Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Percepciones

Índice

Sonetos:
En tu ausencia En suavidad vibrante Percepción Fuimos, y ya no somos Remota junto a mí
Poemas:
Irremediablemente Atadura El pasado Negreros de hostelería Hay
seperador

Breverías

978
Vino, besó y se fue, sin dejar huella ni en mi piel ni en la tuya su retozo; fue una sonrisa más, un nuevo gozo, una caricia sin más nombre que ‘ella’. Sobre ambos fue superficial contacto, y efímeros sobre ella los dos fuimos; ella fue préstamo, tú y yo nos dimos... ¿qué nos impide reiterar el acto?

979
Oh, si la luz de la mañana fuera tibieza sensorial de ignota mano en mi desnuda espalda viajera; y en este claroscuro en que desgrano mis horas solitarias, se ofreciera en amalgama de animal y humano... Qué voluntaria víctima sería de tal asalto, tal galantería.

980
Se me cierran opacas, implacables, las puertas del salón del regocijo; yo, tan presta al solaz, ahora me aflijo viendo infeliz rodar interminables las horas de un programa que no elijo.

981
Un alto en el camino, y una oferta para el desconocido viajero; tal soy, en alma y cuerpo descubierta, como flor sin maceta o jardinero; si pasas, me verás libre, despierta; sino tú, otro será; yo, en tanto, espero la mano inquieta, la palabra tersa, y el alma ingenua, y a la vez perversa.

982
Partió con frialdad, sin dar razones, como quien lleva obligación de empresa; como agente vulgar, al que interesa más el contrato que las ilusiones. Mi convenio con él no estaba escrito, aunque tuviera fuerza de muralla; y ahora, en mi soledad, la boca calla, pero la voz del alma estalla en grito.

983
Ya no sé distinguir en mi correo superficial publicidad o chiste, ofertas de negocios o de empleo, razón aislada o sinrazón que insiste; todo lo lleva el viento, sólo leo cuanto nació de ti, porque aún subsiste entre sus líneas la fragancia intensa de quien por mí desea, siente y piensa.

984
Hubo quien me besó, y a quien besé, quien me hizo y a quien hice yo el amor, quien me amó y a quien yo tal vez amé, y unas fueron mejor, y otras peor; y cuando al fin mi vida en ti instalé, fue tal la conmoción, tal el temblor, que mirando hacia atrás, me parecía ser mi vida la de otro, no la mía.

985
Persiste día a día ante mi espejo el sueño de que me abra tu ventana, y ver, al clarear de la mañana, tu despertar desnudo en su reflejo. Y tal vez logre, al extender la mano, acariciar tu piel semidormida, sintiéndola de nuevo estremecida cual la sentí en un tiempo ya lejano.

986
Nadie me toca, y hay una marea de manos sobre mí; una caricia universal que tiembla y me rodea; tacto invisible de sensual pericia, y a su calor la espalda se me arquea... Y hay también desengaño, y la injusticia de que debo en la mente recrearte en tanto que tú y yo estemos aparte.

987
Sigue lloviendo sobre mí, en silencio, yace el silencio en mi interior, lluvioso, si a este presente en sombra me sentencio, ¿qué futuro me aguarda tenebroso?

988
Extraño mundo la obsesión del hombre, y extraña la obsesión de la mujer; uno y otro incapaces de entender las mismas cosas con distinto nombre.

Sonetos

693 - En tu ausencia
Nada existe en mi entorno; me rodea una tiniebla densa en un vacío que filtra en mi interior su propio frío, e impide que te sienta y que te vea. En tu ausencia, mi mano me moldea; por donde tú avanzabas, yo me guío, pero me encuentro transformada en río sin cauce, en mente huérfana de idea. Hoy me has abandonado sin saberlo, cuanto hicimos los dos, yo no sé hacerlo, y el recuerdo se niega a imaginarlo. Prefiero no soñarte así, despierta, porque al salir del sueño estaré muerta, y un muerto no podría superarlo.
Los Angeles, 28 de noviembre de 2002
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694 - En suavidad vibrante
Quizá es la arremetida de la fiera lo que aflora inminente en la mirada; o punta de puñal, filo de espada, en ti, mujer, con alma de pantera. Ojos de terciopelo, en la frontera del animal salvaje en la cañada desgarrando a zarpazo y dentellada, y la serenidad de la palmera. No sé si he de esperar el aura suave trayéndote hacia mí, como una nave, o si cabalgarás el vendaval. Vendrás tal vez con ambos de la mano, y encontrarás tan sólo un ser humano, que te amará con alma de cristal.
Los Angeles, 2 de diciembre de 2002
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695 - Percepción
Recostada en el cuenco de mi mano, encendido carbón sobre ceniza, arde y no abrasa, hiere y cauteriza, y yo pretendo acariciarla en vano. Imagen leve de un perfil lejano, como sombra imprecisa, huidiza, que entre mis dedos duerme, y se desliza indiferente al ansia en que me afano. Incorpórea, sutil, voluta de humo, en cuyo apresamiento me consumo, diminuta apariencia de mujer. Y la mujer real, por quien yo clamo, la que en ausencia vive, la que amo, ¿cuándo podrá a mi lado amanecer?
Los Angeles, 5 de diciembre de 2002
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696 - Fuimos, y ya no somos
No sé si este dolor es tuyo o mío, ni si es mía o es tuya esta amargura; la sangre que otras veces se apresura, parece haber perdido ahora su brío. Ya no soy yo; soy un escalofrío pálido, estremeciendo mi figura, al borde oscuro de la sepultura en que desagua el tiempo como un río. Ya no eres tú; la ráfaga que fuiste, mansa en mi rostro, es hoy un aire triste, crepúsculo del alma y de la piel. Fuimos, y ya no somos; qué infortunio; de vibrar en brillante plenilunio, a temblar en aurora de papel.
Los Angeles, 10 de diciembre de 2002
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697 - Remota junto a mí
El amor me retarda este proceso de envejecer un poco cada día; viste de intrepidez mi cobardía, y obliga a desandar mi retroceso. Si un río se interpone, lo atravieso; ¿alguien me frena?, me alzo en rebeldía; pero sucumbo a la melancolía de no alcanzar tus labios con un beso. Mirando al mar, semidormido en bruma, veo mi cuerpo de encrespada espuma sobre tu cuerpo lúbrico de ola; y me parece ver sobre la arena las huellas de tus pies, mientras resuena tu voz al fondo de una caracola.
Los Angeles, 10 de diciembre de 2002

Poemas

Irremediablemente
Sólo soy dueño de mi pensamiento, el corazón sazona, o languidece, o corre desbocado, y no obedece, vagabundo en perenne ofrecimiento. Dueño soy de conceptos e intenciones, no de sentir, sintiendo aunque no quiera; llevo dentro de mí tal primavera que evapora las otras estaciones. Si me esforzara un día en no quererte, rendiría mi afán tan malogrado, como si pretendiera haber dejado maniatadas las manos de la muerte. No hay mérito en mi amor, no es voluntario, es fuerza inevitable que se impone; la mente es dúctil, ve, piensa y expone, el corazón es siempre autoritario. Por eso te recuerdo libremente, pero te amo en impulso inevitable; y así, aunque no te vea o no te hable, conmigo estás, irremediablemente.
Los Angeles, 28 de noviembre de 2002
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Atadura
(Inspiración/desnuda atada)
La venda de los párpados descansa tenue sobre los ojos; la serena mirada es hacia dentro; la melena cuelga sobre los hombros, suelta y mansa. Circunda una maroma su figura sobre los senos trémulos, desnudos; y los pezones rígidos, agudos, vivos arpones son en miniatura. Aire de abdicación, de acatamiento, de honda sensualidad su cuerpo engloba; y en su concentración nadie le roba la magia voluptuosa del momento. Un hombre de mirada firme y densa se perfila a su espalda, silencioso; y a la vez delicado y vigoroso con ambas manos la maroma tensa. Estremecida y muda, esta mujer parece el alma de un escalofrío, pero en el interior es todo un río volcado en cataratas de placer.
Los Angeles, 28 de noviembre de 2002
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El pasado
Menos viví de lo que siempre quise, menos de lo que piensas he vivido; y aún eso está en tal forma oscurecido, que invisible será a quien lo revise. Volar pueden recónditos fragmentos como las hojas del otoño secas; surgir pueden sonrisas, como muecas, desarraigadas de los sentimientos. Sombras serán de efímera memoria que perdieron calor, cuerpo y vigencia a tu llegada; no hay interferencia: Son vagabundos ecos de la historia. Fantasmas en tiniebla, encadenados al fondo lúgubre del calabozo del olvido, forjado con el gozo sembrado en torno a mí por tus cuidados. Cuando un pasado, como el nuestro, forra de nostalgia y ensueño nuestras vidas, se hace actual, aunque se hallen malheridas, y el pasado anterior huye o se borra.
Los Angeles, 1 de diciembre de 2002
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Negreros de hostelería
Al restallar su látigo el negrero sobre el torso desnudo del esclavo, erigía murallas de silencio, amordazando el llanto amedrentado. La plantación mantiene sus jardines, sus columnas de mármol, la gracia fría de sus blancas damas pasando de abanicos a pianos; aunque el sudor y sangre no se mezclan ya con las aguas turbias de los charcos. Hoy otras plantaciones han surgido, no en campos de algodón, como fue antaño, mas entre mesas, sillas y cristales, al borde del asfalto. Ayer fue el blanco encadenando al negro, hoy es el blanco esclavizando al blanco. Idéntica rudeza, mismo abuso, la palabra sin alma como látigo; ya no les llaman siervos, les llaman empleados; y estrangulan sus vidas por medio de exigencias y de horarios. Y tal vez los domingos se arrodillan, fariseos hipócritas, rezando al sonido del órgano, cada oración un nuevo martillazo sobre las existencias de quienes sólo tienen su trabajo. Sus retinas no ven a la persona, es un número más, no un ser humano; no aceptan el murmullo de sus quejas, rinde mejor el siervo silenciado. ¿De qué sirve el hablar si nadie escucha? ¿A qué fin el reclamo para quien siempre tiene un pie en la calle, carente de seguro y de contrato? Una canción sólo oyen sus oídos, la del gentío en confusión de pasos, de los euros rodando hacia la caja, del negocio vertido en cada vaso. Y si el esclavo un día se derrumba, se le reemplaza, que no es más que esclavo. Negreros de las nuevas plantaciones, almas de piedra envueltas en harapos de desdén y cinismo, de decepción y engaño; hay una guillotina en el futuro, y caerá en vuestro cuello su zarpazo.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2002
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Hay
Hay silencios que duermen en abrazos prohibidos, anacondas que ciñen, mientras a otro envenenan; hay palabras habladas en tonos escondidos, que como un trueno al fondo del corazón resuenan. Hay tal vez una duda con tintes de certeza que progresa hacia norte de infalible verdad, y cubre nuestros días de una inmensa tristeza más tangible y concreta que cualquier realidad. Hay dolores que aplastan, y que nunca se olvidan, y hay amores que parten, que no saben morir; y hay puñales alzados que a la muerte convidan, y una vida inflexible que debemos vivir.
Los Angeles, 10 de diciembre de 2002
Diseño: Carmen Álvarez
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