Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Noche

Índice

Sonetos:
De paso Sin ambigüedades Abrázame Déjate ver Los ruegos de sus ojos Tu voz Reencuentro III La Noche Desmelénate Cadenas Suéñame al despertar Quebrando el molde Embriaguez
Poemas:
Dormido el sexo Noches Mi alma
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Breverías

808
Oigo palabras mudas que nacen de tus ojos, acariciando el alma con suavidad de luna, mitigando tristezas, desvaneciendo enojos, con la quietud serena de una canción de cuna.

809
Con tus manos en alto, que no veden la redondez osada de mi abrazo; adosado a tu espalda, me disfrazo de pulpo, y mis tentáculos proceden a senos, vientre y muslos sin rechazo.

810
¿Por qué susurra la gente sobre tu rostro radiante? ¿Tan obvio es, tan evidente que hay en tu vida un amante?

811
La tinta corre en mis venas, elocuente, descriptiva, temblando a veces lasciva, o gimiendo entre cadenas; reconstruye las escenas que otros, o yo, hemos vivido; y un día, al haber partido, seca ya sobre el papel, será como es hoy mi piel: un silencio, un estallido.

812
Te aguardo en los pasillos infinitos de la espera que no se ve lograda; te llamaré a estremecedores gritos, y sin ti me verá la madrugada.

813
En las alas del viento, en su oleaje, en su vaivén pacífico o furioso, en cada sacudida, sin reposo, buscando voy la luz de tu paisaje. En las alas del viento agitadoras, apátrida me aflijo, sin tu suelo; no hay solidez en mí, sólo un revuelo de hojas marchitas, despobladas horas.

814
A mi palabra el corazón arrojo, y mi palabra el corazón devora, por eso hay en mi estilo un tono rojo de intensidad, y una aflicción que añora.

815
Yo no visto careta, que se pone y se quita, llevo dos rostros propios, firmes, superimpuestos, cada uno sirve al otro, del otro necesita, siendo complementarios, diferentes, no opuestos; si uno tiene la marca de la rosa marchita, transpira el otro euforia, en actitud y gestos; si tú sólo ves uno, ves sólo mi silueta, desconoces al hombre, y tal vez al poeta.

816
La magnética fuerza de tu llanto me impele a ti, en desolación yo mismo, con el fatal, ineludible canto que escuchamos al borde del abismo.

817
Danza, mi amor, con gritos de victoria, como danzan los ríos en sus cauces, fugitivos de ayer y su memoria, que ya la noche duerme, sin historia, en las lánguidas ramas de los sauces.

Sonetos

529 - De paso
“Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.” (León Felipe)
Siempre de paso, sin dejar impresa mi huella ni en poblado ni en desierto, con la mentalidad del aeropuerto, donde uno viene y va, cruza y regresa. Siempre de paso, y a distinta mesa sentarse cada vez; de cada huerto cortar la flor; y anclando en cada puerto, besar y despedir a quien nos besa. Peregrinar ligero de bagaje sin arraigarse a un único paisaje, reciclando la piel y las ideas. Arroyo que a la vez se queda y fluye, tiempo que permanece mientras huye, mar que va reiterando las mareas.
Madrid (Barajas), 25 de octubre de 2001
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530 - Sin ambigüedades
Al explorar tu mente, me extravío en las complejidades de tu intento, sin discernir entre consentimiento, apatía, repudio o desvarío. Con el alma en un puño, te sonrío, reprimiendo entre dientes mi lamento, y se me resquebraja el fundamento de este alcázar de amor que llamo mío. Libera, rompe sin ambigüedades la mudez que amordaza tus verdades, y reviéntalas tal y como son. Y al florecer sin duda o conjetura, pueda darse su nombre a la dulzura, pueda llamarse a la pasión, pasión.
Madrid, 30 de octubre de 2001
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531 - Abrázame
Me sorprende, mujer, tu timidez, rosa que en la distancia palidece; rosa que entre mis dedos se estremece; sorpréndame, mujer, tu desnudez. Adosa en absoluta languidez tu piel contra mi piel, que a ti se ofrece; mi masculinidad, que por ti crece, llama a tus puertas una y otra vez. Cérquenme todas tus extremidades, ábranse sin temor tus cavidades, y en abrazo total te estrecharé. Ambos seremos una sola pieza desde el temblor del sexo a la cabeza; en mí estarás, en ti me quedaré.
Madrid, 31 de octubre de 2001
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532 - Déjate ver
No sé mirarte oculta en el vestido, prefiero tu verdad a tu mentira; manifiesta cuanto eres, y retira el disfraz que te encubre a mi sentido. En desnudez los dos hemos nacido, como el ave y la rosa. Quien te mira ni ve lo que eres ni tu esencia admira, ve lo que la costumbre ha establecido. Muéstrate a mí, revélame lo oculto, que mirarte sin verte es un insulto; despójate de lo superficial. Déjate ver en la inocencia pura que ignora afectación y vestidura, en tu esplendor extático y sensual.
Madrid, 31 de octubre de 2001
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533 - Los ruegos de sus ojos
Al borde del dolor, bajo el oscuro pesar de haberte visto y no logrado, en esta realidad que has desangrado, al afligido flanco de tu muro; ahí gime y duda, trémulo, inseguro, el amante elocuente, aunque callado, que en frente y pecho llevará tatuado tu nombre, en esperanza de futuro. A pesar de mirarte intensamente, ni lo has visto en su pecho ni en su frente, ¿cómo ignorar señal que hablaba a gritos? El al fin se ausentó en melancolías; si de nuevo volviera, ¿advertirías los ruegos que en sus ojos lleva escritos?
Londres, 1 de noviembre de 2001
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534 - Tu voz
Llegó tu voz en íntima cadencia, revestida de cálida memoria, prolongación de tan reciente historia, transformando mi ausencia en tu presencia. Qué vigorosa, diáfana elocuencia palpita en tu palabra; es la victoria de la esperanza, en su esplendor y gloria, sobre el miedo a eventual indiferencia. Tu sedosa expresión lleva el reclamo de nostálgica amante, cuyo ‘te amo’ se repite incansable, sin decirse. Tu voz, tu voz, me llega en el instante en que el alma agoniza, tan distante, reviviendo el dolor de despedirse.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2001
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535 - Reencuentro III
Un día serás tú la que no fuiste, siendo tal vez la que anhelaste ser; no sé si entonces yo lograré ver la imagen que en mis sueños aún persiste. La cuadriga del tiempo no resiste al auriga, clavado en el ayer; todos avanzaremos, sin saber de qué color el porvenir se viste. Fuimos efímeros amaneceres, mediodías después, y atardeceres ahora cara a la noche inexplorada. Si en este desenlace nos unimos, dos extraños seremos, que tuvimos algo en común y no tenemos nada.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2001
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536 - La Noche
La noche es un adios negro, es la muerte cuyo túnel augura una salida; es la mente indolente, adormecida, a la espera de que alguien la despierte. Enemiga de tiempo y luz, convierte relojes y ventanas en guarida de hermética tiniebla, donde anida el afán de vivir, herido, inerte. En mi noche las rosas se desprenden de su aroma, los ojos no se encienden, se hiela la sonrisa, duerme el tacto. Noche que cae no sólo al fin del día, mas cada vez que el alma, triste y fría, parece haber perdido tu contacto.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2001
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537 - Desmelénate
Desmelénate, amor, con el bravío, frontal arranque de insumisa dama, sin consideración y sin programa, con el impulso natural de un río. Extraviado en el núcleo del gentío, indecisa la mente te reclama; sueñan mis manos doble pentagrama sobre la piel del torso unido al mío. La cabellera al aire, mi amazona, y semidescubierta cada zona donde intenta dormir la intimidad, te contemplo venir, y forcejeo con este inevitable titubeo que mal disfraza mi voracidad.
Los Angeles, 11 de noviembre de 2001
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538 - Cadenas
Sal de la noche, que la aurora llega fiel como ayer, y como ayer radiante; la ruina que contemplas, humeante, es la ruina del trigo tras la siega. La muerte no es rotunda, se doblega ante afán de vivir beligerante, si en ti radica obstinación de amante verás cómo la sombra se repliega. Hay tanta luz, colores que no vemos, por amarrarnos tanto a los extremos del pesar, de la duda, del temor. ¿Por qué insistir en inventar cadenas, si en la corriente roja de las venas fluye libre y dinámico el amor?
Los Angeles, 11 de noviembre de 2001
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539 - Suéñame al despertar
No sabría decir si hoy te prefiero vagabunda en tus sueños o despierta, que aquélla abre de par en par la puerta, y ésta, real, se inhibe por entero. Otoño soy, por ti me aprimavero; sobre tu intimidad mi piel se vierta, y tu inocencia tímida pervierta, precediendo el amante al compañero. En mis sueños hay sed, hambre, explosiones hay ofertas en flor, sin represiones, sueños son que persisten, sin dormir. Suéñame al despertar como dormida, como te sueño, junto a mí tendida, tacto integral que no querrás huir.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2001
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540 - Quebrando el molde
Hoy te ofreces desnuda en tus escritos, y mis ojos, ya ciegos de leerte, recobran la visión sólo por verte, quedando a tu horizonte circunscritos. El pensador en mí siente marchitos los conceptos; el hombre cauto y fuerte en imprudente y débil se convierte, y el amante que soy te llama a gritos, Tu lenguaje, terreno movedizo, niebla, murmullo, viento, no se hizo para la claridad, la exactitud. Pero hoy tu propio molde queda roto, se ha hecho la luz, y en su destello floto, inequívoca, joven plenitud.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2001
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541 - Embriaguez
Me buscas en el fondo de tu vaso, y estoy dentro de ti, pues me has bebido; consumes tu cerveza, y consumido me siento de esperar, pues traes retraso.   Te deseo hoy y aquí, no paso a paso, desnuda junto a mí, yo desvestido, presta a jugar cualquier juego prohibido desde la madrugada hasta el ocaso.   Y del ocaso hasta la madrugada; tu cabeza y mis pies sobre la almohada, en sensual y recíproca embriaguez.   No necesitarás botella o copa, pues beberás de mí, mientras arropa la extensión de mi piel tu desnudez.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2001

Poemas

Dormido el sexo
Fue entre el primer asalto y el segundo; rota la fuerza, adormecido el sexo en un nido de sábanas revueltas en convulsión de amores y deseos. No permití el descenso de sus párpados, que cerrados provocan aislamiento. No les dejé dormir, ni ellos querían, que mal se quiere sin estar despierto. El tic tac del reloj enmudecido, y el tiempo inmóvil en profundo sueño, a mi lado desnuda, y alternando lenta mi mano de uno al otro seno, me hicieron el amor sus verdes ojos, penetración del alma, no del cuerpo; sin espasmos, jadeos, ni sudores, con la serenidad de los espejos, que devuelven la imagen, inmutables, y al mismo tiempo se la quedan dentro. Me hizo el amor mirándome a los ojos, en intensa quietud sensual, sin gestos. Qué mutua posesión tan encendida, qué arrebato sexual, dormido el sexo.
Los Angeles, 3 de noviembre de 2001
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Noches
La noche del olvido es siempre larga, como es corta la noche del amor; tan dulce es ésta como aquélla amarga… ¿Qué tiempo hay en tu noche? ¿Qué sabor? Prolongada es la noche de la espera, la del logro, veloz se precipita; ¿qué ritmo hay en la tuya, compañera? Y tu rosa, ¿florece o se marchita? La noche de uno fluye interminable, y es la luz de la aurora para dos inminente amenaza insoslayable… ¿Cómo será la noche del adios?
Los Angeles, 5 de noviembre de 2001
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Mi alma
Tuve en tiempos pasados el alma amplia y abierta, intenciones en arco de brazos extendidos, sentí el cuerpo amasado del deseo y la oferta, y derramé profuso la flor de mis sentidos. Si de unas fue aceptada, fue de otras eludida, de unas queda el recuerdo de enardecida entrega, de otras nostalgia, de otras la sangre de la herida que a través de los años a borbotones llega. Yo las recuerdo a todas, las que hasta mí vinieron cargadas de ilusiones, a corto o largo plazo, y las indiferentes, que desaparecieron sin permitirme el roce ni el calor de un abrazo. Todas viven y tienen su hornacina en mi ermita, fueron algo en mi vida, y aún parte de ella son; en cada una el latido de la pasión palpita como a la expectativa de su resurrección. Ilimitada es mi alma, como es el universo, y aunque evoca el pasado, y aunque a nada es ajena, sólo tú me la pueblas, sólo a ti va mi verso, y en sus concavidades, sólo tu voz resuena.
Los Angeles, 6 de noviembre de 2001
Diseño: Carmen Álvarez
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