Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Esas voces

Índice

Sonetos:
Me adormezco Genuina tú Te hablo en silencio Escucha Vengo nuevo de todo También la fiera Puedo, podría, podré
Poemas:
Voces
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Breverías

1616
Aunque los hombres callen el bosque tiene vida, aunque los ciervos duerman, y la alondra enmudezca; y aunque no me la has hecho, me desangra la herida de que tal vez un día ya no te pertenezca.

1617
Van aboliendo las palabras viejas que no se atreven a escuchar, y luego, una vez bloqueadas las orejas, entrarán en la mente a sangre y fuego. Y hablan de libertad, de democracia, pero es la suya, nunca la de todos; ah, el poder que corrompe, y la desgracia de aguantar a quien piensa con los codos.

1618
Este violento ardor entre mis piernas es una forma de pensar, y creo que es el hombre feroz de las cavernas despertándose en mí cuando te veo.

1619
Escuchemos la música remota rodando hacia nosotros suavemente; y amortigüe el escándalo estridente de esa otra música que nos derrota. El tono manso desaloje al grito, vístase de violines el estruendo, vuelva a ser de agua el himno de granito, recobre el canto su ancestral atuendo.

1620
La fiel exactitud de lo que vemos no encaja en la verdad que nos rodea, al pensarlo, de nuevo lo perdemos, pues la interpretación lo bastardea; si lo sentimos, menos lo entendemos, ya que el alma a su forma lo moldea. Te veo, pienso y amo, y me pregunto si esa idea eres tú, o hasta qué punto.

Sonetos

1623 - Me adormezco
Me adormezco a la sombra de tus besos, que ya es mi propia sombra, porque he sido quien te los ha engendrado, y han crecido como álamo de espíritu y de huesos. Los leo cada día; llevo impresos mil folios de tu boca, que he reunido en libro de oro, nunca envejecido a través de viajes y sucesos. Me reclino en la espuma de la almohada que de su roce ha sido elaborada, y me invito a descanso sin sosiego. Y vuelves a besarme, vasto y hondo, y en suavidad, y en furia, y te respondo como quien nada deja para luego.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
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1624 - Genuina tú
Más allá estás de donde te quisiera, las estrellas también, y el mar risueño; pero nada te aleja de este sueño en que vas por mi cielo y mi ribera. Y lo haces a tu modo, a mi manera, como quien improvisa, sin diseño, sin tácticas arcaicas que desdeño, sin la preocupación de quien pondera. Vas por mi mundo como por tu casa, con voluntad que nunca sobrepasa ni abrevia mi mejor espectativa. En ese mismo punto en que te he visto cuando me hablas, me doy o te desvisto, tan virginal como provocativa.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
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1625 - Te hablo en silencio
Los muertos callan, pero su lenguaje de quietud y silencio nos platica con claridad tajante, y certifica permanencia después de su viaje. Quien proclama, adultera su mensaje, pues la palabra mengua o modifica; sólo el amante auténtico se explica despojando al coloquio del ropaje. No vuela más quien más revolotea, ni más transmite quien campanillea inútiles sonidos engolados. Del tácito expresarse brotan rosas cuya belleza exhibe muchas cosas forasteras a labios desatados.
Los Angeles, 25 de enero de 2007
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1626 - Escucha
Tengo en la boca la palabra abierta a los ríos, las águilas y a ti; si no te llega intacta, no es por mí, será porque tu mente no está alerta. La perdiera la brisa que, inexperta, desconoce el camino de aquí a ahí; por eso mismo yo se la ofrecí a quien sabe su ruta y siempre acierta. En su rumor los ríos te la traen, y aunque en lentos meandros se distraen, nunca la acallarán hasta el estuario. Las águilas la llevan en su vuelo por nuestro mismo compartido cielo. Escucha, observa, te hablan a diario.
Los Angeles, 26 de enero de 2007
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1627 - Vengo nuevo de todo
Voy hacia ti cubierto de un olvido viejo en edad, y en superficie extenso, a ser ingrávida espiral de incienso, sólo de tu fragancia revestido. He obliterado fechas, abatido obeliscos de gestas, e indefenso, al abjurar mi ayer, no tiemblo, pienso haber resucitado o renacido. Vengo nuevo de todo, con la albura de quien no ha devengado la escritura de otra mano en el folio de su piel. Vengo para que escribas tu balada, para que tu obra en mí quede trazada a cartabón, a escoplo o a pincel.
Los Angeles, 26 de enero de 2007
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1628 - También la fiera
Te he visto en los jardines escondidos, donde las rosas gimen por ausencia y su aroma es la voz de la dolencia latente tras los pétalos dormidos. Te he percibido en la ola de sonidos de aves y orquestas, en la transparencia de los arroyos, y en la irreverencia de juegos dionisíacos prohibidos. Y te vislumbro al fondo de mi entraña, mezcla de amor e instinto, que acompaña cada paso que doy, opción que tomo, sed que me da, montura que cabalgo. Y espero ver, si de mi encierro salgo, también la fiera que me arquea el lomo.
Los Angeles, 27 de enero de 2007
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1629 - Puedo, podría, podré
Puedo leer un firmamento entero sin descifrar su clave en absoluto, pero aun sin entenderlo, lo disfruto, como lo hago contigo, forastero. Podría recorrer cada sendero sin llegar ni volver; no hay substituto para el hecho de andar cada minuto, como lo hago contigo, compañero. Y podré sumergirme en el abismo del mar, la luz, el tiempo, el erotismo, y en esos fondos íntimos yacer desnuda, embelesada y a la espera, como la más fogosa amante hiciera, como lo hace contigo esta mujer.
Los Angeles, 27 de enero de 2007

Poemas

Voces
Las escucho de nuevo. Son las voces que suenan en mi vida intermitentes, como ese huésped que se va y regresa con un pretexto inútil. Amanece por las puertas del pueblo; va la luz blanqueando las paredes; se despiertan los ruidos, y el campo recupera el color verde. Esas voces se expresan en susurros como de brisa que las hojas mueve; o en gritos puntiagudos, lanzas enhiestas, como los cipreses. No siempre entiendo lo que dicen; callo para escuchar mejor, pero se pierde a veces su sentido como el tiempo desgasta los relieves de viejos medallones en el mármol, y una imagen difusa permanece. Llamándole al servicio de los suyos desde la zarza ardiente, Moisés las escuchó, y a su mandato fragmentó el pueblo esclavo los grilletes. El Cristo las oyó cuando en la cumbre de la montaña el príncipe rebelde, ángel de las tinieblas, en fantasmal despliegue de astucia y de poder, le provocaba con los reinos del mundo, como mieses prestas para la siega, coronas de oro, cetros y laureles. Juana de Arco, guardando sus corderos, también las escuchó en la zona agreste de campos y de bosques, y creyó en su misión hasta la muerte. Las voces que yo escucho no vienen de tan alto, ni me encienden vocación de epopeyas, ni ambiciones, ni llevan timbre de clarín solemne, de campana llamando a multitudes, ni aseguran diademas a mis sienes. Las que resuenan hoy en mis oídos, o tal vez sólo al fondo de mi mente, como arrebatadora melodía, son voces seductoras, que prometen sueños, coloquio, besos, compañía, íntimo invierno sepultado en nieve, primavera de luz y de fragancias, otoño de nostalgia en el ambiente, verano de olas contra el arrecife, una ventana abierta en un albergue, y un lecho levemente iluminado donde a veces, tal vez, también se duerme. ¿Son esas voces tuyas? ¿Me susurras, me gritas, te me ofreces, en humedad de labios, en sobresalto y suavidad de vientre? Estas voces que escucho, sean heraldo azul que te precede.
Los Angeles, 26 de enero de 2007
Diseño: Carmen Álvarez
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