Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Ráfagas

Índice

Sonetos:
Ráfaga Integración Siempre en marcha Eterno retorno
Poemas:
Frente al mar Espectros Rosa amarga Subyugado Seis años Extraviado Secretos Manifiesto revolucionario Resuelve Dos en uno
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Breverías

497
Ven hacia mi con silenciosa furia, que de tu mar yo soy el rompeolas; cúbreme, y déjame contigo a solas bajo la pleamar de tu lujuria.

498
Hoy he puesto la voz a tus mensajes, y escucharte podré cuando te lea; muéstrame ahora tu imagen, y haz que vea tu panorama en vivo, esos paisajes que hasta hoy no han sido sino vaga idea.

499
Oye el clamor que sale de ti mismo, no los triviales gritos de la plebe, vestidos de la toga del cinismo; en la idiotez común sólo se bebe el tóxico fatal del idiotismo.

500
Dame quinientos besos, y quinientos dispersaré sobre tu piel inquieta; tú la diana serás de mi saeta, de mi alta mar la rosa de los vientos. Quinientos sueños, y quinientos ojos para a la vez cegarme y contemplarte; quinientos corazones para amarte, y para no perderte, mil cerrojos.

501
Mirarte al besarte, besarte al mirarte, mirarte y besarte al hacer amor, tenerte en mis brazos y al fin penetrarte por todas tus puertas, y diseminarte temblores, ardores, clamores, sabor.

502
Entre dos noches, luminoso día, muerto ayer y mañana inexplorado, sólo hoy avanza, pie que desafía terreno virgen, nunca antes hollado. Sol que entreabre las sombras, y se adentra en un mundo de nuevas percepciones; descubre todo tu esplendor, y encuentra el hervidero de nuestras pasiones.

503
Hoy no es mi soledad como era ayer, ni lo será mañana como ahora; que cada día de una forma llora, como es distinto cada atardecer.

504
Se retiró al desierto, fugitivo del ruido, en busca de silencio, de sosiego y olvido; mas el aire y la arena parecían repletos de insistentes rumores y espíritus inquietos. Y no alcanzó a ponerse del tráfago al abrigo, porque el fragor del mundo lo llevaba consigo.

505
La prudencia es soldado que repliega sus avances por miedo del fracaso; reloj dormido en miedo del retraso, más que luz que ilumina, es luz que ciega, Sé más bien temerario, irreflexivo, persiguiendo tu meta sin rodeos, y ejecuta hoy tus íntimos deseos... Quién sabe si mañana estarás vivo.

506
Hombre y poeta soy, y cuanto escriba llevará plenitud de gozo y queja; en torno a mí, tú volarás, abeja que tanto al libro como al hombre liba.

507
El manantial, la rosa, el colibrí, la estrella, el campo, la mañana pura, cuanto un día soñé, cuanto viví, no es realidad, carece de estructura; la realidad del mundo vive en mí.

Sonetos

280 - Ráfaga
Son los amores ráfagas de viento: Llegan, envuelven, vibran y se van. Tal vez adquieren fuerza de huracán, tal vez calor y suavidad de aliento. Pero, ya sosegado o turbulento su carácter, efímeros serán, y tanto cumplidor como rufián entonarán idéntido lamento. Ven, ráfaga de amor, generadora de la actitud que canta, ríe y llora; ven, ráfaga de amor, aunque fugaz. Que tu soplo me azote, ciña y ciegue, me exalte en su espiral, y no me niegue la extraña dicha de vivir sin paz.
Minneápolis, 20 de octubre de 1999
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281 - Integración
Labios que te besaron, ya cerrados, aún claman en silencio por tu boca; y en mi interior, con solidez de roca, tus rasgos llevo a fuego cincelado. Mis sentidos te esperan desarmados; regresa como un río, y desemboca dentro de mí con ímpetu, y provoca la insurrección de instintos doblegados. De tu gozo transmíteme el contagio; si al fin de mi periplo hay un naufragio, abre los brazos para en tí anegarme. Vayamos de la mano en la vereda confusa o luminosa que aún nos queda, que sólo a tu vivir quiero integrarme.
Minneápolis, 24 de octubre de 1999
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282 - Siempre en marcha
"La vida debe tener su corriente; el agua que no corre se corrompe". (Lamartine)
Arroyo, no detengas tu corriente, que agua que permanece estacionada peligra de quedar contaminada bajo la superficie transparente. En tus umbrales rumorosa fuente, de alegre retozar, precipitada, en juventud de campos perfumada, para mañana devenir torrente. No te detengas, mira que tu vida se halla, como la mía, entretejida de partidas, transcursos, y objetivos. Y al suspender la marcha, atrofiaremos nuestros propios sentidos, y seremos muertos que en pie parecen estar vivos.
Los Angeles, 19 de noviembre de 1999
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283 - Eterno retorno
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.” (Pablo Neruda)
Revierte a mí, perdida primavera de hojas mustias y aroma descompuesto, que la escarcha, heladora de tu gesto, no pudo congelar la sementera. Nueva vida se anuncia, pregonera de verdes tallos en feliz repuesto de lo desmantelado ayer, y enhiesto cada árbol enarbola tu bandera. Nunca termina todo en el invierno, que es sólo una fracción del ciclo eterno por el que avanza el alma en desnudez. No hay cuatro, sino muchas estaciones, morir y renacer de corazones que aman y pierden una y otra vez.
Los Angeles, 19 de noviembre de 1999

Poemas

Frente al mar
Te veré junto al mar verdiazulado, corazón juvenil de cuerpo adulto; mas no en la playa, feudo de tumulto, sino en la calma del acantilado. Escarpado perfil, margen brumoso, recibidor en sus concavidades del estrépito de las tempestades y del flujo sereno y espumoso. Seré la pleamar anegadora irrumpiendo en crecida inevitable, y ya te mire, te acaricie o hable, fuerza seré gentil, no abrumadora. Envolverán mis aguas tu existencia a contacto integral comprometida, en mí incrustada, entrada sin salida, confluencia de dos, sin divergencia. Brisa apacible con afán de viento, viento con intenciones de galerna, idéntico el impulso que gobierna el mar y el alma, dócil o violento. Vendré a tí como el aire acariciante ondulador de cabellera y blusa, o el vendaval que no tolera excusa, agresivo, febril, desafiante. Y sobre el promontorio he de adorarte, ambas miradas en la lejanía, y después tu mirada será mía, toda tú lo serás, parte por parte. Oh, frente al mar, que a nuestros pies revienta, te veré y amaré en brisas salobres, y para asegurar que en mí zozobres, desencadenaré en tí mi tormenta.
Los Angeles, 20 de octubre de 1999
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Espectros
Fría es la noche, y el temor es frío, cruje bajo los pies rígida escarcha, y es la sangre en las venas como un río que bajo el hielo lentamente marcha. Fría es la luz filtrándose en la sala, fríos los candelabros extinguidos, y húmedo el frío que los huesos cala por la piel de los miembros ateridos. Y hay frío en el hogar, y en el ambiente del cuadro de sombríos personajes de apática mirada indiferente luciendo aristocráticos ropajes. Y cada noche oscura se despegan del lienzo en la pared las pinceladas en formas incorpóreas, y navegan, sombras sin sombra, en lóbregas jornadas. Ni hay eco de pisadas, ni hay aliento, sólo un avance en flotación ligera, como una ráfaga glacial de viento a través de la grieta en la vidriera. Pasaron ante mí, mas no me vieron, ni yo les ví, tan sólo su presencia se hizo sentir, y cómo estremecieron mis sentidos desde su transparencia. Alcé la vista al cuadro sobre el muro y sus espacios ví blancos, vacíos... Sólo una joven de cabello oscuro quedaba, con sus ojos en los míos. Una sonrisa afable florecía sobre sus labios tenuemente rojos, mezcla de amor y de melancolía, y no pude apartar de ella mis ojos. Me acerqué a la pintura, seducido por un misterio tan incomprensible, y al rozar con los dedos su vestido me circundó un calor irresistible. Pero mi espalda percibió al instante la frialdad del grupo en su regreso; la miré una vez más, y su semblante me pareció la encarnación de un beso. Y aquella noche tuve que dejarla, mas cada día paso hora tras hora contemplando el retrato, y al mirarla siento que cada vez más me enamora.
Los Angeles, 28 de octubre de 1999
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Rosa amarga
Rosa amarga, rosa amarga, que no tienes quien te abrace, sino el recuerdo lejano y el sentimiento culpable. Tus pétalos van cayendo agostados por la calle, la muchedumbre los pisa, los arremolina el aire. Y sobrevives desnuda, sin más adorno en el talle que las espinas agudas, dolorosas y sangrantes. Rosa amarga, rosa amarga, rosa de las soledades, creadora de espejismos que te mantienen aparte de la realidad, y lloras inexistentes ultrajes. Rosa amarga, rosa amarga, firme ayer, hoy vacilante, brote de la primavera que al estío no llegaste. Las notas de tu salmodia lamentos son, no cantares, incapaz de abrir los ojos sobre tu propio paisaje. Rosa amarga, rosa amarga, aplica por un instante la mano sobre la herida para detener la sangre, sin indagar cúya espina rasgó tu piel al tocarte, que el culpable es uno mismo, no es la espina la culpable. ¿No tiene la rosa espinas? Rosa amarga, ¿no lo sabes? Rosa amarga, rosa amarga, donde al caer de la tarde rondaban los ruiseñores, y hoy rondan los alacranes. No culpes al jardinero, que ni es demonio ni es ángel, culpa a la naturaleza que hizo al tiempo tan mudable, que al árbol viste y desnuda, y cuanto crea, deshace, ya sea una rosa amarga, o el amor de dos amantes. Rosa amarga, rosa amarga, cesa las hostilidades.
Los Angeles, 1 de noviembre de 1999
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Subyugado
Si cien anillos de oro poseyera, sólo el tuyo en mi dedo llevaría; al caer cien miradas en la mía, tus ojos son los únicos que viera. Serás de mi desierto la palmera, no la jungla caótica y sombría; en la debilidad, tú la energía; y en la orfandad del alma, compañera. Vine a través de noches de aflicciones, ignorando cautelas y razones, sólo con la certeza de encontrarte. Te vi como una luz sobre la cumbre, me deslicé de entre la muchedumbre y quedé subyugado al subyugarte.
Los Angeles, 2 de noviembre de 1999
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Seis años
Soy el rosal de una vida que brotó esperanzadora; soy la brisa arrulladora, fuente fluyendo escondida, mentalidad soñadora. Hoy no soy más que un indicio de lo que vendrá después; semilla que ha de ser mies, juego que ha de ser oficio, tallo que ha de ser ciprés. El rosal tendrá su día sonriente en primavera; habrá una rosa primera, luego rosas a porfía, sin límite, sin barrera. Y luego vendrá la brisa ondulándome el vestido, primero como un silbido con suavidad de sonrisa, y después como un rugido. Y rumorosa la fuente irá creciéndose en río, adquiriendo nuevo brío, desbordándose en torrente sobre el paisaje vacío. Y la mente visionaria de los cuentos infantiles soñará nuevos perfiles, en reclusión solitaria, o alianzas varoniles. Aunque apenas adivino lo que he de llegar a ser, sé lo que tengo que hacer avanzando en el camino de la niña a la mujer.
Los Angeles, 5 de noviembre de 1999
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Extraviado
El día, que en tus ojos destella soleado, se perfila en los míos nostálgico y nublado. La canción que despierta tu recuerdo más tierno, tiende un manto de nieve en mi recóndito invierno. La oscuridad, testigo de tu entrañable encuentro, me obstaculiza el paso, y se me filtra dentro. Y la luz, que en tí rompe en un iris de colores, me ciega a fogonazos de irritantes fulgores. El sendero seguido se nos ha bifurcado, y sin tu compañía, camino extraviado.
Los Angeles, 6 de noviembre de 1999
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Secretos
Llevo al costado una alforja de secretos aprendidos, y un cofre dentro del alma donde ocultos van los míos. Ni los unos ni los otros llevan tarjeta de olvido, y a veces se hablan, y a veces desembocan en conflictos. La intriga extiende sus alas merodeando en sigilo como buitres al acecho sobre el ciervo malherido. Pero he de cuadrarme en firme, resistiendo su escrutinio, que el secreto se evapora si se escapa de uno mismo. Ni lúgubres son ni viles porque deban quedar íntimos; que perfume que se airea se perderá sin vestigio; que por ventanas abiertas sale el calor y entra el frío; que saldrá por otra boca lo que entró por otro oído. No me pidas que te cuente de lo que he sido testigo, de lo que una voz amiga en confidencia me ha dicho; que no es mío en exclusiva, y aún no he cercenado el hilo vinculador de mi mente a otras mentes y a otros sitios. Podré descubrirte el mundo de mis más hondos instintos, y de mis sueños despiertos, y de mis sueños dormidos, pero he de llevar a cuestas en silencio reprimido tanto los secretos de otros como los secretos míos.
Los Angeles, 8 de noviembre de 1999
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Manifiesto revolucionario
Olvidad, arquitectos, la plomada, dejad el cartabón y el teodolito, que el cemento y los bloques de granito van del palacio hacia la barricada. Se escucha el requiem de la línea recta, hundidos estatutos y preceptos, sobreviviendo epígonos ineptos cuya inutilidad todo lo infecta. Rómpase ya el troquel de la costumbre, la línea curva su poder reclame, y que en las avenidas se derrame con bárbaro furor la muchedumbre. Que la pasión empuñe su martillo para pulverizar la simetría; el método, el compás y la armonía deben perder su consistencia y brillo. Rehusaremos el módulo cuadrado, con precisión de encaje y uniforme, y al rascacielos de formato enorme suplirá el megalito improvisado. El canon apolíneo ha de ceder al nervio dionisíaco; al reposo reemplazará el impulso vigoroso; y habrá un hoy, sin mañana y sin ayer. Se ocultarán las vírgenes vestales, libarán las bacantes sus excesos, y en pétalos eróticos, mil besos florecerán en todos los rosales. No el ciervo, el tigre regirá la tierra, el intrépido, no quien se arrodilla; y será en los conflictos la guerrilla, no el ejército, el yunque de la guerra. No aspiramos a un clima de bonanza, más bien al huracán y a la galerna; la voluntad será quien nos gobierna, y el deseo febril nuestra alianza. Seremos obelisco, no ciudad, y más que estepa, agreste cordillera, más que desierto hemos de ser palmera, frente a la masa, individualidad. No buscamos el sueño de la mente, porque quien duerme su dolor olvida; preferimos la angustia de la vida, a una mentalidad indiferente. Entiérrese el sensato en la memoria, su paraíso azul o su nirvana; que hemos de ejecutar cada mañana las empresas nacidas de la euforia Místico anacoreta, infiel pagano, rueda viajera, obstáculo que impide, martillo que une, sierra que divide, dondequiera que estés, sígueme, hermano. Que al pasar por el arco de la entrada, ha de purificarte nuestro fuego, y un nuevo tú renacerá, que luego verá el sol de una nueva madrugada.
Los Angeles, 9 de noviembre de 1999
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Resuelve
Ávida de tu idea y sentimiento, a la espera estaré de tu mensaje, inútil el oído, el ojo atento para captar la imagen que presiento sugir de entre los rasgos del lenguaje. Aunque en mí estás y en tu interior habito, agoniza mi espíritu inseguro, me siento defraudada, y casi grito, incapaz de entender lo que has escrito con texto negro sobre fondo oscuro. Envuélvete de nuevo en claridades, deja la niebla de las confusiones, ven a mí en línea recta de verdades, en desnudez total de ambigüedades, sin disfrazar designios o emociones. Dame tu letra en oro refulgente sobre fondo de noche enamorada, dame rojo de sangre que reviente, ya en catarata o surtidor de fuente, en la pálida luz de la alborada. Te quiero cierto, fijo, definido, libre de indecision o interrogante, con palabra nutrida de sentido, forma precisa, pleno colorido, siendo yo en tí, tú en mí participante.
Los Angeles, 16 de noviembre de 1999
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Dos en uno
No soy uno, yo soy dos, y ambos somos prisioneros cuyas vidas languidecen en la cárcel del recuerdo, entre muros de nostalgia, y barrotes de silencio. Uno sólo, y dos distintos, no sé si un alma y un cuerpo, dos ideas contrapuestas, o en un corazón dos sueños. Cada madrugada llegan pegasos de luz y viento que a través de la ventana mitigan el cautiverio. Pero uno ve la sonrisa del cuadro de claro cielo, y el otro la densa sombra acobardándose dentro. En la línea del camino que se deslíe a lo lejos, uno ve alegre arribada, y el otro sólo ve el cieno. Si en la noche contemplamos absortos el firmamento, el uno ve las estrellas, y el otro ve el cielo negro. Y de la mujer que aún vive dentro de mis pensamientos, el uno ve lo que tuve, y el otro lo que no tengo.
Los Angeles, 20 de noviembre de 1999
Diseño: Carmen Álvarez
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