Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Himno de luz

Índice

Sonetos:
Arrolladora Definitivo descanso Asimilación Diferentes Antigua llama Retorno A gritos Húmedo sueño El olvido
Poemas:
Sin palabras Este amor Nombre y eco Decaimiento
seperador

Breverías

727
Al despertar del sueño en que irrumpiste, mi corazón latía a martillazos; y paulatinamente te evadiste, desanudando imperceptibles lazos, subsistiendo un temblor amargo y triste en el desierto cerco de mis brazos. En noche sin aurora he de soñarte, sin despertarme, sin evaporarte.

728
Vestida fuiste indefinida ofrenda, que no pude obtener, aunque te vi; luego, desnuda, te erigiste en senda, y seguí paso a paso sobre ti.

729
Perdí el silencio, encontraste la palabra desgastada; al sentirte hoy más amada el amor bastardeaste. Prefiero que cuando me hables lo hagas silenciosamente: el silencio es convincente, las palabras inestables.

730
Tu partida alteró el orden que el cielo estableció, en que todo es como es; la tierra se agitó, queriendo el suelo irse detrás de ti, bajo tus pies.

731
Casa vacía, oscura, abandonada, cristales reemplazados por maderas, en silencio, la puerta bloqueada…, así quedaré yo si tú partieras.

732
Tantas cosas y gentes han logrado descansar en el fondo de mis ojos; mas no tú, cuyo ritmo alborotado danza en mi sangre como diablos rojos.

733
Las palabras son hojas temblorosas de débiles rumores en la rama; desgajadas, devienen silenciosas, nadie las oye, el viento las reclama. ¿Vuelan también las tuyas amorosas?

734
Al mirarme a mí mismo, sólo veo tu propia imagen, porque la hice mía, amasada de ideas y deseo, de realidades y de fantasía; pero al mirarme en ti, no sé si leo cálido atardecer o noche fría; tan opaco es tu rostro que resulta en muda esfinge que el enigma oculta.

735
Ven contra mí en conato de violencia, a mandobles de luz, de fuego y viento, pulverizando aristas, en intento de limar cuanto en mí no es de tu esencia.

736
Columna de humo en espiral erguida, tan esbelta y sutil, tan intangible, tan seductora que al amor convida, y a la hora del abrazo, inasequible.

737
Breve al pasar, crepúsculo de invierno, fresco rocío de radiante aurora; te vi, intenté, mi impulso quedó interno, indecisión que es un lamento ahora.

738
No soy sino lejano recoveco, autor de resonancia repetida; mi palabra es tu voz restituída, que a mí llegó, y a ti volvió en el eco.

739
Te dije adiós por sólo quince días, quince crepúsculos, quince mañanas; ¿cómo pueden tan sólo dos semanas tantos años durar, ser tan vacías?

740
Los días se engalanan del olvido, las noches se revisten de memoria; al avanzar mi nombre hacia tu oído, ¿te hallará en luz, en sombra sumergido, o en la insegura línea divisoria?

Sonetos

450 - Arrolladora
Sinfonía en azul, púrpura y oro danzando en el revuelo del vestido; escucha la mirada y ve el oído dibujado rumor, color sonoro. Himno de luz y risas que incorporo a mi emotividad y a mi sentido, con la atracción fatal de lo prohibido, y el candor circunspecto del decoro. Te mueves virginal y veleidosa, con la elegancia y riesgo de la rosa, en oferta de pétalos y espinas. Entras triunfal en mi castillo interno, y apenas mía, veo que gobierno tan sólo un alma en prodigiosas ruinas.
Los Angeles, 6 de mayo de 2001
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451 - Definitivo descanso
Al filo de la noche sigilosa, abandonaste al fin nuestra ribera; surcó sobre las aguas tu galera a horizonte lejano en que hoy reposa. Lenta, constante, a veces dolorosa, mas llena de esperanza, fue la espera; para ti ya esta tierra es extranjera, al irte hacia la patria luminosa. En sosegada placidez viviste, y en visión de otro mundo que persiste más allá de las olas y las nubes. Las velas de tu nave ya son alas, y ataviada en tus mejores galas, al encuentro de Dios subes y subes.
Los Angeles, 8 de mayo de 2001
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452 - Asimilación
Hice de la palabra mi herramienta, (martillo, escoplo, enseres de escultor); con ella me revisto de sudor al cincelar el aire que en ti alienta. Aire que en el suspiro representa la forma de esa imagen interior que moldeando voy, con el fervor y abnegación de alma de amor sedienta. Lleva mi voz en su temblor escritos tu nombre, mi avidez, los exquisitos atributos de espléndida quimera. Por ti y a ti incesante se pronuncia, te perfila, te horada, y no renuncia a adaptar tu entidad a mi manera.
Los Angeles, 17 de mayo de 2001
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453 - Diferentes
No adoptes cuanto soy; tampoco quiero duplicar el perfil que te define; sólo por encontrarte hacia ti vine, no por ser en tu espejo prisionero. Mírame como soy, un hervidero de impulsos y proyectos que, culmine en éxito o fracaso, determine mi esencia, cuando vivo y cuando muero. Y yo te miraré como quien eres, diferente de todas las mujeres, con rasgos propios, desigual a mí. Dos personalidades, dos razones, resistentes a las transmutaciones, pero incrustadas ambas entre sí.
Los Angeles, 20 de mayo de 2001
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454 - Antigua llama
Me ha llegado hoy su voz, voz del pasado, que si juzgué dormida, está despierta, y que a veces también la pensé muerta, pero parece haber resucitado. De su silencio aún no recuperado, y el alma en dudas de su nueva oferta, siento la herida nuevamente abierta que nunca logró haber cicatrizado. Y en esta renovada incertidumbre, no sé si refugiarme en la costumbre de abrir los ojos y mirar sin ver, o si recuperar los viejos lazos, y de nuevo arrojarme entre esos brazos para tal vez volverlos a perder.
Los Angeles, 21 de mayo de 2001
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455 - Retorno
No más en tierra extraña peregrino, agorero de rostros y lenguajes, desentrañando apenas los mensajes cruzados a mi paso en el camino. Dentro de mí persiste cristalino el más espléndido de los paisajes; ¿quién precisa de exóticos viajes, si el punto de partida es su destino? Esculpida en mi propia roca viva quedaste un día, y yo fui a la deriva, intentando suplirte u olvidarte. Y en la banalidad de cada encuentro, llegué a saber que lo que llevo dentro es de mi realidad la mejor parte.
Los Angeles, 21 de mayo de 2001
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456 - A gritos
Tanto ha llovido en nuestras soledades, tan vasta es la distancia, y tan oscura, que los ojos, sedientos de hermosura, se anegan en sus propias humedades. En nuestra carne las adversidades clávanse a dentelladas de amargura, pues falla el roce que la piel procura, y el alma sólo abraza irrealidades. Falto de voluntad, llamo al destino, pidiendo a gritos que este clandestino, este prohibido amor al fin florezca. Que el surco abierto encuentre las semillas, y que me abracen firmes tus rodillas desde el crepúsculo hasta que amanezca.
Los Angeles, 23 de mayo de 2001
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457 - Húmedo sueño
Eres el árbol que trepé dormido, palmo a palmo, en impulsos y sudores, brazos asiendo ramas en temblores, y vientre al tronco en júbilo ceñido. Sin sentir la aspereza del vestido, corteza que arrancaran los calores, avancé entre las ramas inferiores, y en verde fronda me detuve erguido. Un aire cálido agitó las ramas, pareciéndome estar envuelto en llamas, pero elegí abrasarme antes que huir. Y el fuego ardió, fundiendo mi firmeza, y en fuego desperté, y en la certeza de que un día tú lo hayas de extinguir.
Los Angeles, 27 de mayo de 2001
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458 - El olvido
En la memoria hay una zona oscura contra el muro del fondo replegada, precedida de niebla prolongada donde sólo el olvido se aventura. Te has internado allí, ciega, insegura, y quedó tu silueta disipada como al atardecer queda apagada la luz, cuando la noche se apresura. Qué olvidada te tengo, qué perdida, que ya no sé tu nombre, ni hay herida que no ha logrado ya cicatrizar. Sombra en la sombra de mi pensamiento, impalpable, invisible como el viento, como el viento que gime en el pinar.
Los Angeles, 30 de mayo de 2001

Poemas

Sin palabras
Ese ciego torrente de rumores que nos sumerge el alma cada día, y nos distrae de contemplar las flores, río de ruidos alborotadores, hoy refrena su curso, y se desvía. Frente a ti, en el sosiego de un mundo absorto, inmóvil de repente, yo también estoy ciego, sordo y mudo a lo ajeno, porque llego en silencio, mi voz más elocuente. Denso silencio, sólo interrumpido por miradas que gritan, el golpe seco de cada latido, y el callado estallido de mil ideas que la mente agitan. Si así me escuchas, y si así me miras, percibirás y oirás cuanto deseas, y tu verdad oiré mientras suspiras, que en la voz del silencio no hay mentiras, porque se ven y se hablan las ideas.
Los Angeles, 11 de mayo de 2001
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Este amor
Este amor ha emergido inesperado, soñado un día, y al llegar, sorpresa; vino al amanecer, en la hora blanda, cuando más frágiles las almas quedan; se acercó de puntillas, y no llamó a la puerta; y aunque usurpó la casa, es todavía niño, y titubea. Este amor ha medrado vigoroso, álamo erguido en la árida meseta, sacudidas las ramas por el viento, e inconmovible en su postura recia; hombre curtido por el sol de estío sobre la piel, y al fondo de las venas; y es a la vez color, frescura, aroma, luz que florece, rosa que destella. Este amor se mantiene sin temores, para el hoy, desvelado centinela, para el mañana, oscura nebulosa, para el ayer, amnesia; vive en su aislada, idílica colina, ignorante de valles y laderas, como quien sólo reconoce el lote poblado por sus pies sobre la tierra. Este amor que retira su mirada del fuego, y la reclina en las pavesas, ya no intenta atrapar la blanca nube, ni en la canción del viento se deleita; se le han evaporado ya los sueños, y en la noche monótona bosteza. Este amor, este amor que fue…, se ha muerto, y en silencio el olvido le desmiembra.
Los Angeles, 18 de mayo de 2001
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Nombre y eco
De absurdas multitudes emergí, uniformes, anónimas, vulgares, sin más firma que huellas dactilares; sólo tú tienes nombre para mí. En tu avenida cada casa ostenta números sucesivos en las puertas; las otras casas me parecen muertas; sólo a tu hogar tu nombre representa. Porque tú eres tu casa, sin guarismo, donde tu propia identidad palpita, la cápsula en que vives, que te habita, el nombre que eres tú, que soy yo mismo. Más que una circunstancia o un detalle, siendo yo el eco en copia de tu nombre; no existe otra mujer ni existe otro hombre, sólo un nombre, y un eco, por la calle.
Los Angeles, 18 de mayo de 2001
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Decaimiento
Roble arraigado en tierra improductiva, en aparente robustez erguido; el jugo del subsuelo que he absorbido corre en mis venas de madera viva. Por mi tronco, elevado a cada rama, ayer sentí su ascenso persistente; pero hoy, debilitado, decadente, hacia su propio origen se derrama. Y en paulatina gravedad desciende, drenándome los miembros de energía; mi fronda pierde ya su lozanía, y de mí lentamente se desprende. Me abandonan rumores y matices, mientras sobre mí mismo me repliego; y apenas nadie ve que, en mi sosiego, desangrándome voy por las raíces.
Los Angeles, 19 de mayo de 2001
Diseño: Carmen Álvarez
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