Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Rincones

Índice

Sonetos:
Eres invierno Irrupción Bajo el pino
Poemas:
Temblores Pero me dijo adiós Acunando el sueño Rincones
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Breverías

1986
Me han servido una copa de no sé qué, y entera la he bebido, sin dudar, sin temer, sin preguntar. Me quitaron la ropa; indagué, pero no me han respondido; a boca llena no se debe hablar.

1987
Sólo amo las palabras cuando tú me las dices; pienso que tú las amas cuando las digo yo. Las demás están huecas, no son sino barnices, corteza de la fruta que nunca maduró. Las mías y las tuyas tienen la contextura del fruto sazonado que se puede morder; se derraman sus jugos por cada rasgadura como vacía el hombre su savia en la mujer.

1988
Ando por tus afueras. Antes estaba en ti, sin ir; vivía; como están las acacias, las higueras, a pie firme, creciendo día a día. Hoy, exiliado, miro desde lejos; y en círculos camino, como vuelan sin rumbo los vencejos; por tus afueras ando, peregrino.

1989
Voy desmontando la compleja trama del nido, el festival, los andamiajes, que construyó mi alada fantasía. No sé por qué ni cómo esa amalgama de imposibles, ilógicos montajes, llegó en el alma a organizarse un día. La ficción, el ensueño, la quimera, tienen su cuna, triunfo y agonía, leños que al fin terminan en la hoguera.

1990
Me encuentro con la gente y no la miro; ríos de sombras son las calles; pasan tal que ruidos, o nubes, que se amasan, disipándose al fin como un suspiro. Nada pueden decirme. Su lenguaje lleva un tono neutral, indiferente; sólo presto atención a la elocuente provocación que vibra en tu mensaje.

Sonetos

2000 - Eres invierno
Eres invierno, y contra ti atrinchero el zaguán, las ventanas y la puerta; al interior, la casa está desierta; sólo yo, desangrado prisionero. No hay viento belicoso ni aguacero mordiendo las esquinas, ni despierta de su estado letárgico la huerta, y se adormecen páramo y sendero Sólo empuja la nieve, silenciosa, intentando enterrarme en esta fosa de cuatro muros, desoladamente. Eres invierno inhóspito, vacío, estrechándome en cerco amargo, frío, tan desligada, tan indiferente.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2008
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2001 - Irrupción
Vienes en fuerza, batallón dorado de hondas ofertas, claros objetivos; pero mis propios tercios ofensivos mantienen el embate nivelado. No me adiestro en defensa; si asediado, desbloqueo mis juegos agresivos en directo; recursos elusivos nunca fueron opción de este soldado. Sé responder a cada movimiento con otro igual, sereno o turbulento, según la circunstancia, o tu actitud. Sigue avanzando, a tu contienda salgo; que para todo lo que vales, valgo, desde la convulsión a la quietud.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
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2002 - Bajo el pino
Mi vida es una roca, junto al mar, contemplando las olas, repitiendo color, espuma, movimiento, estruendo, pretender, acercarse, renunciar. Nostálgico del lago, del pinar, firme raigambre, mágico remiendo cada uno en su paisaje. Los entiendo mucho mejor, más sueño, más hogar. Cansado ya de indiferentes olas, en su eterno vaivén, me quedo a solas a la orilla del lago, bajo el pino. Alguien vendrá tal vez, sin la inconstancia trivial del mar, y en su perseverancia me estrechará el abrazo más genuino.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008

Poemas

Temblores
Se me ha llenado el vientre de temblores; no, no quieren subir a la cabeza; dicen que allí hace frío, los recuerdos de hielo, las ideas… Quieren permanecer en esa zona cálida, oscura, espejo de caverna, donde fueron, tan quedos, refugiándose tras producir espasmos en mis piernas. Hijos de mis recelos, de mis ansias, mis dudas, mis sospechas, fueron árboles blandos, invertidos, con la raíz en las retinas. De ellas crecían hacia abajo, en estremecimiento. Ni la lengua lograba articular susurro o grito, y las ramas, al fondo, eran banderas ondeando a los vientos del conjuro. Eran de timidez de adolescencia. Nunca logré librarme enteramente de la inseguridad, como si fuera pigmeo errático entre pedestales, todos tan altos sobre mi silueta. Con el tiempo aprendí a mirar las cosas, y a las personas, sin las etiquetas con que les encuadramos, o que ellas mismas en su afán se cuelgan. Al mirar, revestimos la realidad de superior belleza, nos empequeñecemos, y alargamos distancias. Vemos seda donde sólo hay esparto, alzando muros, nos hacemos grietas, intentando adentrarnos, bloqueamos las puertas, y avanzamos con miedo por la vida, con el complejo a cuestas. He aprendido a mirar en blanco y negro, sin revestir de fiesta ni al hombre acicalándose en discursos, ni a la mujer puliendo su apariencia. Ah, pero en ocasiones, al ondear al paso una melena, al hundirse en mis ojos otros ojos, al mecerse cinturas o caderas, aún me siento pintor, siembro colores, y me tiemblan las piernas.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
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Pero me dijo adiós
Aún hoy que no la miro todavía la veo, es larga como un río que se bifurca en dos; fue muchas veces mía, y yo fui suyo, creo; no, de ello estoy seguro…, pero me dijo adiós. Todavía la veo, piel pálida y sedosa como vientre de niño, sábanas de satén; como la luz, desnuda, y audaz, voluptuosa, odalisca y amiga, ella sola un harén. Y una tarde muy triste, me dio el último beso, sentados en silencio los dos en su jardín; y se alejó, lastrando mi vida, como el peso de una bota ciclópea que aplastara un violín.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
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Acunando el sueño
No sé cómo acunar este sueño que tuve, que me lo despertaron, y se niega a dormir; llora toda la noche, como niñito enfermo que no encuentra a su madre, que sólo me ve a mí. Ah, los vientos de marzo sacudiendo las tejas, los cristales temblando por las lluvias de abril, tan oscuros los días, tanto frío en la estancia, los más vivos colores degenerando en gris. Llama al balcón el viento…shhhh, calla, calla, amigo, rueda por las callejas, enlaza el campanil, que este mi sueño de oro no cierra sus ojitos, y ni sabe dormirse ni se deja morir.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2008
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Rincones
Acurrucado y solo. No hay rincones que no sepan mi nombre y apellidos; huelen mi sombra, escuchan mis ideas, y me llaman amigo. Tal vez no estoy tan solo. Pero quizá lo estoy. Desentendido cruza en silencio cada transeúnte. Será que no me ven. ¿Y si les grito? No alcanzarán a oirme. Son tan sordos que tan sólo se escuchan a sí mismos. Me acoplo a los rincones. Son oscuros, pero nunca sombríos; más bien acogedores, exhibiendo tonos cordiales, íntimos. Les permito abrazarme, siempre abiertos sus ángulos vacíos. En sus espacios he resucitado viejos sueños. También los he dormido. Y en ocasiones me ha clavado alguno su afilado cuchillo. Pero yo los entiendo, y me comprenden; a veces su latido es mi latido, y el silencio que imparten lleva impreso la gloria y el sabor de un viejo vino. Acurrucado en ellos, cuando nadie me ofrece su calor, palabra, oído, parece que estoy solo, pero me hallo en la cima del mundo: Estoy conmigo.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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