Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Encuentros

Índice

Sonetos:
Puzzle Siameses Madre La espera Oportunidad perdida
Poemas:
Vicky Anuario de la madre Su partida Septiembre Cita en la Alhambra La jaula
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Breverías

201
Me arrancaré los ojos para no contemplarte, lavaré la memoria para olvidar tu nombre, y he de lijar mis labios, porque anoche, al besarte, me dejaron los tuyos el sabor de otro hombre.

202
He reclamado al viento las hojas que arrancó del calendario, para volver mi vida a aquel momento malgastado sin el ofrecimiento de unir mis pasos a tu itinerario.

203
Alma de hierro, resistente al ruego, tan incierta como un puñado de agua; yo he de ablandar ese metal al fuego, y a martillazos en mi propia fragua.

204
Guardo mi piel para tu mano ausente, y mi mano irá en busca de tu piel; y con los veinte dedos, mansamente, nos pintaremos detalladamente, siendo a la vez el lienzo y el pincel.

205
Ella descuartizaba la esperanza de sus amantes con feroz dureza, sin conceder lugar a la venganza; dejándoles vacía la cabeza, y el corazón clavado en una lanza. Pero un día se alzaron esos muertos, con ojos de rencor a llamaradas, pechos sangrantes, íntimos desiertos, y sobre ella cayeron a lanzadas..., y murió con los dos brazos abiertos.

206
Despierta mis estímulos de amante, sal del letargo que ata tus sentidos; te quiero frente a frente, cimbreante, no espalda contra espalda, ambos dormidos.

207
Serán amantes, y estarán ungidos de una locura azul sin titubeos; no lucharán, tendrán juegos prohibidos, sin ambiciones de obtener trofeos, porque tan sólo habrá muertos y heridos en desafíos, justas y torneos… Si el amor es un campo de batalla no vencerá quien habla, mas quien calla.

208
Adormecido estuve tantos años que olvidé suavidades y temblores; me deslicé sin motivar rencores, sin producir ni padecer engaños, pero también sin recoger las flores. Mas la campana del vivir resuena, y su tañido trota el campo muerto estremeciendo el alma: Estoy despierto, presto a apropiarme la mujer ajena, y a recoger las rosas de su huerto.

209
Rojo de sangre llevo el pensamiento por el dolor de verte incomprendida de quien te debe apoyo y voz de aliento. Ellos no han de vivir tu propia vida; sigue tu impulso, la cabeza erguida, amplia sonrisa, y el cabello al viento.

210
Rompe la lluvia en sollozo de innumerable lamento, despertando el sufrimiento, y durmiendo el alborozo. Pero al abrirse tu rosa en mis manos aquel día, tu llanto fue de alegría, de alegría luminosa.

Sonetos

88 - Puzzle
Un caos de minúsculas bellezas, rotos fragmentos de tus soledades, arrastra el alma en sus perplejidades transformándola en mi rompecabezas. Una tras otra encajaré las piezas en las curvas de tus concavidades, armonizando las diversidades que veo terminar donde tú empiezas. Y mis manos irán reconstruyendo tu paisaje interior, despedazado por la garra cruel de la amargura. Y el alma renovada, dependiendo del artista que la ha remodelado, suya será, no sólo su escultura.
Los Angeles, 25 de abril de 1998
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89 - Siameses
Dos realidades físicas unidas, y un sólo corazón, cuyos latidos acompasan los íntimos sonidos del alma que se niega a despedidas. Se interconecta el flujo de ambas vidas, cordón umbilical de los sentidos, ambas cierran la puerta a los olvidos y ambas lloran de la otra las heridas. Será cualquiera intervención en vano, pues ni piden ni aceptan nuestra ayuda, y están entrelazadas de tal suerte, que al tratar de operar el cirujano, su bisturí producirá sin duda dos fallecidos de una sola muerte.
Los Angeles, 27 de abril de 1998
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90 - Madre
Si al extender la mano, no hay ninguna que con amor pueda estrechar la mía, retornaré al pasado en agonía, y me dirá el recuerdo que aún hay una. Cuando en mis noches de dolor, la luna me abandone a la sombra densa y fría, volveré la mirada al dulce día en que escuché tu voz sobre mi cuna. Lejos quizá estaré de tu persona, pero a mi lado siento tu presencia como ráfaga de aire refrescante. Unico amor que nunca decepciona, brazos abiertos a la confidencia, alma plasmada en el gentil semblante.
Los Angeles, 28 de abril de 1998
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91 - La espera
Lágrimas por mi culpa derramadas, rasgándome la piel del sentimiento; ni vi la pena ni escuché el lamento, mas corren con mi sangre entremezcladas. Qué soledades nunca anticipadas descargaron en ella el desaliento, pero no retiró el ofrecimiento de sus pasiones íntimas, calladas. Esperó mi regreso inevitable protegiendo la luz de la esperanza bajo las alas negras del dolor. Tan firme como fuera vulnerable, nunca dudó a pesar de mi tardanza, y al llegar se me abrió como una flor.
Los Angeles, 30 de abril de 1998
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92 - Oportunidad perdida
Si el joven que yo fuí hubiera encontrado la ardiente mujercita que tú fuiste, no habría en tu mirada el tono triste nacido del amor acostumbrado. Si está mi corazón amordazado y el tuyo de rutina se reviste, es porque un día azul tú no viniste y ambos nos fuimos por distinto lado. Si tus brazos se encuentran inactivos, si en tus labios los besos no florecen, si el sexo duerme en soledad vacía, es porque un día fuimos fugitivos, y aquellas cosas que te pertenecen han de ser tuyas cuando seas mía.
Los Angeles, 30 de abril de 1998

Poemas

Vicky
Vino hacia mí una tarde casi con titubeos hablando de tristezas y de simples deseos. Flotaban soledades en sus ojos rasgados, y dolores lejanos aún no cicatrizados. Al temblor en sus labios de dulzura callada con tímidos rubores descendió la mirada. La tomé de la mano, fría y estremecida, y percibí al momento ligera sacudida. Y al punto esbozó leve sonrisa acogedora, mostrando una apariencia más esperanzadora. En las últimas luces del día, caminando bajo los verdes pinos, la ví casi llorando. Y me contó su vida, y sus aspiraciones, las breves alegrías, las grandes decepciones. Isla sola y perdida en la distancia inmensa, como una rosa, frágil; como un niño, indefensa. Me habló de las canciones que vibran en su alma, de los ruidos extraños que perturban su calma. De su afán y su anhelo de tener un amante que la encierre en sus brazos vehemente y constante. Alguien que la susurre dulzuras al oído, que la arrulle despierto, que la sueñe dormido. Y ella se entregaría como una flor abierta, con el cuerpo vibrante y el alma descubierta. Hubo un silencio triste rondando los pinares, inmerso en la nostalgia de sus mudos cantares. Se detuvo un momento junto a la verde orilla, y ocultando un sollozo, me besó en la mejilla. Y sin hablar seguimos el resto del camino, esperando optimistas un cambio del destino.
Los Angeles, 26 de abril de 1998
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Anuario de la madre
Año 0 Siento emociones íntimas y extrañas cual si fuera invadida por un río; nueva vida se agita en mis entrañas, y el pequeño invasor es todo mío. Año 1 Oh, qué rosa ha nacido en mis rosales, reflejo de mi rostro y de mi vida, ángel depositado en mis umbrales por la mano de Dios, hija querida. Año 6 Por vez primera la llevé a la escuela, filtrándose en un grupo bullanguero, sin mirar hacia atrás, ave que vuela por nuevo espacio, mientras yo la espero. Año 16 Hoy trajo a casa un brillo en la mirada con el misterio de la luna llena; canta en su risa el alma enamorada, abriendo un ciclo de alegría y pena. Año 17 Anida la tristeza en su semblante y el llanto fluye silenciosamente por el amor herido e inconstante... ¡Cómo me sangra el corazón doliente...! Año 18 El hombre que la amó me la arrebata, y ella feliz inicia otro camino. Yo siento sobre mí una catarata de gozo y de inquietud por su destino. Año 19 Vino a verme. De nuevo una aureola circundaba su rostro enardecido; y al verla entrar, fue su sonrisa sola quien me habló de su cuerpo florecido. Año 20 Un ángel más desciende desde el cielo y aparece en su puerta una mañana; Y un día ha de llegar en que alce el vuelo... pero esa coyuntura está aún lejana. Año 23 ¡Cómo te ví nacer, desarrollarte, llorar, reir, jugar y enternecerte... Cómo te ví después enamorarte; Cómo en mí estás, amor, hasta la muerte. Respuesta: Llevo en el alma la divina huella de tu recuerdo, madre inolvidable; otras pisadas hay, pero tan bella ninguna habrá, ni tan imperdurable. En tu interior un día me tuviste, y en tu interior me llevas todavía. Nunca al pensar en tí puedo estar triste, pues soy tan tuya como tu eres mía.
Los Angeles, 27 de abril de 1998
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Su partida
Abrázame en el pórtico del llanto, donde flotan de luto las banderas; mis lágrimas murieron agotadas, y quiero una vez más llorar por ella. Pasó el viento de largo sin ser visto, vino la lluvia y se perdió en la tierra, se consumió la lámpara en la noche, y se durmió la luz en las tinieblas. Y ella en su lecho se agostó despacio como el rosal sobre la tierra seca; y absorbió oscuridades en los ojos, y la palabra fue perdiendo fuerza. Con invisible mano fría el tiempo borró el color y la vistió de niebla; mas ni el dolor ni la desesperanza menguaron su enigmática belleza. Oh soledad, que te juzgué dormida, y penetraste en mí sin resistencia, uniendo su partida y tu llegada en la noche del alma triste y negra. Cómo vino a ser parte de mi vida, y cómo su dolor se hizo mi pena, y al llegar el momento inevitable de cruzar la fatídica frontera, me arrebató la flor del sentimiento dejando mi alma inánime y desierta. Soledad que viniste con su muerte, ayúdame a llorar por mí y por ella.
Los Angeles, 5 de mayo de 1998
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Septiembre
En el otoño te veré, mi amada, en el otoño de añoranzas verdes. Larga la espera, intensa la esperanza, firme la fé, el espíritu rebelde, dos ríos en vertientes paralelas, combinando al final ambas corrientes. Saltaremos a bordo, entrelazados, al arribar la nave de Septiembre, sin calendario, ni reloj, ni agenda, deseo intenso y equipaje leve. Septiembre nos traerá en ofrecimiento suaves caricias y pasiones fuertes, que, hundidas en olvido tantos años, una vez más con ímpetu florecen. Qué corazón tan nuevo te he guardado, qué cuerpo casi virgen aún retienes; cómo vendrá la noche anticipada envuelta en rendiciones impacientes, y cómo el nudo del desnudo abrazo perdurará cuando la aurora llegue. Años dormidos prensarán sus días en breves horas, nunca suficientes, pero derribaremos la clepsidra, e inerte el tiempo habrá de mantenerse. Hambre de siglos en el cuerpo llevo, y sed inextinguible de tenerte; la misma sed que seca tu garganta, y el hambre mismo que tu entraña muerde. En el otoño dormirán las dudas, despertarán nostálgicos ambientes, e irrumpirán los cantos de las aves en la magia de los atardeceres, y ambos iremos, brazo en la cintura, mientras el aire ondea los cipreses. Encierra entre mis manos tus mejillas, y entiérrame en tí misma firmemente, que he de explorar, no ya la superficie, mas las concavidades y relieves. Sueña, mi amor, un sueño de imposibles a despertar en realidad alegre, fantasías ferozmente atrevidas, tabúes rotos que la mente encienden. Y al llegar melancólico el otoño arrastrando su paso indiferente, me traerás una entrega inexhaustible de placeres y amores en Septiembre. En el otoño te veré, mi amada, en el otoño de añoranzas verdes.
Los Angeles, 10 de mayo de 1998
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Cita en la Alhambra
Bajemos el telón de nuestras vidas, cerremos las ventanas, y esta mágica noche sacudamos el fardo encaramado a nuestra espalda. No ha de ser una fuga sin retorno, que fuertes ligaduras nos amarran, y ambos llevamos lastre demasiado pesado a nuestras alas. Pero será un paréntesis de ideas, un tropel repentino de palabras brotando a borbotones al haber arrancado la mordaza. Qué libertad espléndida albergamos en el fondo del alma, pero qué riguroso cautiverio nuestra existencia arrastra. Hoy abandonaremos ese mundo dormido en la desgana, sofocador de espíritus despiertos, desierto estéril de la mente esclava. Y vendrás a mi lado, dejando el cuerpo inmóvil en la cama, ataviada de tus ilusiones tras arrancar los sueños de la almohada. Dormido, el otro cuerpo no advertirá la ausencia de tu alma. Tocarás con la mano mi mejilla bajo la luna clara, y al deslizar mi brazo en tu cintura dejarás la cabeza reclinada junto a la mía, mientras aspiramos la noche en los jardines de la Alhambra. El alfanje creciente de la luna se balancea sobre las murallas, salta de prisma en prisma las almenas, y en los estanques le refleja el agua. Refléjame en tus ojos, lunas llenas, dame el temblor que vibra en tu mirada, y deslízame un beso entre los labios teñido de ternura y de nostalgia. Sombras inquietas vagan imprecisas con el hálito frío de fantasmas, cruzando el Patio de los Arrayanes, en sigilosa y fugitiva marcha. Vienen sangrientos los Abencerrajes con rosas de dolor en las espaldas, cortadas por el filo de los puñales y las cimitarras. Oculto el rostro tras la celosía, llora amores soñados Lindaraja, cautiva en el serrallo, y el corazón perdido en la distancia, al compás de los versos de Ben Zamrak que la odalisca canta. Canta en suave murmullo, amada mía, una historia de amor sin esperanza, triste como la brisa en los cipreses, que entra en las ramas, pero no la abrazan. Es triste nuestro amor de lejanías, casi imposible, delicada llama, desconocido entre miradas grises y caras familiares, pero extrañas. Cíñete a mí esta noche en los jardines, que furtiva pasión nos arrebata. Duerman la indiferencia y el cansancio en tu casa y mi casa. Hemos abandonado nuestros cuerpos, y hemos entrelazado nuestras almas. Dame un beso total que nos circunde, y un abrazo que sirva de coraza contra las cuchilladas de los años, desgarrando miserias rutinarias. He de absorber tu espíritu en el mío, mi copa en tí se colma y se derrama. Y en el amanecer de nuestra cita, con la aurora apuntando en la atalaya, regresaremos desapercibidos a seguir nuestras vidas solitarias.
Los Angeles, 16 de mayo de 1998
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La jaula
Un día yo fui libre, hermano de la nube y la gaviota, descolgando en el aire voluntades y recogiendo en el jardín las rosas, sin órdenes rompiéndome la espalda, ni programas rigiéndome las horas. Un día yo fui libre de arrancar del Pentélico una roca, cincelar una idea en los salientes, y revestirla de palabra y forma. Y fue escuchada, y hasta fue creída, por mentes que razonan. Un día yo fui libre de desgranar las notas de canciones de amor y de deseo, y de avanzar con esperanzas locas y una ilusión brillante alumbrándome el paso con su antorcha. Pero mi libertad se ha replegado con ecos de derrota, y la noche ha tendido sobre mi frente su tapiz de sombra. Mi palabra está muda, y en mi canción hay ritmos de congoja. Hoy el mundo es estrecho, mezcla de confusión y paradoja, y encerrada en su jaula, el alma gime desolada y sola, viendo esfumarse el tiempo al par que su castillo se desploma. Pero ella vino inesperadamente, arropada en la luz de su aureola, desnudando el cansancio de su vida, desnudándose toda. Prisionera en la letra del contrato sin atreverse a desgarrar las hojas, confinada a la jaula cuyo solo guardián es ella propia. Intacta mi prisión, me ha liberado, y ella, cautiva y libre, ve las horas en incesante ruedo, limitada, y a la vez decidida y belicosa. Entre las barras de la jaula emergen, como bandada alegre de palomas, sentimientos e ideas que suavemente flotan en aire azul, con libertad de impulsos irrefrenables cuando se remontan. Encerrada, mas libre, abandonada, pero soñadora; bloque inmóvil y enérgico resorte, inmediatez y sensación remota; indiferente a un cuerpo en la presencia, mientras el alma por otra alma llora. Ambos estamos en distinta jaula, en estrechez angosta, pero nuestros espíritus son libres, como lo son la nube y la gaviota.
Los Angeles, 21 de mayo de 1998
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.