Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Por las comarcas del sentir

Índice

Sonetos:
Dependiente Moribunda Mi sirena Angelita Celos del mar En ti duerme Esperanza
Poemas:
Tu alma ausente A tu espalda Incorporado Mujer total
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Breverías

665
Robé tu mente al pronunciar tu nombre, qué posesión mi júbilo proclama; no hay propiedad mayor, ni aún cuando el hombre se apropia de la piel sobre la cama.

666
Marcada estás, sobre la frente llevas a golpe de cincel mis iniciales; eres tan mía que no habrá otras nuevas por mucho que lo intenten mis rivales.

667
Las rutas de tu cuerpo están abiertas, y he de rondar por ellas vigilante, arma al brazo, dejándolas desiertas; sólo yo soy tu caballero andante.

668
Tus deseos, tropel en furia loca, retocen de mis pies a mi cabeza, y aférrense al vigor de mi firmeza, que explotará en la sima de tu boca.

669
Llega la sequedad a la garganta, fluyen de ti, de mí, jugos vitales; león que ruge, o ruiseñor que canta, no le dejes dormir en tus umbrales, recíbele, mujer, si se adelanta.

670
Naces en mí cada día, y ni envejeces ni mueres, eres una y mil mujeres, y en cada una eres la mía.

671
De regreso a tu entorno, ciudad de mi conquista, te he encontrado cercada de murallas de olvido; tal vez por haber sido con exceso optimista el rastro de mi sangre y mis huellas se han perdido. Que al perpetrar ausencia se deja el campo abierto, a multitud de extraños contigo por destino; y quien duerme, es lo mismo que si estuviera muerto, despertando extranjero de vuelta en su camino.

672
Acéptame en tu isla, en ese encierro al que en los días grises te retiras; no es un refugio, es árido destierro sin luz de sol, y en soledad de hierro; tendrás radiante el día si me miras.

673
Tan ignorante soy que no poseo saber de ti, ni técnica ni arte; quiero aprenderte entera, porque creo que sólo al conocerte podré amarte.

674
Se apagará la llama de la vela, perderá sobre el mar su estela el barco, sin rastro pasará el ave que vuela, y no habrá huella de la flecha al arco. Pero tú, que estuviste a nuestro lado y al fin tuviste que partir un día, has dejado en nosotros arraigado el don de tu callada compañía.

675
La idea, aunque bella, es fría, y el sentir es vehemente; se hacen versos con la mente, con el alma, poesía.

Sonetos

391 - Dependiente
¿De qué libertad hablas, si mantienes servil mentalidad de mensajera que transmite y no piensa, prisionera que ni aún dominio de tu nombre tienes? Nacida esclava, ni heredaste bienes, ni has logrado adquirir algo que fuera tuyo propio; hasta el nombre se te diera sin ganarlo, y prestado lo retienes. No hay en ti más riqueza que el deseo, y su desbordamiento es el trofeo que otro, no tú, recoge y enarbola. Episodio en la piel del caminante, amando siempre sin tener amante, qué sola estás, mujer, sola, tan sola…
Los Angeles, 31 de octubre de 2000
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392 - Moribunda
(A Angelita)
Es tan sólo una voz en la distancia, sin mirada, sin piel y sin colores, voz que apenas disfraza los dolores, voz que se quiebra en triste disonancia. Me has hablado y te hablé. Tu circunstancia de angustia se revela en los temblores que ajan la lozanía de tus flores, sueños de juventud, juegos de infancia. Qué azar desventurado, qué injusticia, la oscuridad avanza su caricia, y la luz enmascara sus reflejos. Y no puedes saber en esta hora si el resplandor final, la última aurora te miran desde cerca o desde lejos.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2000
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393 - Mi sirena
Cubierta por mis aguas, sumergida dentro de mí en palacio de cristal, e instalada en la cámara nupcial, fluctuante nereida, mi elegida. Libre un día en la mar embravecida, tan inmune a la edad como inmortal, y hoy unida al cordón umbilical con que te anudas a mi pobre vida. En servidumbre ha entrado tu existencia tras abjurar la fiera independencia de tu idílico estado precedente. Ahora, ya toda mía, tan humana, efímera y gentil rosa temprana, mortal serás, pero amorosamente.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2000
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394 - Angelita
(In memoriam)
En la noche llegó, sombra furtiva, tras largo acecho en los alrededores, pisoteando en el jardín las flores, ladrón de vidas, muerte vengativa. De insaciable avidez, tan posesiva que con nadie comparte sus horrores, ajena a los lamentos precursores de su macabra y triste comitiva. Silenciosa avanzó por el pasillo, bajo el capuz siniestro un débil brillo al fondo oscuro de la calavera. Subió a su lecho, la absorbió el aliento, y se apartó, exhalándolo en el viento, y su alma ya no gime prisionera.
Los Angeles, 17 de noviembre de 2000
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395 - Celos del mar
“El mar, el mar, el mar”, me repetía con el alma en los labios, insistente, derramada su voz sobre el rompiente de mis oídos, pleamar bravía. Ambos sobre la roca, en la bahía, ceñidos por el viento, frente a frente de un azul infinito tan presente que olvidó y olvidé su lejanía. Pensé que esa llanura movediza, cuya incansable danza tanto hechiza, entre los dos podría interponerse. Oh, no le mires, que en cada ola ofrece un suspiro de amor que me entristece por ver mi amor en el azul perderse.
Los Angeles, 19 de noviembre de 2000
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396 - En ti duerme
Tanto hay dentro de ti que desconoces: Tonos vibrantes, pulsos temblorosos, íntimos júbilos voluptuosos hirviendo en casi imperceptibles roces. Tal vez los ves y no los reconoces, o quizá zigzaguean sigilosos bajo la piel, o son tan misteriosos que a ti hablan en silencio y a mí a voces. Desenterraré en ti lo que está vivo, lo taciturno tornaré festivo, e irás de represión a libertad. Y la idea, el sentir, la preferencia, no seguirán hipócrita conciencia, sino espontánea y firme voluntad.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2000
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397 - Esperanza
Fabricaré esperanza de esta espera que a desesperación me ha provocado; la espera es el presente no logrado, la esperanza, el futuro que quisiera. El hoy traba los pies, enredadera obstructora del paso apenas dado; y el mañana parece estar clavado, sólo ayer fue una ráfaga ligera. Deseos de arribar, alas de acero que hacen del hombre libre prisionero, siempre en camino, sin jamás llegar. Pero el fulgor que lejos parpadea estímulo será que le espolea para intentar una vez más volar.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2000

Poemas

Tu alma ausente
Mis nudillos se desangran de tanto como golpeo ininterrumpidamente la puerta de tu silencio. Quiero que me digas cómo puedes sobrevivir dentro, doblada sobre ti misma, sellada a piedra y a hierro. Ah, la soledad vacía que colma todos tus huecos, paraliza la palabra y amordaza el sentimiento. Estatua inmóvil, dormida sobre el pedestal del tiempo, que el desencanto ha impedido revitalizar su cuerpo. Presa en el mármol, tan fría, tan callada, que enmudezco yo mismo con la esperanza del crujido del deshielo. Llamando sigo a la puerta; tú imperturbable, y yo tiemblo de la frialdad que irradia tu vida de alma en destierro. Levantó la indiferencia en torno a ti un mausoleo que ni reconoce el nombre de los sentimientos muertos. Mi fe olvidó los milagros, pero sin embargo espero el soplo que resucita, y las voces del regreso.
Los Angeles, 31 de octubre de 2000
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A tu espalda
Mis manos se arremolinan desde tu vientre a tus senos al retrasarse tus pasos en la frontera del sueño. Tan callada, tan inmóvil, tan voraz yo, tan inquieto. Pecho adosado a tu espalda con el corazón sin frenos en carrera de latidos, y tus latidos tan lentos que no consigo dejar sincronizados los ecos. Suave llamada la mía, no es voz clara, es balbuceo de imperceptibles suspiros, navegando en el aliento, y enredados en la oscura maraña de tu cabello. No los oyes. En la niebla de tu espacio soñoliento se deshacen los sonidos, pero responde tu cuerpo a la insistente llamada, cálida, del sexo erecto, con incipientes temblores de muslos semidespiertos, cuatro columnas truncadas, cuatro ríos paralelos. Vuelves de la bruma, vuelves, melodía de silencio en cuerdas de arpa perdida, recobrada entre mis dedos.
Los Angeles, 2 de noviembre de 2000
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Incorporado
Tengo que perderlo todo para encontrarme a mí mismo, arrojando al mar el lastre que me da un falso equilibrio, y así, con el alma limpia, podré renacer contigo. Libre gaviota, has volado sin haber establecido ni huellas sobre la arena, ni sobre el aire caminos. Por ti no se hicieron leyes, que la ley hace cautivos, y si no aceptaste yugos, al yugo también resisto. Codo con codo avanzamos, mismo paso, mismo ritmo, dos mentes emancipadas, dos corazones fundidos, en ideas, exigentes, en sentimientos, sumisos. Haya ruta definida, o intrincado laberinto, haya aurora luminosa, o crepúsculo sombrío, irá mi mano en la tuya y tus pies junto a los míos.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2000
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Mujer total
El aire se repliega cuando avanzas, tan temeroso de rozar tu rostro; las indecisas hojas amarillas evaden tu contacto bajo el olmo; los hombres al pasar son incapaces de mantener sus ojos en tus ojos; como si una aureola de inocencia alzara obstáculos en tu contorno, o ángeles, para ti sólo invisibles, jinetes de unicornios, cabalgaran severos a tu lado, blandiendo alfanjes flameantes de oro. Inasequible, etérea, misteriosa, para los más; glacial para los otros… No para mí, que supe tu corteza atravesar, calándote hasta el fondo. Y bajo la apariencia sosegada de arpa y violín en soñoliento tono, pude escuchar la furia de atabales y de trombones en fragor sonoro. Me proclamaste entre los elegidos, privilegiados, y a la vez tan pocos, que introduciéndose en tu santuario, exploraron tus íntimos fiordos. Qué borrasca sensual, qué hambre de sexo, qué salvaje avidez llevas a bordo; no imagen intangible, estatua inerte: mujer total con la pasión del gozo. Rompe conmigo moldes y barreras, arrasa, exprime, absorbe, que respondo.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2000
Diseño: Carmen Álvarez
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