Breverías
1896
Es el tiempo, tan corto y fugitivo,
de recoger la espuma de las olas,
de acercar el oído receptivo
a la hendidura de las caracolas,
de hacer mil cosas sin ningún motivo,
deshojar margaritas, amapolas,
y tantos actos insignificantes
en que agotan su tiempo los amantes.
1897
Se me vuelcan tus dedos, y me acosan,
no sé si me acarician o desgarran,
dedos de alondra que en la piel se posan,
dedos de enredadera que me amarran.
Los dejo sobre mí, soy campo abierto;
son pacífica tropa, y agresiva,
cada uno lento explorador experto,
y esta mi voluntad… tan permisiva.
1898
¿Fue el héroe un hijo de la circunstancia,
que en su momento provocó al destino
a base de valor y de constancia?
¿O fue sólo un cobarde, un asesino,
una mitad desdén, la otra ignorancia,
a sueldo de un gobierno sibilino?
Pocos los héroes son, ninguno nace;
el héroe lo es a su pesar, no se hace.
1899
Te digo cosas que jamás atiendes;
eres como la brisa, como el río,
que nos pasan de largo. Te desprendes
de palabra y mensaje. Cuanto es mío,
voz, ademanes, actos, no lo entiendes,
o, sin tocarte, caen en el vacío.
Soy profeta clamando en el desierto,
verso sin eco, desolado, muerto.
1900
Eres deseo arrebatado, puro,
dormido en el dolor y la fatiga;
eres amante, compañera, amiga,
pero sin esperanzas de futuro.
Te va gastando el tiempo, te deshaces,
tardía nieve en marzo, leve espuma;
desorientada avanzas en la bruma,
pero no alcanzas tu objetivo, y yaces.
Sonetos
1899 - Nuestro enigma
Hemos creado en nuestra mente amantes
que nunca existirán; hemos dormido
con tantas que nunca hemos conocido,
y fueron todas tan determinantes
de nuestras exigencias, tan galantes,
tan adscritas al alma y al sentido,
como si las hubiéramos vivido.
Por eso hoy somos sombras trashumantes.
Nadie se adapta a nuestras creaciones;
calles y plazas brindarán versiones
desvaídas de nuestro paradigma.
Nuestro ideal tiene altitud de estrellas,
que nunca alcanzará ninguna de ellas;
esa es su maldición y nuestro enigma.
Los Angeles, 1 de julio de 2008
1900 - Otra vida
Ella se me hizo, inesperadamente,
desconocida o irreconocible,
caligrafía insólita, ilegible,
o jeroglífico a mi propia mente.
¿Qué sucedió a su estilo transparente?
¿Qué oscuridad veló, desapacible,
su luminosidad, e hizo invisible
su espíritu, hasta entonces evidente?
La lluvia, antes amiga, se hizo extraña;
las noches, que arpa fueron, son guadaña
segadora de acordes y de acuerdos.
Su silueta, distante, enmudecida,
parece haber entrado en otra vida
desprovista de arrullos y recuerdos.
Los Angeles, 2 de julio de 2008
1901 - Casi no importa
Eres el tiempo que a pasar se niega,
mi casi eternidad, mi puro instante;
te tuve, te retengo, equidistante
entre el ser y la nada, siembra y siega.
Casi no importa ya si se repliega
tu espíritu del mío; palpitante
subsiste en mí tu ofrenda desbordante,
que por mi entraña y por mi piel navega.
Te alejarás tal vez; tal vez te has ido;
casi no importa, yo no me despido,
irse es perder, permanecer, ganancia.
Tendrás que reiniciar, partir de nuevo
con rumbo incierto; en mí no habrá relevo,
cuanto viví contigo es mi abundancia.
Los Angeles, 1 de julio de 2008
1902 - Sueños
Despiértame del sueño que me diste,
sueño de plomo, de ataúd, de arcilla,
no es sueño evocador, es pesadilla
en que confusamente te dormiste.
Ah, tu sueño en mi sueño. No hay más triste
ni más atroz quimera. Por la orilla
de la noche transita una cuadrilla
de dudas, a que el alma se resiste.
Dormida estás en mi dormir, inerte,
y no sé si, al momento en que despierte,
inmóvil te veré o despertarás.
Tal vez ni tú lo estás ni estoy dormido;
tal vez miro sin verte, ya te has ido,
pero sigo soñando que aún estás.
Los Angeles, 3 de julio de 2008
1903 - Ay, cómo vienes
Ay, cómo vienes, en gentil braceo,
apartando la brisa hacia ambos lados,
los senos por el aire cincelados
bajo la blusa azul. Hay un zureo
de palomas ocultas, y un rasgueo
de lejanas guitarras. Los collados
sestean al calor, y en los tejados
suspenden los gorriones su aleteo.
La tarde es paz del páramo a la sierra,
pero tu ritmo es somatén de guerra,
para sutil contienda te apresuras.
Y te dejo llegar, presto, a pie firme,
para irrumpir en ti si has de invadirme,
y en mi fervor, quebrar tus cerraduras.
Los Angeles, 3 de julio de 2008
1904 - Es el tiempo que pasa
No sé quién soy, ni quién seré o he sido,
no reconozco al hombre en el espejo,
sé que eché a andar, que estuve, que me alejo,
y lo demás carece de sentido.
Si en la noche resuena un alarido,
como naciendo en mí, ya no me quejo;
y no interrogo al lago si el reflejo
me ofrece un mundo ilógico, invertido.
Las cosas nunca son como parecen,
se transforman, tal vez se desvanecen,
nuestro entorno, uno mismo, se hace extraño.
No hay traición, no hay olvido, no hay afrenta,
es el tiempo que pasa, o nos ausenta,
semana por semana, año tras año.
Los Angeles, 3 de julio de 2008
1905 - Quebrado espejo
Cuánta imagen truncada en la memoria,
que aunque quisiera restaurar no puedo;
fragmentadas a veces por el miedo,
la fatiga, el revés de cada historia.
Nacieron de la opción contradictoria
del amor y el olvido, cuyo enredo
las creó y quebrantó, y hoy son remedo
superficial de fracasada gloria.
Guardo ese espejo roto en las retinas,
riguroso reflejo de mis ruinas,
vertidos en desorden sus pedazos,
como miembros tras vasto cataclismo.
En todos hay un poco de mí mismo,
en todos hay caricias y zarpazos.
Los Angeles, 3 de julio de 2008
Poemas
Era una bella historia
Era una bella historia sin lágrimas ni sangre.
Una mujer, un hombre, y una mente despierta,
Pigmalión de cinceles desmenuzando el mármol,
que a clandestinos golpes de ideas los engendra.
Eran un bloque amorfo, sin lineas definidas,
en silenciosa pugna por adquirir siluetas,
y nacieron un día como nace la aurora,
casi de golpe, casi, como con impaciencia.
Carecían de historia, de olvidos, de recuerdos,
espíritus en blanco perdidos en la niebla.
Y empecé a darles nombres, galanterías, hijos,
edad, incomprensiones, como cualquier pareja.
Y se fueron haciendo casi reales, como
los álamos, la brisa, la luz, la luna llena.
El era impedimento, no le presté relieve,
pero a ella la hice hermosa como la primavera,
joven y apasionada como un dulce adulterio
jugando a lo perverso con aires de inocencia.
Ella no lo sabía, pero yo la fui amando,
con un cierto respeto maldito en la cabeza.
Ella también me amaba, y aunque no me lo dijo,
fui yo, que al concebirla, la hice así, a mi manera.
Le hablaba cada día con una voz lejana
que era murmullo alegre, pero también tristeza.
Proyectaba su vida, su despertar, sus noches,
le trazaba caminos, le organizaba fiestas,
pero nunca invitaba a su esposo ni a sus hijos,
era tan sólo mía, yo les di la existencia,
y le inventaba al hombre viajes de negocios,
y ella ensanchaba el hueco dentro de su cabeza
donde abandono y duelo golpean las paredes,
y la cárcel del alma se le llenó de grietas.
Se iba perfeccionando, se me independizaba,
era más ella misma que mi génesis, era
más mujer, menos mármol de programada vida,
formulaba preguntas y emitía respuestas.
Y comenzó a mirarme de frente, como miran
las mujeres audaces que no sienten vergüenza.
Y un día…, no era un día de sol ni de canciones,
un día de llovizna, cuando por las laderas
ruedan leves sonrisas sin romper el silencio,
y se abren olorosas y blancas las gardenias,
me rozó con sus dedos las mejillas, diciendo
palabras que yo nunca le asignara a su lengua.
Se había emancipado, pero en aquel momento
me pareció más mía que nunca antes lo fuera.
Agasajó mis días, me convidó a sus noches,
se me abrió, toda espíritu, toda piel, brasa y seda.
Y me amó, su palabra, directa e inequívoca;
y la amé, mi palabra, contagio y transparencia.
Y me negué a mirarla con visión de futuro,
sabiendo que los nudos siempre se desenredan.
Los Angeles, 2 de julio de 2008