Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Desde dentro

Índice

Poemas:
Superficial amante Hablar, pero en silencio Llegas desde la sombra Remolino Terraza Y yo, escribiendo para ti ¿Y no vendrás a mí? Dijo palabras de oro
seperador

Breverías

2761
Trepando voy los muros del recuerdo por mí en tiempos recientes construídos para evitar huídas de la mente. Y aún no sé si te encuentro o si me pierdo en tales laberintos. Mis oídos, si oyen algo, es tal vez mi subconsciente.

2762
En mi interior, te canto melodías que otras almas ajenas han compuesto para sus propias ávidas amantes. Van hacia ti como si fueran mías, mas en el fondo, en realidad, detesto no haber logrado yo crearlas antes.

2763
¿Siguen siendo tus ojos noche oscura, tal como tiempo atrás eran mi espejo, o son ya del color de la amargura del nuevo amor que se te vuelve viejo? ¿O del rojo color de quien factura simple vinagre como vino añejo? ¿Será que hoy te consuela la alborada, que odiabas tanto ayer, sobre mi almohada?

2764
La lluvia tararea en los cristales, evocando nostálgicos momentos de cierta alcoba, un hombre, una mujer. En el nogal del patio, los zorzales se ovillan en la rama, soñolientos. Duerme el ruido. Comienza a anochecer. Cierro los ojos. Vuelvo a lo vivido. ¿Será que todavía no te has ido?

2765
Me has vuelto hoy a besar, pero tu beso ni me torna al ayer, ni lo rescata, bello jazmín sobre el papel impreso, que podrá complacer, mas no arrebata.

Poemas

Superficial amante
Insistente golpea de noche a mi ventana; trae abrazos bravíos, bajo su capa oscura, que saben de atropellos más que de filigrana, como quien no es de anclaje, sino de singladura. Superficial amante de plazas y caminos, sin residencia fija, resuelto y vigoroso, sus únicos flirteos, la danza en remolinos, el vigoroso asalto, la captura, el acoso. No se le han visto dedos, sólo puños violentos, ajeno a la caricia que presupone calma; llega exigiendo cuerpos, bataholas, momentos, desechando los ciclos que favorece el alma. Si atrancada la puerta, blindados los cristales, obstruídas las grietas en muros y rincones, descargará la rabia de sus golpes brutales hasta que al alba dance la luz en los balcones. Pulularán las gentes de nuevo por las calles, y el invisible monstruo les seguirá la pista, alborotando faldas, contorneando talles, y abusando sus cuerpos, efímera conquista. Diré que a veces pienso tenerlo por amigo, recrearme en sus tumbos, someterme a su intento, que me abrace, me agite, me posea, y lo instigo a que después se vaya. Mi seductor, el viento.
Los Angeles, 20 de julio de 2012
seperador
Hablar, pero en silencio
Me has enseñado a hablar, pero en silencio; en ese estado puro en que los místicos hablan con Dios, desatendiendo el puente que nos brinda el lenguaje, tan equívoco que a menudo nos lleva por extraños caminos, o nos aboca inadvertidamente a incorrecto destino. Campo de minas es el diccionario; no siempre, al expresarnos, transmitimos fielmente aquello que el cerebro intenta, llegando adulterado a otros oídos. El lenguaje callado no requiere de aclaración ni excusa; por sí mismo se percata y expresa cuanto le dicta el alma, o el sentido. Y tú me oyes, sin voz, sin resonancia, leyéndome en los ojos cuanto digo, sin requerir exégesis, ni glosas, todo tan natural, tan cristalino. Las palabras nacieron en total desnudez, como los lirios, pero fueron vistiéndose a la moda de lugares y tiempos, y el bullicio fue transformando galas en harapos, lo diáfano en ambiguo, y su mensaje fue desvirtuándose. Pero no así contigo, porque, al comunicarnos sin vocablos, todo y sólo nuestro ánimo exhibimos. He invadido tus zonas más recónditas, como tú en mi interior has irrumpido, mas no en el zigzagueo del discurso, sino en la línea recta del mutismo. Pocos logran hablar de tal manera, menos aún comprender lo que decimos. Convérsame sin voz, y sin reservas, elocuente mujer en quien habito.
Los Angeles, 21 de julio de 2012
seperador
Llegas desde la sombra
Llegas desde la sombra, desvelando tu nombre y poco más, y al despedirte dejas el beso aséptico, benévolo, ignorante de alondras y violines. ¿Es noviembre tu mes, rígido, esquivo, o en ciudadela amurallada vives? Vengo en signo de paz, o con la guerra prendida en la solapa. Tú decides. Aquélla suele resultar tediosa, y ésta, sentimental; según lo mires. Si aún te sangra la piel, y si aún resuena de lejos el tambor de previas lides, sal al campo y acállalo a tu ritmo y tu enfoque, en tus raíces, que allí he de estar, confederado, amigo, para tu empresa, firme. Una derrota no es final, requiere nueva batalla, y extender los límites de las aspiraciones que nos guían. Hay otras formas de perder, más grises, aislamiento, desánimo, recelo, que alzan murallas, establecen lindes. Vengo hacia ti a banderas desplegadas, mas no quiero la esfinge que se encierra en misterios, en enigmas; busco la mansa dimensión del cisne, del mirlo, la paloma, cansado ya de contender con buitres.
Los Angeles, 22 de julio de 2012
seperador
Remolino
A un abrazo de muslos me confío, en mar de piel flotando. Oh, convulsa delicia de ser a un tiempo salvador y náufrago. En amplios remolinos me remolcan imágenes e impulsos, mente y manos, y al estrechar sus círculos se van acelerando. Hay mareas y truenos en el cuerpo, y en el cerebro abismos y relámpagos. Las aguas, ya no azules, mas doradas, me van aproximando al vértice central, sediento embudo, succionador de barcos. Cuanto más apretados los anillos, más rápido es el ritmo, y sin embargo, no me asaltan temores, ni inquietudes, me engendran llamaradas y arrebato. Caribdis de mis sueños, que me llevas al suelo del océano, al palacio de las nereidas, que en el mar cabalgan a lomos de delfines e hipocampos. Absórbanme tus aguas, y resbale al fondo de tu entraña, húmedo y blando, y en mi caída exhalaré ese grito, irreprimible ya, brío en disparos.
Los Angeles, 23 de julio de 2012
seperador
Terraza
He viajado tanto desde este punto inmóvil, y sin brújula, por la bruma del tiempo que fue nuestro, con la mirada fija en la tersura del ascendente filamento de humo del cigarrillo huérfano, que nunca parece desviarse en su éxodo a la altura… ¿Cómo puede tan débil despedida seguir en vertical tan absoluta, sin temblor, ni desvío, indicadores de sorpresa o culpa? En esta tarde calma la brisa está de siesta. Se refugian los recuerdos al fondo soledoso donde hace mucho se apagó la música. El silencio los hace más intensos. Prosigo en mi burbuja, ajeno a todo cuanto me rodea, murmullos al pasar, arquitectura, nubes reestructurándose; en transparencia todo, sin arrugas, casi como el espejo sosegado, sin mutabilidad, de la laguna. Y no comprendo nada. De cuanto sucedió, de la atadura que repentinamente se deshizo, de las razones que el cerebro busca para embozar de lógica cuanto el alma, por lógica, repudia. Hay cosas que resisten reclasificaciones, conjeturas, y hay que dejarlas quedas, si se puede, calladas y en penumbra, en su adusta quietud de cementerio, aunque de nuevo, eventualmente, surjan. La tarde se complica con unas gotas tímidas de lluvia. El cigarrillo ha muerto cuando el humo, su alma simple, desnuda, se desunió del tronco, y ya invisible en lo alto se refugia. Se me ha quedado frío, como el tiempo, el café en la tacita; y las preguntas que uno se hace a sí mismo, también se quedan frías, o confusas. Dejo la mesa, inicio la partida. Qué triste ambiente el de esta tarde turbia.
Los Angeles, 23 de julio de 2012
seperador
Y yo, escribiendo para ti
Y yo, escibiendo para ti; y tú, ajena al alma de mis versos, apatía que los dejaba resbalar al suelo, sin mecerlos gentil en tus rodillas. Yo los engendro y doy a luz, por tanto los versos tienen vida subyacente a las letras en que duermen, y sólo al ser leídos se humanizan. Por tus manos cruzaban como alondras distantes, sin caricias, sin lograr despertar para cantarles su mensaje de amor a tus pupilas. Pérdida tuya ha sido, más que de ellos y mía. Ellos abren los ojos, y transmiten cuanto grabé en su piel, dolor, sonrisa, nostalgia, amor, ensueño, a quien sabe leerlos. No hay enigmas que oscurezcan sus cálidas palabras; es todo claridad y simetría su lenguaje de amor, que se introduce, íntima, carismática llovizna, calando hasta los huesos, nunca desestimada ni perdida. Amantes hay que al acercarse al borde de sus reveladoras galerías, se reconocen en tan fiel espejo, con sus gozos, sus triunfos, sus heridas, y tiemblan, o sonríen, con palabras que por ti y para ti fueron escritas. Las hacen, o tal vez las juzgan, suyas, pues al compás de sus vivencias vibran. Y tú, tan desalada, tan ajena a cuanto en mí electrizas. Quizá deba cerrar esta ventana abierta sobre ti, por donde filtra un sol ficticio rayos ilusorios, o en esta singladura improductiva, abdicar el timón, rasgar las velas, de esta cansada carabela mía que puso norte a puerto displicente, y dejarla bogar a la deriva.
Los Angeles, 24 de julio de 2012
seperador
¿Y no vendrás a mí?
¿Y no vendrás a mí, tú, que me adosas palabras de humedad donde confluyen deseos y promesas, aleteos de sedosa blandura en amplitudes de muslos separados, arrebatos que entre sábanas tibias se introducen? No te he visto desnuda, todavía, pero me hablas en términos que nutren mi voluptuosidad. Sobre tu cuerpo tal vez escribes en color y luces cuanto quieres decirme, una lista tan larga, sin tabúes, cuanto aspiras a hacer, o en ti ser hecho, un día, al requerir que te desnude. Y yo casi lo leo, como escrito con girones de nubes sobre el ancho y azul vientre del cielo, que nadie más descubre. Directo, tu lenguaje se hace tan convincente…; me sacude, me retuerce el sentido, y adormece la voz de otras llamadas, e introduce tu hambre, tu sed, tu brasa en mis entrañas, y nos une, nos une. Tu lecho, abierto ya, mas tan lejano que casi me destruye.
Los Angeles, 24 de julio de 2012
seperador
Dijo palabras de oro
Dijo palabras de oro, sin rodeos, y de cristal, tan diáfanas que, absorto, aun siendo simples, quise meditarlas. Sondeaba mis íntimos trasfondos, afines a los suyos, con la técnica de quien ya estuvo allí y sabe el entorno. Tal vez almas gemelas bajo análogos cuerpos y propósitos. Se introdujo en mi piel, y en mi cerebro, sincronizados ambos, bajo el coro de rítmicos temblores, contracciones, e impulsos que alzan arqueado el torso. La palabra lejana apenas cruza más allá del adorno; era la suya, sin disfraz, latido, tecleo de piano, aliento, sorbo de los jugos vitales expelidos a chorro. Yo la escuchaba, mas no con los oídos, por los ojos. No hablaba mucho, pero hablaba exacto, con precisión de números, a escoplo, tallando cada frase, escultora de rasgos incorpóreos. Pero nunca fui a verla. Preferí mantener vivo el rescoldo de lo que hubiera sido, más bien que lamentar el protocolo de pálido espejismo de un encuentro real, pero incoloro. Que es pródiga la vida en rebajarnos hasta el nivel del polvo, después de haber alzado nuestro sueño sobre el vuelo del cóndor.
Los Angeles, 25 de julio de 2012
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.