Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Hay días

Índice

Sonetos:
Invisible Quimera Punto de apoyo Esos días Estos días Renacido No moriré
Poemas:
Primera vez
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Breverías

2251
Tú, que contemplas el retrato abstracto que a blandos rasgos perfilé en mis versos; tú, que sigues las rutas de mi tacto, mis anclajes, ya ingenuos ya perversos; tú, que tal vez adivinar quisieras qué resorte me mueve, adéntrate en la cueva de mis fieras, si tu piel y tu espíritu se atreve.

2252
No sé cómo podar tanto ramaje que me circunda y por el que me pierdo, adelgazar las líneas del recuerdo, desmantelar su incómodo bagaje. Quiero cortar, borrar, desbloquearme de cuanto fue, cuanto juzgué genuino, y abandonar de un golpe ese camino en que ella decidió no acompañarme.

2253
Escucho aldabonazos a la puerta, y atisbo, sin abrir, por la mirilla; desolado, pretendo estar ausente, dejándoles pasar. ¿Habrá una oferta a nivel de fervor, no pesadilla? Lo hasta ahora visto es tan intrascendente. Ah, si viniera quien ejerza de amante y compañera.

2254
¿Por qué, si el calendario planifica el futuro, me sorprendo mirando a lo pasado? ¿De qué me servirá hacer inventario de hojas muertas, si así no recapturo el espléndido otoño malogrado?

2255
Apareció de nuevo. Ni mi primera fue, ni la más bella, ni quien más hondamente me incitara. Pero llegó como el primer renuevo del almendro podado, como estrella que a la noche estival se adelantara. Y sonrió, como hace tantos años bajo la luna clara y en temblores. Y me habló de congojas y de amores, y le hablé de arrebato y desengaños.

Sonetos

2330 - Invisible
Quiero atraparte, aunque no sé quién eres, ni tu edad, ni tu imagen, ni tu idioma; no sé si estás en Nueva York, o en Roma, en Madrid, en Atenas, en Amberes. No obstante te percibo, te me adhieres como lapa obsesiva; y el aroma de azahar, el zureo de paloma, la sensual languidez de otras mujeres te otorgan realidad, aunque invisible, te recrean en mí, tan accesible como si te llevara de la mano. Te conozco tan bien…sin conocerte, que he llegado a vivirte y a quererte, aunque una voz me increpa que es en vano.
Los Angeles, 12 de marzo de 2010
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2331 - Quimera
Quebrar un día de oro las cadenas que nos inmovilizan, y asombrados, sentir los cosquilleos olvidados de alas pugnando por brotar; y apenas agitadas en zambra de colmenas, cobrar altura sobre los tejados, rebasando atalayas y collados, y el pulso acelerándose en las venas. Y en esta libertad recién lograda, en que cada mendigo es camarada, y cada ser atípico es hermano, no habrá lugar a absurdas jerarquías, todos iguales, pero no los días, cada uno un mundo nuevo en nuestra mano.
Los Angeles, 12 de marzo de 2010
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2332 - Punto de apoyo
Me has descolgado de la incierta rama a que tenaz permanecía asido; primero robustez, luego crujido, vaivén después, y al fin el panorama de insostenible fe que se derrama, sangre sobre la arena, y el sentido, exhausto, como el alma, y malherido, sobre el glacial vacío de la cama. Tu deserción, en parte sorprendente, y en parte previsible, fue accidente con su dosis de adverso fatalismo. Hoy miro atrás y reconozco el yerro de haberme asido a ti. Desde hoy me aferro a la rama más sólida, a mí mismo.
Los Angeles, 15 de marzo de 2010
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2333 - Esos días
Esos días de látigos y arpones, que a golpes dejan el vigor maltrecho y atraviesan la cámara del pecho; esos días de sombra y panteones que apagan nuestras lúcidas visiones y enarbolan guadañas al acecho; días de cerraduras en el lecho, silencios en la calle, decepciones; más que de oasis, días de guarida, y que, empeñados en llamarles vida, no son sino semblante de la muerte; martillo pertinaz que nos tritura, sin que haya nadie en esta coyuntura, si es alucinación, que nos despierte.
Los Angeles, 16 de marzo de 2010
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2334 - Estos días
Estos días de luz y de alborozo no miran hacia atrás, son de esperanza, de hoy, de mañana; dique a la añoranza que vuelve a lo perdido, y al sollozo. Quien vive en el ayer vive en el pozo del fracaso, de la desconfianza; pero estos días son bajel que avanza por mar abierto, rostro sin embozo. Estos días exhiben, no disfrazan, aceptan y protegen, no rechazan, de abrazos son, de piel en estallido. Estos días te llaman por tu nombre, y te hacen más mujer, y a mí más hombre; la de ayer se murió, tú me has nacido.
Los Angeles, 16 de marzo de 2010
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2335 - Renacido
Oculto bajo el alma, en esa zona en que se albergan pieza sobre pieza episodios y nombres, donde empieza la sombra del olvido, y arrincona sus bártulos la historia, y su corona; en esa cripta escasa de grandeza, archivo cuanto ayer fuera riqueza, y es hoy trivialidad que se abandona. Nunca la has visto; el centro preeminente que en mi espíritu ocupas, no consiente que te turbe el rumor de mi subsuelo. Soy nuevo para ti, recién nacido, si con la madurez del que ha vivido, con el candor de vírgenes sin velo.
Los Angeles, 17 de marzo de 2010
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2336 - No moriré
“Hace frío sin ti, pero se vive.” (Roque Dalton)
Se dilata el mercurio, y en su ascenso la línea oscura acecha los cuarenta; no obstante, siento frío. Me ensangrienta toda el alma tu imagen, si te pienso. No moriré. Si herido, si indefenso la vida sus trofeos me descuenta, me diré que es errática tormenta, incidental, como espiral de incienso. No he de morir. Tal vez no recupere la estatura o el músculo. Se muere cuando se mira demasiado atrás. Yo viviré. Si en frío y en ausencia, con la certeza de que mi existencia de mí depende, no de los demás.
Los Angeles, 19 de marzo de 2010

Poemas

Primera vez
Eras entre mis manos, inesperadamente, como una sombra tímida, como una lluvia blanda, como un pájaro tibio. Tu mirada inocente era umbral de sorpresas que cada roce agranda. Llegaste como un ángel que hubiera tropezado sobre el borde impreciso de su nube espumosa, descubriendo paisajes de que nadie le ha hablado, y anclado en la fragancia de su primera rosa. Arropada en silencio y en temblores, querías; ni tu mente en recelo ni tu piel en rechazo; se solidificaban las viejas fantasías en genuino despliegue de arrebatado abrazo. Tus ojos, que en principio de timidez me hablaban, fueron gritando audacias, y marginé mis frenos; y te fui desnudando, paso a paso, y doblaban campanas en tus venas al liberar los senos. Ah, qué metamorfosis se operó en ese instante. La cohibida paloma se transformó en halcón, la gacela, en pantera, y en decidida amante la mocita que apenas sabía su lección. Eras entre mis manos, inesperadamente, deslumbrador relámpago, tormenta de agua y fuego, no eras pájaro tibio, sino febril serpiente cuya espiral me estrecha, en seriedad y en juego.
Los Angeles, 13 de marzo de 2010
Diseño: Carmen Álvarez
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