Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Ocho amantes

Índice

Sonetos:
Te irás Doña Inés Eloisa Ofelia Julieta Inés de Castro Isabel de Segura Dulcinea
seperador

Breverías

1431
Arbol soy que en las tardes otoñales un viento agitador ha desnudado; vuelan secas las hojas, fracasado mi acopio de esperanzas e ideales. Y de repente, tú, como Afrodita surgiendo entre las olas, de la espuma; primavera de nuevo, que rezuma savia vital y a florecer invita.

1432
Siervo y señor, sumiso e insurrecto, quieto y febril, desértico y frondoso, de la vitalidad a la agonía. Absurdo amante soy y me proyecto lleno de paradojas, deseoso de ensayar nuevas cosas cada día.

1433
Tanto tiempo extinguido y malgastado que la vida parece mal vivida; y sin embargo el tiempo es mi aliado, todavía me envuelve y me convida a tu joven abrazo prolongado, desnuda y blanca junto a mí tendida. Tiempo y mujer llegados por sorpresa; détente inmóvil, tiempo; mujer, besa.

1434
Era tenue su voz, casi mirada, eran sus ojos expresión sonora; casi no hubo palabras, aun callada me hablaba en claridad hora tras hora.

1435
Ese recuerdo que era transparente, cristal de la ventana, luz del día, no sé si se oscurece o se arrepiente de haber entrado en la memoria mía; poco a poco se va tornando ausente, y va perdiendo forma y lozanía. Es ya una sombra al fondo del pasillo, eres tú, sin calor, sin voz, sin brillo.

Sonetos

1388 - Te irás
No lo sabes aún. Vendrá la hora, tarde otoñal o albor de primavera, en que te irás. El sauce en la ribera rozará la corriente, que le ignora. Las jubilosas luces de la aurora su gozo apagarán… El alma diera porque la vida, aciaga jardinera, perdiese la tijera podadora. Te irás con una lágrima furtiva, como privada de otra alternativa, y entre gemidos te despediré. Sin incriminaciones, sin afrentas; que aunque yo permanezco y tú te ausentas, conmigo quedarás, contigo iré.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2005
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1389 - Doña Inés
“Y sólo en vida más pura los justos comprenderán que el amor salvó a Don Juan al pie de la sepultura.” (José Zorrilla, “Don Juan Tenorio)
A ti viene a caballo del deseo, o más bien galopando la arrogancia, novicia en tan extraña circunstancia, objeto de una apuesta de recreo. Tan lejos del solaz, del devaneo que el mundo en copa de falacia escancia, tú, la rosa gentil, cuya fragancia de más alto señor fuera trofeo. La magia del amor, su magnetismo salvó la longitud del vasto abismo que aleja lo divino de lo humano. Y al sonar su reloj la última hora, el alma de Don Juan, ultrajadora, fue redimida por tu propia mano.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2005
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1390 - Eloisa
“…el mundo cambia si dos se miran y se reconocen, amar es desnudarse de los nombres: "déjame ser tu puta", son palabras de Eloísa, mas él cedió a las leyes, la tomó por esposa y como premio lo castraron después”. (Octavio Paz, “Piedra de Sol”)
Veinte años sin ti pero contigo, y otros veinte sin ti. Mi propia muerte, no ha de ser hoy, que ya morí al perderte, mi dulce amante, profesor, amigo. El tiempo ha sido siempre mi enemigo: Te tuve, mas no pude retenerte; seguí teniéndote, pero sin verte, y al fin tu tránsito, el peor castigo. El estudio de la filosofía, qué gozo, qué pretexto, qué agonía, dormido el libro, receptivo el tacto. Luego tus tibias cartas cerebrales, y esta amante, perdida en los umbrales de un viejo amor sobrevenido abstracto.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2005
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1391 - Ofelia
"de su melodioso canto a su turbia muerte". (Shakespeare, “Hamlet”).
Leve orquídea dormida en la corriente, río abajo, tan blanca, tan hermosa, de cara al cielo que excavó la fosa de sombra arropadora de su mente. Tan breve su existencia, tan doliente; entre padre y amado, soledosa, nacida para amar, y nunca esposa, lánguida joven, al final demente. En el alma de Hamlet, la balanza se aligera de amor, y la venganza colma el otro platillo. Ya no hay besos. Ni hay rosas, sólo espadas; y se advierte la presencia del ángel de la muerte penetrando glacial hasta los huesos.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2005
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1392 - Julieta
“Un muerto que vive entierra el cadáver de otro muerto”. (Shakespeare, “Romeo y Julieta”).
Ni restringe la noche ni invalida la fragancia en la flor, o sus colores; ni el clima de odio impide los amores del alma joven por otra alma herida. Casi una niña todavía, huida de facciones rivales, de rencores, ofreciendo, aceptando los favores que hombre y mujer comparten en la vida. Casi una niña, con pasión de adulta, y la audacia emotiva que resulta en febril, temeraria decisión. Muerte aparente por real juzgada, pobre Romeo, pobre enamorada, dos veces muertos, vida y corazón.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2005
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1393 - Inés de Castro
“¡Ay que me muero de amores, tengan lástima de mí!" (Vélez de Guevara, “Reinar después de morir”).
La reina ha de reinar, la amante ama y reinará tal vez tras haber muerto, aunque ha reinado siempre de encubierto en el trono más trono de la cama. Cuello de garza en esbeltez de dama, ese tallo de rosa es el injerto que el príncipe don Pedro trae el huerto de su heredad, vigorizada rama. Pero la han de podar villanas manos; dagas de corte a impulsos soberanos no son menos traición, ni más respeto. Ha de reinar Inés. La comitiva de la nobleza, otrora impugnativa, jurará vasallaje a su esqueleto.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2005
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1394 - Isabel de Segura
“Mi bien, perdona mi despecho fatal. Yo te adoraba. Tuya fuí, tuya soy: en pos del tuyo mi enamorado espíritu se lanza. (Hartzenbusch, “Los Amantes de Teruel”)
Ay, Isabel; el beso que se niega puede hacerse puñal irrevocable; matar por omisión es tan culpable como hacerlo al calor de la refriega. Tanta fidelidad…Si en esa entrega no va tu corazón, si el indudable objeto de tu amor no es negociable, si es tu enlace designio de estratega…. Diego cerró sus párpados, sin vida, por esa honestidad malentendida que a cada puerta impone cerradura. Y ¿a qué fin, Isabel, si al otro día tu propia vida se desvanecía al borde de su abierta sepultura?
Los Angeles, 26 de diciembre de 2005
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1395 - Dulcinea
“Una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni se dio cata dello”. (Cervantes, “Don Quijote”).
El pincel de la mente es la retina, pero el lienzo pintado es conjetura, impresionismo, dando a la figura lo que el cerebro forja y determina. Don Quijote no ve, sólo imagina; bajo la rigidez de la armadura, su blanda fantasía transfigura la adusta ortiga en roja clavellina. Aldonza, campesina arrabalera, será bella princesa, y a la espera quedará del hidalgo y sus hazañas. Ay, Alonso Quijano, la belleza comienza a retoñar en la cabeza, pero sólo madura en las entrañas.
Los Angeles, 28 de diciembre de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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