Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Antes y después

Índice

Sonetos:
Messenger Rebajas El mar es soledad Lirio Naufragio
Poemas:
Antes y después Amante sola
seperador

Breverías

1686
Soy residente de esa incierta zona que se prolonga, casi despoblada, desde la realidad hasta la nada, pues sólo alli el amor nace y sazona. No hay en sus calendarios más que un día, los relojes han sido triturados, y ni pretenden los enamorados, ni se avergüenzan de su anatomía.

1687
Si te entiendo, y entiendes lo que digo, ¿qué importan tu país, tu altar, tu idioma? Hay un lenguaje universal, amigo, en la rama que lleva la paloma. Si no estás contra mí, si estás conmigo, la barrera más alta se desploma. Fugaz el tiempo va, la vida es breve, y el mundo es de quien ama y quien se atreve.

1688
Como el agua del mar, amada mía, eres, en cíclico estremecimiento, y cuanto más te bebo cada día, más ávido me dejas, más sediento.

1689
Cuando me hayas amado muchos años pensando que mis vicios son virtudes, no me colmes de paz, dame inquietudes, que el tedio a los amantes hace extraños.

1690
Si tu poder me oprime, si tu bota marca mi espalda y permanezco inerme, será tu fuerza en parte tu derrota, me harás callar, pero sin convencerme.

Sonetos

1710 - Messenger
Se inventan vidas, ámbitos, amores, se engaña por teléfono y teclado, la fantasía, potro desbocado, vence a la realidad; no hay ruiseñores, ni húmedos besos, ni fragantes flores, sólo un pasquín de mundo fracasado; una técnica innoble de mercado, y un entumecimiento de valores. La avidez de conquista o galanteo tiene más objetivo de trofeo que de consagración o de entusiasmo. Vienen y van palabras y embelecos, y a ambos cabos del cable hay dos muñecos a la furiosa caza del orgasmo.
Los Angeles, 16 de junio de 2007
seperador
1711 - Rebajas
En bandeja se ofrece, amplia ventana a objetos de consumo; planta espejos para manipular en sus reflejos la luz con que el boato se engalana. Duerme la noche, danza la mañana, e inician su desfile los cortejos de cándidos mirones. Da a lo lejos un reloj nueve golpes de campana. La muchedumbre se transforma en horda, represa cuarteada que desborda su caudal turbulento en la campiña. Y tal vez nadie al interior evoca lo visto en la vitrina, turba loca, por baratijas aves de rapiña.
Los Angeles, 16 de junio de 2007
seperador
1712 - El mar es soledad
La soledad es bruma que me piensa, y al pensarme, adoptiva me ha creado; ahora mi barco flota desolado en superficie vasta e indefensa. La luz huye de mí; tras de la densa pared de niebla, el rumbo fracasado; tal vez el yunque del acantilado se me perfila como recompensa. El mar es soledad, y es infinito, y aunque risueño, puede ser maldito, y puede ser silencio, aunque es rumor. Si llegara a tu playa, si llegara, qué abrazo de oleaje, qué algazara, qué integración de amante y amador.
Los Angeles, 17 de junio de 2007
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1713 - Lirio
El alma tenue, blanquiazul del lirio, en fuga del jardín, se me incorpora, abriendo la campana invitadora, perforada en orgásmico martirio por el rígido estambre. Fuera cirio, y por su luz brotara nueva aurora; fuera lanza, y la mano compresora la blandiría como rey asirio. Se abre el lirio integral, sin resistencia a la penetración, y su inocencia, aun derramándose en placer, persiste. Y tú también, y yo, confabulados, en superposición de enamorados cuya perseverancia no desiste.
Los Angeles, 18 de junio de 2007
seperador
1714 - Naufragio
¿Cómo no percibió el martirio lento de tu sonrisa en éxodo forzoso? ¿No vio tu activador voluptuoso languidecer en deficit de intento? ¿No pudo constatar el hundimiento, deteriorado el entramado añoso, del afecto, y el triunfo clamoroso del negro buque del resentimiento? Viviendo a tu costado y tan lejano, sin entender que es obra de artesano, tiempo y sudor, perfeccionar la vida. Si no me intimidara el griterío… Si yo hacia ti fletara mi navío… Si recalara en ti una amanecida…
Los Angeles, 20 de junio de 2007

Poemas

Antes y después
La desnudé olvidando la estrategia de lentitud impúdica, morbosa, prenda por prenda, suya y mía, en turnos. ¿Cómo frenar el brío que se agolpa, arrinconando el plan preconcebido, y apenas deja retirar la colcha? Quise hacerla esperar, acrecentando, como sobre la playa, ola tras ola, su marea de instintos, y los míos, como llama acercándose a la pólvora, o vapor dilatado en la caldera hasta ese punto en que al final explota. Esa es la teoría. Y hay momentos en que tal vez funciona porque el factor circunstancial decide, mas no era éste el lugar, ni ésta la hora. Mi río que insistente y prolongado fluía su imparable trayectoria lento y seguro, aboca a turbulenta catarata inminente y espumosa. Se produjo un revuelo, simultaneo, como si una bandada de palomas huyera en estampida, y el suelo fue babel, pero de ropa. En desnudez los dos, frente al espejo, en desnudez, de pie, sobre la alfombra. Luego, lo que sabemos, lo de siempre, con las variantes y las maniobras que hace nuevo lo viejo, como el agua saturando la esponja, desbordando hendiduras, intersticios, o absorbida en convulsa ceremonia. Hicimos el amor, multiplicando desmesuras y formas, invalidando métodos pactados por caciques sin alma y sin hormonas. Y al fin de la refriega en que ambos bandos, exhaustos, suelen proclamar victoria, no firmamos la paz, sólo una tregua, no de tinta y papel, de boca a boca. Se aproximó la noche, agazapada, con sigiloso amago de raposa, y hubimos de partir, mas no sin antes mutuamente vestirnos en la alcoba. Ahora sí en lentitud, con la fineza que los arrullos del sosiego otorgan. Fuimos perdiendo piel, pero ganando vigor en la mirada. Qué salmodias suelen dormir al fondo de los ojos, y sólo se despiertan y se asoman a tenues golpes de complicidades, que las más recias torres desmoronan. Ahhh, los acordes ininterrumpidos de la canción del alma silenciosa. Al fin la calle, soledad y luna, me la llevó como se va el aroma, dejando algo invisible que nos sigue envolviendo, como sombra que pegada a los pies nos acompaña, como agua azul que nunca se evapora.
Los Angeles, 19 de junio de 2007
seperador
Amante sola
Los días van y vienen, y tú quedas, amante sola, ausente de otras manos; sólo las tuyas tiemblan, y en la noche, cuando tejen sus nidos los abrazos, y las palabras se hacen ronroneos, tu sexo es el albergue despoblado, entreabierta la puerta, el fuego en el hogar, y a punto el tacto. Como si hubieras puesto sobre la mesa de nogal, el jarro de rojo vino, el queso, el pan, las rosas, las copas de cristal, y decorado de incitantes colores esa entrada a ti misma, y tu invitado hubiera confundido su camino, él, vagabundo, tú, país lejano. Eres de aquí, de este momento puro en que todo pudiera ser. Qué blando se ha vuelto el tiempo, tan estricto siempre; ya no vuela como antes, ha hecho un alto, y nada, nada en tu ámbito sucede, siempre a la espera tú, siempre acechando pisadas, voces tras de los cristales, y no llega el amante. El candelabro, sobre la mesa, agota su vigilia, y el alma se te va desmoronando. No es tu noche esta noche, es otra noche como tantas; te cuenta el campanario las horas lentas, y es cada tañido, dentro de tu cerebro, un martillazo. Amas en la distancia, y la caricia, ya remedo mental, ya autoregalo, es breve travesía en mar de gozo, y persistencia de sabor amargo. Ay, amante, mujer, dispuesta y sola, rodando por un sueño fracasado.
Los Angeles, 20 de junio de 2007
Diseño: Carmen Álvarez
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