha perdido las alas, las muletas, y hasta el arte de andar. Ya no se mueve, prisionero en cadenas, donde el chorro de luz que rompe el muro apenas cubre el cuadro de la celda. Águila fue en el vuelo, ajeno a restricciones y fronteras, y una mano de hierro, que antes fuera de pétalos, le aprieta, nudo en el cuello, losa sobre el pecho, le estrangula, oscurece sus ideas. Disipó el horizonte, fundió el bosque, apagó las estrellas, y extinguió los rumores; ahora, dentro, sólo una imagen pertinaz le queda. Ha olvidado los sueños, la sonrisa, y en su estrechez de mundo, piensa, piensa. Habla a una sombra que ni es sombra, ni oye, y elabora actitudes y respuestas. Se entrecruza silencios tan opuestos, tan elocuentes, de arañazo y seda, lo que debió decir y nunca dijo, lo que hoy expresaría, si pudiera. Miro al techo, neutral, indiferente, tan blanco, tan monótono. La puerta es un ofrecimiento, que no acepto. Las paredes me aquietan, me protegen, son brazos que sin atenazarme me rodean. Ah, si pudiera enmudecer la mente con mordaza de amnesia, y se me adormeciera para siempre tan persistente idea… Ah, si lograra replantar los granos de tanto que viví, qué sementera germinaría en mí, rosas, orquídeas, crisantemos, petunias y camelias. Reventaría el fondo de la mente en nueva, azul y verde, primavera, recobrando paisajes, repoblando los aires con ideas que un día fueron mías, y que una sola sometió por fuerza. Si pudiera pensar en otras cosas, recuperando el mundo…, si pudiera…
Los Angeles, 11 de enero de 2009
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¿En qué piensas, en quién?
Cuando el despertador te abre los ojos cada mañana fría en tu aposento, y aún no llega la luz, y te hallas sola en la amplitud oscura de tu lecho, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso al quebrarse las puertas de tu sueño? Cuando al pie de la ducha te desprendes del albornoz y, a solas, el espejo te describe los íntimos detalles que anoche no tocó nadie en tu cuerpo, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso tanta carencia en tanto ofrecimiento? Cuando las suaves lenguas diminutas del agua tibia lamen los misterios de tu sensualidad tan malograda, y acompañan su tránsito tus dedos, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso la ausencia de otras manos en descenso? Cuando en el coche a tu oficina sales, y escuchas en la radio los boleros que quisieras bailar en la penumbra de los salones, en estrecho cerco, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso la servidumbre que te impide hacerlo? Cuando el deber de la familia exige las tareas diarias, brega y tedio, de limpieza, cocina, adquisiciones, que absorben el residuo de tu tiempo, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso tu energía muriéndose en silencio? Y cuando, derrotada, consumida, no es tu alcoba raudal para el sediento, y procuras dormir, pero no puedes, huérfana de susurros y de besos, ¿en qué piensas, en quién? ¿Lloras acaso de amarga soledad, de desaliento? Y al fin, entre las sábanas exploras una vez más la flor de tu deseo; no son tus manos, pero son tus manos, las que arrullan las curvas de tus senos; y aunque se abren tus muslos temblorosos, brindándose la oferta de tu sexo, no asciende por el ángulo convulso la determinación del miembro erecto; mas se descuelga sobre vientre y pubis tenso equipo de tactos, hervidero de recursos y modos y fricciones que ignorara el amante más experto. Flota en círculos, roza, se sumerge, ojos cerrados, labios entreabiertos… ¿En qué piensas, en quién, cuando el orgasmo es sólo una mitad, aun siendo entero?
Los Angeles, 12 de enero de 2009
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Caída la esperanza
Se me ha caído a tierra la esperanza; la que saltaba en campos y caminos cuando sabía a dónde dirigirse, aun siendo el mundo anárquico y ambiguo. Era su norte armónico, invariable, era estrella polar, era castillo de altas torres, izado en la meseta, punto de referencia, era equilibrio. Mas de repente enloqueció la brújula, durmió la estrella en nubarrón sombrío, se desplomó el castillo, y la balanza perdió rasante, simetría y ritmo. Quedé sin perspectiva, desorientado, como en otro siglo, con la esperanza en tierra, tullida, sin visión y sin destino. Sin meta que alcanzar, sin el reclamo cantándome de lejos, encendido, yo sucumbí también, desengañado, y no supe iniciar nuevo capítulo. En realidad no supe cerrar el anterior. Todo lo escrito, aunque ya letra muerta, era voz incesante en mis oídos, que si no resonaba para todos, se repetía dentro de mí mismo. Era a diario recrear la vida que ya me había desertado. El libro no estaba rematado, me quedaban aún páginas en blanco, los latidos por nacer todavía, las miradas que me habrán de llegar, los espejismos que juzgaré asombrosas realidades, el nuevo despertar de los sentidos… Pero todo era vago, eran proyectos, esquemas imprecisos. La única realidad era esta pérdida que no quise afrontar, el veredicto dictado por la vida, y mi esperanza, ciega y lisiada, resistía el giro tomado por las cosas; aunque hundida, no por ello carente de optimismo. Mi razón, aún en pie, mas sin euforia. Los locos ven gigantes, yo molinos.
Los Angeles, 12 de enero de 2009
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El alborozo es hoy
Llegué a ti por caminos de sangre y de mentira, con la mente turbada y el alma hecha girones; ambas manos colmadas de desencanto, de ira, del polvo amarillento de viejas ilusiones. No sé si yo fui causa de mi resurgimiento, o si pieza por pieza tú me reconstruiste; si deshice la trama de mi resentimiento, o si huyeron mis sombras por la luz que encendiste. Me has sentido a niveles que nunca descubriera a otras almas, a estratos por mí mismo ignorados; y hoy todo mi alborozo frente a ti se aglomera, quedando los reveses de ayer desarraigados. Sé que los años pasan y se lo llevan todo, el temblor de los labios que levemente besan, la mano exploradora de relieve y recodo, las palabras que en íntimo burbujeo se expresan. Sé que un día de luto bifurcarás la senda por la que hoy avanzamos, aunque tú no lo admitas; te asaltará el cansancio, te llegará una ofrenda de nuevas rosas, y éstas las juzgarás marchitas. Y me dirás que partes quedando como amiga, aunque sabemos ambos que sólo es una frase desierta de sentido, glacial, que no mitiga tu codazo velado; mas, pase lo que pase, en esta absurda noria, constante, de la vida, tu cangilón en alza completará el ascenso, como el mío, el de todos, en ciclo de subida, de momento en la cumbre, de forzoso descenso. No es éste mi deseo, sino la certidumbre de que cuanto despega finalmente aterriza; a cada regocijo sigue una pesadumbre, ni el dolor es perpetuo ni el amor se eterniza. Cuando el momento llegue te dejaré marchar, aunque te siga amando como amándote estoy; ahora voy a vivirte. ¿Para qué anticipar el llanto de mañana? El alborozo es hoy.
Los Angeles, 13 de enero de 2009
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Desnudo
Mírame aquí, desnudo. No es un cuerpo apolíneo, pero es mío. Las formas gráciles de Praxiteles se amoldan a los dioses del Olimpo, y a los héroes; y yo, ni dios ni atleta, ¿qué te puedo ofrecer? Vente conmigo; descubrirás susurros soterrados al fondo de mis gritos; serenas intenciones flameando en los ojos; remolinos de ansias bajo la piel; peregrinaje de manos en temblor; ciego cuchillo que a sí mismo se esgrime, rastreando la herida siempre abierta, posesivo. Desnudo para ti, como las olas, a punto de estallar; como el racimo colgado de la vid, atesorando denso jugo vital, tan encendido para tus húmedas, flexibles copas, brindis en erupción, copulativo. Seres complementarios, entramados ni inauditos ni exóticos, erguidos sobre la estepa, sin rozar las nubes, simplemente alquerías, no castillos. Transeúntes en placidez; no somos corredores de fondo, ni prodigios prometiendo milagros; somos lote común, pero inequívoco. Dame la mano, la cintura, el cuerpo, pero el alma también; dame los mimos, la suavidad, la calma, y el ímpetu salvaje a todo ritmo. Mírame aquí, desnudo; y abrázame un instante. Luego un siglo.
Los Angeles, 14 de enero de 2009
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Gaza
“Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos.” (Josué, 6, 21)
En los ojos del niño moribundo flota el terror, y la pregunta muda: ¿Por qué a mí, si estos bárbaros de hierro ni mi nombre conocen? ¿En qué lucha me han visto derramando sangre ajena? Y mis gemidos, ¿alguien los escucha? ¿Su Dios, tal vez? ¿Por qué se lo permite? ¿O sigue una vez más su mano injusta protegiendo al ladrón, al asesino, arquitectos de víctimas, en turbia política, consolidando votos con cada ruina y cada sepultura? Claman al mundo a voces de holocausto, mientras fabrican ghetos. No preguntan cuánto vale una vida, la erradican, y en la ley de la fuerza se refugian. Un muerto es un mensaje escrito en rojo, y un aviso el escombro de las cúpulas, tejados y azoteas arrasados sobre el miedo de huérfanos y viudas. Ah, la muerte, feroz propagandista, que los deseos del más fuerte anuncia. No han cambiado los tiempos, solamente víctimas y verdugos, en absurda repetición de ayer. Arde Varsovia bajo el asalto nazi; la figura de Josué resucita, a sangre y fuego aniquilando pueblos, en su lucha de exterminio y conquista de una tierra que siendo de otros proclamaron suya. ¿Cómo un pueblo que ha sido estrangulado por tantos otros pueblos, no se ausculta, se toma el pulso, vuelve atrás los ojos, y evita la conducta que le rasgó la carne tantos siglos? ¿Qué razones le llevan a la oscura ley del talión, por mil multiplicada, y al despotismo que le hirió se anuda? Los ojos de este niño moribundo se han cerrado mil veces; continúa su muerte innecesaria año tras año, mientras al fondo de su mente busca explicaciones que jamás le llegan, porque se muere de la fuerza bruta.
Los Angeles, 19 de enero de 2009
Diseño: Carmen Álvarez
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