Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Añoranza

Índice

Sonetos:
No te añoro El brillo y el calor Contrapunto Webcam Vacilante Sólo unos días Salamanca (I) Salamanca (II) Salamanca (III)
Poemas:
Mujer de lunas llenas Al partir
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Breverías

1326
De todo cuanto forma los recuerdos de los encuentros que he vivido, evoco con más deleite cada instante loco que todos juntos los momentos cuerdos.

1327
Más que la diligencia de la hormiga, dadme la ociosidad de la cigarra; que se escuche mi voz en la cantiga, sobre un leve rasgueo de guitarra; ya ocurrirá el hallazgo de una espiga, y en fresca fuente llenaré mi jarra. El mundo necesita más canciones, y menos ansiedad y obligaciones.

1328
Tal vez yo sea río caudaloso, y seas tú laguna para mí; tal vez yo actividad y tú reposo… Si mañana me vierto sobre tí, y en tu quietud me anego impetuoso, ¿qué importa lo que hoy eres, lo que fui? Sólo una contingencia nos incumbe: que mañana en tus brazos me derrumbe.

1329
Provocativa ingenua, gentil desvergonzada, desnudándote a medias como ofreciendo más; esperaré a que caiga la última barricada que protege tus gracias a base de quizás. Frenando los impulsos, contemplaré el proceso con un tanto de intriga y un tanto de indolencia; luego, toda desnuda, te daré el primer beso, después, serás tú misma, impúdica inocencia.

1330
Te veré duplicada en el espejo, me verás repetido, cuatro amantes en doble abrazo ardiente, tan complejo que se hacen doblemente penetrantes.

Sonetos

1253 - No te añoro
Ruedan los días, sin poder pensarte desasida de mí; te me has ceñido como una nueva piel, y revestido voy de ti misma. No puedo añorarte; añoranza es quererte sin besarte, verte donde no estás, es el gemido que no resbalará sobre tu oído, saberte en lejanía y esperarte. Por eso no te añoro, estás conmigo en vínculo vital, y te prodigo la misma abnegación, igual entrega que obtendrías de mí si en carne y hueso; idéntica caricia, el mismo beso, en franca lealtad que nada niega.
Los Angeles, 17 de marzo de 2005
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1254 - El brillo y el calor
Si yo hijo de la luz, tú hija del fuego, de algún modo los dos somos hermanos, el brillo y el calor, mudos pianos con melodías de íntimo sosiego. Incéndiame la noche, que me niego a tibiezas de abrazos puritanos; amplifíquense lúbricas tus manos en agresivo, inagotable juego. Despedazadas queden las heladas del crudo invierno, surjan llamaradas transformando la noche en mediodía. Hija del fuego, fúndeme en tu hoguera de lenguas múltiples, que soy de cera, y sólo en ti mi luz encendería.
Los Angeles, 23 de marzo de 2005
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1255 - Contrapunto
Voy en busca de noches absolutas que no tengan al alba oscilaciones; noches desentendidas de razones, que alguien tal vez juzgara disolutas; donde convergerán todas las rutas, y de donde no arranquen evasiones; síntesis del candor y las lecciones que ofrecen vírgenes y prostitutas. Aspiro a ingenuidad y a desvergüenza, pues donde aquélla cesa, ésta comienza, mitades son de idéntico conjunto. Desligadas son pájaros de un ala, combinadas, son notas de la escala en armónica unión de contrapunto.
Los Angeles, 24 de marzo de 2005
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1256 - Webcam
Eras una ventana, te has cerrado. Ni veo el campo ni la luz me besa. Se me adelgaza el sueño. Cuánto pesa esta noche, de ti desarraigado. Impúdico, a latidos, el teclado cantaba ayer, pero hoy ya no se expresa; inmóvil, mudo, yacerá en la mesa, emisario de amor, amordazado. Volverás, entrará el sol a raudales, y todos mis instintos animales aclamarán tu rostro en la ventana. Me arrobaré de nuevo en la lectura de tus vívidos gestos... Apresura tu regreso, mujer, que ya es mañana.
Los Angeles, 26 de marzo de 2005
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1257 - Vacilante
Me pesa tanto el tiempo que he vivido… Tanto tiempo sin ti, tanto deseo, mirándote con ojos de museo, valor ajeno, nunca poseído. Tan inmediato que, si me divido, la otra parte eres tú; si balbuceo, se escuchan tus palabras; si flirteo, sólo a mi piel se adhiere tu sentido. Umbral tan improbable, tan distante, que al abordarlo, pierdo, vacilante, la osadía de entrar. ¿No ves que espero? ¿No entiendes el lenguaje silencioso de los ojos, del gesto cauteloso, que se dirige a ti desde el sendero?
Los Angeles, 27 de marzo de 2005
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1258 - Sólo unos días
Se alarga, me intimida y nos aleja este camino que hoy nació; te abraza nueva luz que no es mía; se adelgaza el júbilo de ayer y no alzo queja. “Sólo unos días”, dices. Se refleja la lluvia en tu mirada, que amordaza el grito de la mía; se disfraza el duelo nuevo de sonrisa vieja. Te irás por un camino sin recodos, y te veré volver. Vendrás con todos tus arranques, tu sed, tus ilusiones. Sólo unos días…Oh, insufrible espera… Tan reciente en mi vida, quién pudiera desviar tu camino a mis rincones.
Los Angeles, 29 de marzo de 2003
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1259 - Salamanca (I)
Niña nacida ayer, la primavera da sus primeros pasos por la orilla rufianesca del Tormes; en Castilla la tierra, sin embargo, es siempre austera. Ni verdea el alcor ni la pradera, su piel, arena seca, parda arcilla; pero es azul el cielo, y el sol brilla terso sobre el pinar y la chopera. Cuando tu mano roce en Salamanca sus piedras de oro, vuélvete y arranca las huellas por mis manos allí impresas. Han esperado tanto tu llegada de ferviente mujer enamorada… bésalas, que al hacerlo, a mí me besas
Los Angeles, 30 de marzo de 2005
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1260 - Salamanca (II)
En la Plaza Mayor, al mediodía, frontal suntuosidad de Churriguera, se arracima la turba dominguera tallando a sol y a sombra simpatía. Hora de aperitivos, de osadía fraguando en cada mesa la manera de abatir el prejuicio o la barrera que a la sonrisa elemental se alía. Bajo la protección de la sombrilla, reposando en la mano la mejilla, miras, sin ver, amantes y palomas; vidas sin interés, mundo adyacente. El otro mundo al fondo de tu mente desde lejos te envuelve en sus aromas.
Los Angeles, 31 de marzo de 2005
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1261 - Salamanca (III)
Sobre el puente romano. La corriente resbala por los ojos arqueados, de piedra gris. Los álamos clavados en cada orilla ondean levemente. Gorriones y vencejos, en frecuente revoloteo sobre los tejados de las dos catedrales; y poblados los aires de tañido transparente. Las Dueñas, San Esteban, las Escuelas, el encanto de tantas callejuelas en sombra y melancólica quietud. Y yo añorando tu aire y tus maneras, y pensándome tú, como si fueras parte de mi lejana juventud.
Los Angeles, 1 de abril de 2005

Poemas

Mujer de lunas llenas
Has estado a mi lado tantos siglos, y apenas hoy acabo de encontrarte… No sé si te llamara amada mía, o simplemente amante. La amada es receptora, como lo son los árboles al acoger la brisa reincidente, gentil exploradora, trashumante. La amante es el fervor, la iniciativa, el instinto que sabe abalanzarse, la marea que insiste, y lame, y besa, y al llegar se deshace. Sé mi amante, serás amada mía, espléndido engranaje de émbolos y cilindros, flexibles, rígidos o maleables. Has estado a mi lado tantos siglos, y apenas hoy acabo de encontrarte… He visto lunas llenas en la noche, soles agonizantes en la tarde, pero no tan redondos como los discos de tu propia carne, trazados a compás, con el relieve de sus centros rosáceos al aire. Has estado a mi lado tantos siglos, y apenas hoy acabo de encontrarte. Ah tu avance frontal sobre mis ojos… No pude ver los tuyos, dos estanques de superficie límpida, serena, a la sombra desierta de los sauces. Perdidos en tus círculos, olvidaron el resto del paisaje. Mujer de lunas llenas surgiendo del pasado, que me invades; has estado a mi lado tantos siglos, y hoy finalmente junto a mí renaces.
Los Angeles, 24 de marzo de 2005
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Al partir
Al partir, qué silencio cruel, amenazante, aun llevándote al hombro tal carga de emociones, aun dejándome firmes, genuinas intenciones de volver con tus mismos propósitos de amante. Al partir, he perdido tu imagen y el ferviente tono de tu palabra, cántico de mis horas oscuras, encendiendo mis noches, mis auroras, que esperan desveladas tu vuelta, dulce ausente. Al partir, (siete días, siete ciclos eternos… ¿no requirió la génesis del mundo siete días?), se me han creado siete súbitas agonías, desangrándome el alma, hasta volver a vernos. Al partir, te has quedado, y a la vez te he seguido; verán quienes nos miren tan sólo una corteza abrazándose a un hueco, o a un bloque de tristeza, o a un recuerdo nostálgico, pero jamás a olvido. Al partir, las agujas del reloj se entumecen, retardando sus vueltas, como si por fatiga; ah qué larga semana, que brutal me castiga demorando el contacto que tus manos me ofrecen. Y si al partir te quiero, me doy, te necesito, si al partir sólo esperan mis brazos tu regreso, si mis labios se agrietan, áridos sin tu beso, es porque en mí te arraigas, y al fondo de ti habito.
Los Angeles, 31 de marzo de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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