Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Balcones

Índice

Sonetos:
Balcones (I) Balcones (II) Balcones (III) Balcones (IV) Balcones (V) Balcones (VI) Balcones (VII) Balcones (VIII)
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Breverías

2656
A sangre y fuego vienes, con el fuego en la sangre, amada mía, caravana de trenes que ni huyo ni detienes, al arrollar veloz mi anatomía.

2657
No te he visto desnuda, pero te he desnudado muchas veces en esa zona muda y ciega en que se anuda el deseo a la mente y te me ofreces.

2658
Sufro de tu deseo, porque sé de tu lecho solitario, y conozco tu arqueo del torso, y el jadeo que en la noche se te hace necesario. En mi noche te imito, a tu complicidad acomodado, sincronizando el rito. Oh, torneo maldito, encarando a una sombra, y derrotado.

2659
Va dejando un reguero, detrás de sí, la fuga de los años: El eco de un bolero, victorias, desengaños, y sobre todo un vasto basurero.

2660
De tu lengua a mi oído, tu voz de agua, si clara, fluctuante, me deja dividido entre mi fe de amante y mi lógica de hombre vigilante.

Sonetos

2898 - Balcones (I)
Vivía en el tercero. Mi vecina. Extraños en pasillo y escalera, ambos balcones eran madriguera de objetivo que casi se adivina. Emergía entreabriendo la cortina como quien sabe de alguien a la espera, y se tendía al sol de primavera, con los ojos cerrados. Su rutina. Yo, en mi balcón, absorto en la lectura, o pretendiendo estarlo, era escultura que nada o nadie logra perturbar. Tras la serenidad de ambos semblantes, bullían intenciones apremiantes que apenas se dejaban refrenar.
Los Angeles, 13 de febrero de 2012
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2899 - Balcones (II)
Era la tarde languidez de seda, humo flotante sobre los tejados, y ofrecían sus lanzas los cruzados de la sensualidad por la alameda. Amantes sin rubor, cuyo afán rueda en libres movimientos desatados, de sus varias destrezas embriagados, y que una vez vividas, poco queda. Ambos, desde el balcón, los contemplábamos, y entre avidez y envidia imaginábamos nuestra propia aventura o galanteo. Y establecimos el primer contacto, sólo visual, y breve, mas fue el acto que apuntaló nuestro íntimo deseo.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
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2900 - Balcones (III)
Detesto el arquetípico estribillo de las primeras frases, la torpeza de fracturar el hielo o la corteza. ¿Precisamos acaso lazarillo? Fue perdiendo distancias el pasillo, y adquirió afinidad, y gentileza. Se inició la sonrisa, que tropieza sobre los ojos, despertando el brillo. Tal vez nunca logramos el efecto de enfocar las ideas en directo, cabrioleando en círculos triviales. Mas no en esta ocasión. Si bien exiguas, fueron palabras claras, nada ambiguas, como sin detenerse en los umbrales.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
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2901 - Balcones (IV)
Me abrió la puerta; a media luz la estancia, impregnada en las notas de un bolero; cómodo el mobiliario, pero austero, y el incienso irradiando su fragancia. Sonreía. Y en frívola elegancia, se ajustaba con aire zalamero la bata de satén, que con esmero reduciré a embrollada irrelevancia. Adiviné su desnudez radiante bajo los pliegues, y en el mismo instante, ella, advirtiéndolo, avanzó su beso. Y me dejé llevar. Nunca he vivido mejor amor que cuando me han servido la copa del placer hasta el exceso.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
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2902 - Balcones (V)
Salimos al balcón. Entre macetas de gardenias y nardos, la tumbona se revelaba, al sol, anfitriona sugiriendo actitudes indiscretas. Al aire libre, y en las horas quietas de la tarde abrileña, se abandona toda aprensión, y en torno a la persona que nos sonríe, giran los planetas. La brisa era en sí misma una caricia sobre la piel, mas no con la pericia de la mujer desnuda junto a mí. Fue su placer desentrañar el mío, rebosándome en ímpetu de río en que incondicional me sumergí.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
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2903 - Balcones (VI)
El crepúsculo acecha, y oscurece. Por las aceras se despierta el ruido; el día va apagándose, vencido, y la noche se enciende y reverdece. Ciudad de doble luz. La que se ofrece de madrugada al brazo decidido, y la que reverbera en la libido, a la barra del bar, cuando anochece. Desde mi altura, en el balcón, advierto la búsqueda incesante en el desierto de tantos cuerpos desprovistos de alma. No sé si me complazco o me atribulo. Te miro, junto a mí, y me congratulo de este nido, este vértigo, esta calma.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
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2904 - Balcones (VII)
Vengo de mi trabajo. Ya no acecho mi balcón, sino el tuyo, aunque vacío. Regresarás más tarde, mar bravío de ofertas y demandas sobre el lecho. Volveré a navegarte, en el estrecho pasaje de los muslos, con el brío de esta proa viril de audaz navío, que en su voracidad queda deshecho. Me fascinan tus aguas, tu oleaje de cúspides rosadas. Qué viaje de miel por su amplitud y sus cavernas. Se abre y termina en ti mi singladura, y en tu puerto fondeo mi ventura. Ay, si fueran tus dársenas eternas.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
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2905 - Balcones (VIII)
No acierto hoy a mirarte desde el nido de mi propio balcón, ya irrelevante. Fue retiro y fortín cuando, ignorante de tu complicidad, anduve huido. Hoy miro al tuyo, y por tu ausencia mido mi exigüidad, y por tu rutilante advenimiento, la eclosión galante de mi fervor, sin ti desvanecido. Tu pronta aparición me resucita; si no es pronta, mi tiempo se marchita entre el desvalimiento y la ansiedad. Vive ya tu balcón bajo mi pecho. Qué avenida triunfal hacia tu lecho, retablo horizontal de intimidad.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.