Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Otros tiempos

Índice

Sonetos:
Cuando se va un amor Fluir sin ruego El fin Sombra y silencio Caudal emotivo Mi galera
Poemas:
Dame ese instante Tu despertar
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Breverías

1821
Apenas ido ya, vuelve el invierno, gesto tan gris, tan espectral, tan frío, arrastrando los pies. No me gobierno por reloj ni estación ni sembradío; pero mi cíclico escenario interno cuenta el tiempo a su modo. Qué tardío me vino el fruto que esperé, ya helado. Ahhh, si nunca lo hubiera cultivado…

1822
No te mueras a mí, que tanto he muerto. ¿Qué haré con tu cadáver a los hombros, si vuelvo a ser cadáver, y no acierto a encontrar doble tumba en los escombros? Porque será desolación y ruina cuando uno muere dentro de otro. Brota de la tierra una sombra repentina, y un sabor en los labios a derrota.

1823
Pensamos, o sabemos, que las cosas cambiarán algún día; y sabemos también de la agonía y muerte prematura de las rosas. Si tal conocimiento nos muestra el porvenir desde el ayer, ¿a qué viene el lamento cuando nos abandona una mujer?

1824
Ayer se me ha quebrado la esbelta copa de cristal tallado con que brindé por ti una primavera, y otra después, y luego una tercera. Y razona la gente: ‘Cuando tanto va el cántaro a la fuente…’ Y yo: No, no, no ha sido por ir, ni por brindar y haber bebido. Si me hubiera quedado, ¿no se habría igualmente fragmentado?

1825
Yace a mis pies el perro, ojos cerrados, calma palpitante. Se diría que duerme. De vez en cuando sale de su encierro, me contempla un instante, sintiéndose feliz sólo por verme. Sabría de inquietudes y dolores si entendiera de amores.

Sonetos

1845 - Cuando se va un amor
Cuando se va un amor, y el nuestro queda, surge un velo de sombra que desciende sobre el tiempo a venir, y se desprende del carruaje vital, rota, una rueda. Sofocada la antorcha, una humareda triste y gris sobre el ánimo se extiende, y la mente, confusa, no comprende que la luz que escapó no retroceda. Los caminos también desaparecen, los pies se inmovilizan, enmudecen cuantos rumores indicaran guía. Y el alma, en tan inhóspita meseta, como vieja pared, tiembla, se agrieta, se derrumba, quedando al fin vacía.
Los Angeles, 16 de marzo de 2008
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1846 - Fluir sin ruego
“Ama y haz lo que quieras” (San Agustín)
Cuanto más en espíritu me entrego, con la piel a remolque, lealmente, tanto más se me anuda la serpiente del miedo a tu posible desapego. ‘Ama y haz lo que quieras’: Bravo juego. Quien ama no hace daño; si está ausente, se hace arroyo gentil, cuya corriente no cesa de llegar, ajena a ruego. Si temo y dudo no es carencia mía, es que tu agua no fluye, en apatía, es que tu amor, cansado, se evapora. Oh, la tristeza de tener la entraña toda llena de ti, con esa extraña sensación de vacío asoladora.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
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1847 - El fin
“Sé feliz hoy. El final está más cerca de lo que crees” (Proverbio chino)
Siempre habrá fin donde principio ha habido, brusco como el Big Bang del universo, y su día final; sedoso y terso como sueño de niño adormecido. Pero epílogo habrá. Mejor sin ruido, rojo clavel en lago azul inmerso, que debate en estrépito, disperso sobre cerebros huérfanos de oído. Mejor anticipado, con cautela, aunque prever apenas nos consuela de la desolación que se avecina. El fin, suave o brutal, es cimitarra cercenadora, garfio que desgarra, germinación de adversidad y ruina.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
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1848 - Sombra y silencio
“A corazones heridos, sombra y silencio”. (Balzac)
Qué espeso este silencio, me ensordece; como el mundo anterior al primer día, la luz aún sin crear, y la anarquía del no ser que asfixiante se ennegrece. Aunque tuve la luz, ahora anochece, duermen los ruidos, el dolor se alía a súbita orfandad, y mi agonía es la única verdad que prevalece. Si en tan oscura realidad me veo, ni reniego de ayer, ni me planteo recurrir a naciente creación. Sólo aspiro de nuevo a retenerte, quebrando las cadenas de esta muerte sobre el yunque de tu resurrección.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
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1849 - Caudal emotivo
Lo que se pierde, no se va, transita como blanco fantasma vaporoso por la noche del alma, deseoso del tacto que le huyó, que no ejercita. Cada palabra pronunciada, escrita, cada rumor vibrante o sigiloso, cada beso frenético o sedoso, lleva, bajo la piel, vida infinita. Cuando el amor se va por la vereda, sólo es el recibido, el dado queda, su cortejo invisible, mas presente. En nuestra ceguedad no comprendemos que el caudal emotivo que absorbemos al amar, no es fugaz, es permanente.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
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1850 - Mi galera
Recalaste en mi dársena, galera, velas rasgadas, gobernalle incierto, remos inútiles en desconcierto, y bodega vacía, viajera de única singladura, la madera de tu casco agrietada. Te di puerto, y aquel indefinido hedor a muerto cedió paso a azahar de primavera. Te fuiste renovando. En cargamento de sueños rebosaste. Llegó el viento y tensó tu velamen retejido. Y ahora te vas, cara al azul, flamante, con no sé qué esperanza, navegante de trayectos que a tantos han vencido.
Los Angeles, 19 de marzo de 2008

Poemas

Dame ese instante
A veces, sólo a veces, quisiera verte en soledad oscura, retorciendo tus miembros en el lecho, y el deseo mordiéndote la nuca adosado a tu espalda, mientras sus brazos múltiples te anudan. En el silencio negro de la noche, cuando ausencia y libido se acentúan, galopando leones por tus muslos, quiero que se aparezca mi figura sobre la pleamar de tus recuerdos, y te admitas, con un poco de culpa: ‘Cuánto le amé, cuánto me amó, y no obstante, dejé de amarle’. Sobre las burbujas de tus senos redondos, satinados, un tropel de caricias se aventuran, de manos invisibles, tan lejanas, haciéndose preguntas que no supiste responder entonces, que hoy todavía flotan en la bruma. Quiero que ese momento, casi mío, dure sólo un instante. Si la lluvia repica en los cristales con mis dedos, o te alerta el relámpago, o la luna se filtra en tus visillos, dame ese breve soplo, miniatura de lo que antes tuvimos, cuando ambos, arriesgados o a la escucha, ni restringíamos palabras densas, ni refrenábamos lasciva furia; la vida era una gama de colores, de la sensualidad a la ternura. Dame ese instante; vas a tener tantos, que nadie notará pausa tan súbita, un verso en el poema, un compás musical en la overtura, una alondra de paso, una gota de lluvia. Y esboza una sonrisa, aunque tal vez no me lo digas nunca.
Los Angeles, 18 de marzo de 2008
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Tu despertar
Ya no veré tu despertar. Las luces de la mañana eran de añil, ¿recuerdas?, y aunque yo me movía, renunciabas a abrir los ojos. Por la blanda senda de tu soñar, vagaban unicornios bajo la luna llena. Tan juvenil, tan bella, tan dormida, como al fondo del mar gentil nereida. Cómo te contemplé… Ni los paseos bajo la lluvia gris, ni las carreras en la playa, desnuda como un lirio, ni el devaneo al sol, sobre la hierba, te me hicieron tan íntima como este amanecer en somnolencia. Quedéme inmóvil; tu quietud tendía abrazo sin contacto; tan serena la expresión de tu rostro como el alma de un niño, así de nueva. Cuánto aprendí de ti en esos momentos, sin palabras, sin gestos, a la espera… Abriste al fin los ojos, sonreíste, me abrazaste en silencio, hubo una fiesta de luces y colores y sonidos rodando por mi espíritu… Me queman alma, cuerpo, razón y sentimientos, al pensarlo, me abate la certeza de no hallarme a tu lado mientras duermes, de no volverte a ver cuando despiertas.
Los Angeles, 18 de marzo de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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